Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio

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Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot - Antonio Tomarchio


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discurría velozmente. En el centro había una esfera metálica, nunca había visto nada semejante, tendría que desmontarlo pieza a pieza para comprender bien el funcionamiento. El muchacho acercó un dedo a aquel objeto metálico y lo acarició y vio que había comenzado a girar, primero en el sentido horario, luego al revés, repitiendo los mismos movimientos muchas veces pero siempre a más velocidad. De repente la esfera se abrió y una luz cegadora emanó de ella, iluminando, como si fuese de día, todo el cobertizo.

      Ya no veía nada, la luz era demasiado fuerte, intentó cubrirse los ojos con las manos, pero estaba deslumbrado como si tuviese el sol delante del rostro. Cogió la máscara de soldador de la estantería y se sirvió de ella para cubrirse la cara, consiguiendo de esta manera, después de unos segundos, reabrir los ojos.

      Volvió a acercarse al robot para mirar de dónde había salido toda aquella luz y vio un objeto luminoso, tan grande como una pelota de tenis, amarilla y cegadora como el sol, que fluctuaba en el interior de la esfera metálica. Tocó de nuevo la envoltura y ésta se cerró de nuevo volviendo la penumbra al cobertizo.

      « ¡Ésta sí que es una batería!» gritó, cada vez más alucinado por la tecnología de los extraterrestres.

      «Estos alienígenas están centenares de años más evolucionados que nosotros» pensó volviendo a cerrar con un sencillo toque el pecho del robot.

      «Debo conseguir controlarlo» dijo mientras se sentaba en el taburete al lado del banco de trabajo.

      Cerró los párpados y de nuevo vio aquello que los ojos del robot seguían mirando.

      « ¡Levántate!» ordenó.

      Delante de la imagen del techo comenzaron a aparecer unos signos, parecidos a los jeroglíficos, que pasaban en rápida sucesión, luego, a la derecha de los jeroglíficos aparecieron unas palabras, como si todo el diccionario de la lengua inglesa estuviese siendo hojeado. Pasaron unos minutos, luego, de repente, aparecieron unas frases y una voz de tono bajo, tanto que daba miedo, comenzó a resonar en la cabeza del muchacho.

      «Conversión lingüística efectuada.»

      «Análisis de los circuitos completado.»

      «Setup actualizaciones nuevo comandante, efectuado con éxito.»

      «INMX1 listo y a la espera de órdenes. Definir modalidad.»

      « ¿INMX1 es tu nombre?» preguntó Joshua indeciso.

      «Sí, comandante» respondió el robot.

      A continuación, repitió: «Definir modalidad.»

      El chaval quedó un momento en silencio, perplejo, luego ordenó: «Enumera modalidades.»

      «Modo reposo, modo lento, modo veloz, modo combate. Definir modo.»

      «Modo lento» dijo Joshua, intentando adivinar,

      «A partir de hoy tu nombre será Raptor» ordenó el muchacho después de haber reflexionado durante unos segundos.

      «Sí, comandante» respondió el robot.

      El joven estaba cada vez más incrédulo pero, al mismo tiempo, sentía una fuerza y una seguridad que no había probado antes. Podía impartir órdenes sólo con el pensamiento sin tener que mover, como una marioneta, un inútil robot con el cual no podía interaccionar de ninguna manera.

      Cogió de la cajonera un folio de un material azul parecido al plexiglás pero mucho más maleable, cortó dos rectángulos y los pegó sobre el rostro del autómata para recrear la mascarilla que se había roto en el bosque y cubrir la fisura de la cabina del piloto.

      A continuación volvió a poner a prueba sus capacidades, pensó un momento y ordenó:

      «Se ha hecho de noche, enciende las luces Raptor.»

      El robot se dirigió hacia el interruptor y encendió las luces. Joshua estaba asombrado, no era necesario explicarle qué hacer u ordenar cada movimiento, bastaba con impartirle una orden y él la seguía sin dudar.

      «Coge mi bebida preferida» dijo, intentando impartir una orden más compleja.

      El robot se dirigió hacia el pequeño frigorífico, lo abrió y cogió una lata de Coca Cola, volvió con el chaval y se la dio con delicadeza. La conexión mental era tan profunda que Raptor podía acceder a todas las informaciones necesarias para completar la orden recibida, sin tener necesidad de recibir aclaraciones o explicaciones. Lo conocía mejor que su madre y tenía un poder inmenso. El joven hinchó el pecho y sonrió satisfecho. ¿Qué más podía desear?

      Joshua comenzó a fantasear sobre lo que podría hacer con su nuevo amigo, pensó en el torneo y en cómo podría ganarlo con facilidad. No quería usarlo, porque creía que no sería leal con respecto a los otros adversarios, luego, pensándolo mejor, llegó a la conclusión de que, hasta ese momento, luchar contra las multinacionales de la Robótica, con los inmensos fondos de que disponían y con los innumerables científicos que cada día trabajaban para crear robots cada vez más evolucionados y potentes, no había sido para nada leal y le había producido numerosas y humillantes derrotas. Ahora tenía la posibilidad de limpiar su nombre y pagarles con la misma moneda.

      Mientras pensaba en lo que podría hacer con su nuevo juguete, se dio cuenta de que su padre y su madre le harían algunas preguntas y querrían una explicación, debía inventarse algo para justificar la existencia del nuevo robot y debía hacerlo con rapidez antes de que sus padres volviesen a casa.

      Siguió pensando en algunas posibles soluciones, pero todas le parecían poco plausibles, hasta que tuvo una corazonada. Cogió el teléfono móvil, llamó a su amigo Lucas Martin y le dijo que viniese rápidamente porque habían sucedido algunas cosas increíbles y no podía explicarlas por teléfono.

      Lucas llegó corriendo unos minutos después, afortunadamente vivía cerca. Joshua le explicó con pelos y señales todo lo sucedido en el bosque, le mostró al alienígena en el tarro y le hizo una demostración de las capacidades del nuevo robot. Le explicó el motivo por el cual no había ido a las autoridades, luego le pidió que le ayudase para dar una explicación a sus padres.

      Estudiaron un plan perfecto. Dirían que el robot pertenecía a Lucas, que no había conseguido inscribirlo en las eliminatorias del torneo a tiempo y que, por lo tanto, al ser mejor que el robot de Joshua, se lo había prestado encantado. Su versión de los hechos parecía bastante creíble ya que el padre de Lucas, que era un millonario al mando de una multinacional y senador, compensaba su continua ausencia y el escaso interés por su hijo y la familia con costosos regalos. El padre del pequeño inventor nunca habría pedido una confirmación al padre de Lucas porque no tenían buenas relaciones debido a una vieja cuestión de confines de las propiedades.

      Esperaron juntos la llegada de los padres de Joshua, definiendo, mientras tanto, algunos detalles y enterrando el cuerpo del pequeño alienígena en el terreno cercano al cobertizo para evitar que pudiese ser encontrado por alguien. Lucas había conseguido sacarle la promesa de que, si se le presentaba otra oportunidad, le procuraría también a él otro robot alienígena.

      Cuando el padre del pequeño genio llegó al cobertizo para buscar a su hijo, los muchachos le contaron la historia que habían inventado. El padre no tuvo ningún problema en creerles, es más agradeció a Lucas su amabilidad y le pidió que también le diese las gracias a su padre que había dado su consentimiento. Parecía contento por su hijo que, después de tantas humillaciones tenía, por fin, un buen robot para el torneo.

      Joshua ordenó mentalmente a Raptor ponerse en modo reposo y salió del cobertizo junto con su padre y su amigo, se despidieron y cada uno se dirigió hacia su propia casa. En cuanto llegó a casa contó también a su madre la historia del préstamo. La mujer, que era menos ingenua que su marido, estaba perpleja y comenzó a hacer un montón de preguntas. Quería saber por qué motivos la familia de Lucas había accedido al préstamo, considerando que la posibilidad de la destrucción del robot no era tan remota. El chaval explicó que el juguete de su amigo era muy fuerte y que no sería destruido y si, desafortunadamente, esto ocurriese, lo pagaría él con


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