Señales sensibles. Jean-Luc Nancy
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Jean-Luc Nancy y Jérôme Lèbre
SEÑALES SENSIBLES
Conversación a propósito de las artes
Traducción de: Francisco López Martín
Dos filósofos conversan sobre la situación del arte en la actualidad: lo que quiere decir de hoy en adelante, lo que, lejos de ser una palabra anticuada, nos permite reflexionar de nuevo. El elaborado pensamiento de Jean-Luc Nancy sobre este tema es retomado y también continuado en el curso de una discusión en la que Lèbre se interroga con él sobre la mejor manera de aprehender el compromiso del cuerpo sensible en la actividad artística y la aproximación a las obras, la relación del arte con la técnica, la historia, su modulación en las artes tradicionales y nuevas, su posición actual frente a la religión, la política y la literatura.
Este texto, un diálogo en el más pleno sentido filosófico del término, constituye en sí una introducción al pensamiento de Nancy en torno al hecho artístico: qué es el arte, su significación y finalidad en nuestro tiempo, su polimorfismo, la responsabilidad que tiene para con el mundo, su interacción con él…
Jean-Luc Nancyc es uno de los filósofos europeos más importantes de la actualidad. Profesor emérito de Filosofía en la Universidad Marc Bloch de Estrasburgo y colaborador de las de Berkeley y Berlín, es autor de numerosos libros (La comunidad descalificada [2015], La partición de las artes [2013], Las musas [2008], Noli me tangere [2006], Ser singular plural [2006] o La creación del mundo o la mundialización [2003], muchos de los cuales han llegado más allá del público especializado.
Jérôme Lèbre es director de programa en el Collège international de philosophie, donde dirige un seminario en torno al arte, la técnica y la política, así como autor de distintas obras en las que se ocupa de cuestiones relacionadas con la herencia del Romanticismo y la transformación del arte.
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RAG
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Título original: Signaux sensibles. Entretien à propos des arts
© Bayard Editions, 2017
© Ediciones Akal, S. A., 2020
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
ISBN: 978-84-460-4966-1
I
Los retratos de Jean-Luc Nancy
JL: Aquí estamos, libres para empezar. Espero que esté de acuerdo conmigo en que el comienzo siempre es libre, siempre está separado de un principio: partiendo de nada es como abrimos y configuramos un espacio. Así es como nacemos, y también como empezamos a dibujar: «Estampo un punto allá donde me place»[1], escribe Alberti, y el punto se convierte en línea, trazado, forma…
Podríamos comenzar el esbozo de su pensamiento colocando nuestro lápiz sobre el retrato mismo, para realizar el retrato de un filósofo, usted; y lo primero que veo es que es usted un filósofo del retrato. El nacimiento del retrato está ligado para usted al nacimiento del sujeto; el sujeto del retrato es el propio sujeto, un sujeto expuesto, pero también un sujeto que se expone, que da otra configuración al espacio a partir de su propia mirada: el retrato nos observa, como la libertad misma (así lo ha escrito usted en una obra sobre este asunto). Recientemente, en L’Autre Portrait, ha partido (o ha vuelto a partir) usted de la idea de que esa mirada excede el cuadro, que en él el otro se presenta y se retira (retrato es ritratto en italiano, palabra que aporta un segundo sentido, inexistente en francés, a saber, el de «retirado»), que su intimidad sólo se muestra sumergiéndose en ella misma. De ahí que el arte contemporáneo tienda a volver accesible esa retirada del otro, a mostrar el desvanecimiento de la figuración sin que la figura deje de fascinarlo, lo que conlleva cierta insistencia en la superficie pictórica, en el cuadro, que deshace el rostro en el detalle de las formas o lo ahoga en el color. Estamos, por lo tanto, ante un cierto final del retrato, vinculado al final de la filosofía: la verdad ya no se muestra, la evidencia del sujeto se retira. El otro retrato sería, en consecuencia, indisociable de lo que usted afirma acerca del estilo filosófico: «se necesita otro gesto», y ése es «el desafío del trabajo filosófico contemporáneo»[2].
Se necesita otro estilo, que no se desvanezca más ante la presentación de la cosa misma, que insista en la escritura, en sí mismo como separación y sacudida de la verdad. Cierto es que, para un filósofo, colocar el lápiz en un punto es emplearlo para escribir, no para dibujar sino para pasar a otro estilo de retrato, que arroja una mirada sobre el mundo… Para hacer o rehacer ese gesto, ¿podría hacer usted su propio retrato, un retrato del hombre y del filósofo, tal vez no en toda su verdad, pero sí conforme a la verdad?
JLN: Si he trabajado sobre el retrato, cada vez ha sido por un motivo contingente, procedente del exterior, de otra persona. Por lo demás, lo mismo ha ocurrido con la gran mayoría de los temas sobre los que he trabajado (con la excepción, creo yo, de «el sentido», «el cristianismo» y «el sexo»). Hago esta observación porque, sin duda, mi retrato empieza por ahí, por esa permeabilidad o receptividad a las circunstancias. Incluso la filosofía, en cuanto disciplina y vía de estudios, me vino sugerida por mi profesor de último año de secundaria. No niego que hay una parte que tira –una parte re-tirada– de mí, pero me he preguntado muchas veces si a mí solo se me hubiera ocurrido la idea de «hacer filosofía».
La verdad es en primer lugar un conjunto de impresiones recibidas. Desde luego, no sabría identificarlas todas… Pondría en primer término las que me hicieron descubrir muy joven la posibilidad de interpretar un texto. Se trataba del texto bíblico, estudiado en un marco que no era el de la escuela, y así es como descubrí la posibilidad propiamente dicha de estudiar los textos, mucho antes de hacerlo en la escuela. Descubrí que leer podía consistir en algo distinto a asimilar un conocimiento o a seguir una historia, que la historia podía adquirir diversos sentidos y que el conocimiento venía en menor medida dado por el libro que por la interpretación de la lectura. Mucho más adelante me pareció ver claro que mi inclinación por la filosofía procedía de ahí, y ello de una manera muy sensible y activa, como si yo hubiera sentido formarse el sentido, componerse lentamente, primero casi en secreto, después por efecto de diversos procedimientos (análisis, interrogación…), de manera parecida a como los gusanos y otros animales surgen de la tierra al hurgar en ella.
También podría explicarlo como si entonces hubiera visto formarse imágenes parecidas a retratos: portadoras de palabras, de voces, tal vez de rostros, de figuras desfiguradas pero a pesar de todo esbozadas que transmitían las palabras de los sentidos revelados por la interpretación. Era como si el texto hiciera aparecer en su superficie sujetos parlantes, o bien crecieran sobre él o a partir de él, o flotaran sobre su superficie líquida, móvil, imprecisa. Por otro lado, creo que muy pronto, incluso antes del momento del que estoy hablando (que debía de ser cuando yo tenía 12 o 13 años),