Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio

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Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot - Antonio Tomarchio


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se adentró entre los árboles permaneciendo atento a no golpear su costoso juguetito para no hacer ruido y arriesgarse a ser descubierto. En ese momento Joshua se dio cuenta de que tendría que haberle puesto una micro cámara para tener también el punto de vista de su autómata.

      Vio un robot a lo lejos que se parecía a un hombre muy robusto. Era de color gris oscuro como el cañón de un fusil y brillaba bajo la luz del sol que pasaba a través del denso bosque.

      El robot tenía un aspecto muy amenazador, no como ciertos autómatas ridículos que había visto en el torneo. En la cara tenía dos ojos luminosos y también una mascarilla semejante a la de los cirujanos, pero transparente y angulosa como un diamante, que cubría su boca. No tenía un aire muy tranquilizador y se movía lentamente entre los árboles.

      Joshua se dio cuenta de que el robot podía ver porque continuaba moviendo la cabeza en todas las direcciones como si buscase algo, pero quedó estupefacto sobre todo al notar que no lo guiaba nadie.

      De repente lo vio correr a una velocidad impresionante y se percató de que con un con un golpe del hombro había sacado de sus raíces un árbol, se quedó estupefacto, pero lo que vio después, en cambio, lo aterrorizó. El robot había golpeado algo que había perseguido entre la vegetación durante unos momentos. Pero lo que había hecho temblar las piernas del chaval había sido un potente haz de luz, parecido a un láser, que había salido desde un pequeño agujero en el centro del pecho del robot, que impactó violentamente contra el suelo.

      « ¡Está prohibido! ¡Maldición, está prohibido insertar armas en los robots! ¡Si son estos mis adversarios no tengo ninguna posibilidad de vencer!», pensó enfadado y frustrado.

      Hizo que su autómata se escondiese detrás de un gran árbol y apagó el controlador para poder moverse con libertad sin llevarlo detrás. Se acercó para poder ver mejor, mientras tanto el robot se había inclinado para recoger el objetivo que acababa de golpear. Un gran conejo pendía, ahora ya sin vida, de sus grandes manos metálicas.

      « ¡Qué cabrón, utiliza el robot para cazar conejos!» exclamó.

      Luego se quedó asombrado cuando se dio cuenta de que no sólo aquel extraño robot veía fantásticamente sino que también era capaz de escuchar y ahora lo miraba con aire amenazador. Sintió que la sangre se le helaba en las venas y un escalofrío comenzó a recorrer su joven espalda.

      « ¡Maldición! Ahora sí que estoy en problemas» pensó mientras intentaba alejarse.

      El extraño robot comenzó a correr hacia él, que, mientras tanto, había comenzado a huir.

      « ¡Estoy acabado! ¡Madre mía, estoy perdido!»

      « ¡Ayuda! ¡Ayuda!» gritó.

      Debía hacer algo, su mente de joven genio debía encontrar una solución, pero tenía mucho miedo, no conseguía pensar, hasta que, de repente, se acordó de Scorpion. Se dirigió corriendo a lo loco hacia su robot que había quedado inmóvil detrás de un árbol, le sobrepasó algunos metros, se escondió también él detrás de un gran árbol y encendió el controlador. En cuanto vio llegar al otro robot a toda velocidad hacia la izquierda de su criatura, asestó, con toda la fuerza de que era capaz, una patada hacia arriba con la pierna derecha hacia su izquierda, lo mismo hizo Scorpion, golpeando en plena cara al extraño autómata que voló unos metros cayendo sobre la espalda y quedando inmóvil.

      Joshua se había quedado paralizado por el miedo debido al riesgo que había corrido, a duras penas conseguía contener las lágrimas. El muchacho estaba convencido que si no hubiese tenido éxito su tentativa, lo habría matado.

      Salió de detrás del tronco para ver si aquel maldito robot todavía estaba en el suelo, se puso contento al constatar que no se había movido ni un centímetro, lo había dejado KO.

      «En cuanto descubra al propietario de esta cosa haré que tenga un montón de problemas» susurró para sí mismo.

      Apagó el controlador y se acercó con cuidado, todavía le temblaban las piernas. El gran golpe inflingido por Scorpion había hecho pedazos la mascarilla que, hecha de un material parecido al vidrio, cubría la zona de la boca.

      Abrió los ojos como platos y quedó sin palabras al ver la cabeza y los brazos de una especie de hombre, de una altura de más o menos 15 centímetros, que salían de la fisura detrás de la mascarilla rota. Aquel ser yacía inmóvil, tendido sobre la cara del robot, vestido con un uniforme y con unas botas semejantes a aquellas de los pilotos de aviones militares. Joshua tuvo que sentarse en el suelo porque las piernas no le sostenían y quedó observando aquella criatura, ya sin vida, durante unos minutos, mientras intentaba comprender lo que había sucedido y acerca de lo que se había presentado ante sus ojos incrédulos.

      Decidió armarse de valor, aferró aquel pequeño ser delicadamente por debajo de los brazos y le dio la vuelta para verle el rostro. Tenía la cara más parecida a la de una lagartija que a la de un hombre, incluso el color de la piel era bastante verdoso, no tenía cola, sin embargo, y las manos parecían más las de un ser humano que las patas de un reptil.

      Comprendió que aquella cosa no podía pertenecer a la tierra, es más, estaba seguro que era una forma de vida alienígena. Ese extraterrestre tan pequeño por sí solo no representaba un peligro para la Tierra pero, guiando unos robots tan fuertes y eficientes, si fuesen muchos, representarían una amenaza para todo el género humano.

      No sabía qué hacer, estaba lleno de ideas y dudas, su cerebro de joven genio estaba valorando todas las posibles soluciones, examinando todos los aspectos y sopesando cada elección. Ir a las autoridades era la única solución plausible pero no podía dejar escapar esta oportunidad. Quería estudiar aquel robot, descubrir sus secretos, comprender de dónde venía toda aquella fuerza y aquella velocidad y cómo hacía para escuchar y ver. No podía dejar que las autoridades lo privasen de una ocasión tan golosa y que se llevasen aquel autómata tan avanzado tecnológicamente; decidió, por lo tanto, que lo entregaría sólo después de haberlo estudiado con todo detalle.

      Volvió a encender el controlador e hizo que su Scorpion levantase del suelo al autómata, él recogió al pequeño alienígena y juntos se dirigieron hacia el cobertizo. En cuanto llegaron hizo que lo posara sobre la mesa de trabajo, puso al pequeño en un tarro de vidrio y lo colocó encima de un estante, luego comenzó a mirar con atención el robot mientras intentaba comprender cómo abrirlo, pero no veía ni tornillos ni remaches. Miró dentro de la fisura de donde había salido el alienígena y se dio cuenta que sólo había un cómodo asiento negro dentro de una especie de habitación blanca, pero no había controles ni instrumentos, no conseguía explicarse cómo hacía para pilotarlo.

      Observó que delante del asiento había un pequeño cuadrado verde que resaltaba porque era de un color distinto del interior del habitáculo. Se acercó para mirar mejor y vio la forma de la mano del alienígena impresa sobre el cuadrado, pensó, por lo tanto, en un dispositivo de reconocimientos por huellas digitales. Se preguntaba para qué podía servir pero no conseguía explicárselo, quizás servía para pilotar el robot o para identificarse. Intentó tocarlo con el índice de la mano derecha pero fue golpeado por una violenta descarga eléctrica que lo hizo salir disparado algunos metros del banco de trabajo haciendo que perdiese el sentido.

      Comenzó a volver en sí después de unos minutos pero la fuerte descarga lo había dejado sin fuerzas. Joshua estaba tirado en el suelo con los ojos cerrados y la cara apoyada en el pavimento, pero en su mente continuaba viendo el techo del cobertizo. A pesar de tener los ojos cerrados, esa imagen era muy nítida y el muchacho no conseguía entender de dónde venía.

      Abrió los ojos y vio el pavimento, volvió a cerrar los párpados y se encontró de nuevo observando el techo. Continuó a cerrar y a abrir los ojos durante unos minutos, buscando una explicación, luego se levantó de golpe atemorizado por las conclusiones a las que había llegado. Veía con los ojos del robot alienígena, no lo podía creer, tocar el pequeño panel había creado una conexión mental entre ellos.

      « ¡He aquí la forma en que pilotaba la lagartija!» exclamó satisfecho.

      Joshua


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