Cicatrices del ayer. Пиппа Роско

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Cicatrices del ayer - Пиппа Роско


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      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2020 Pippa Roscoe

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Cicatrices del ayer, n.º 2830 - enero 2021

      Título original: Demanding His Billion-Dollar Heir

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.: 978-84-1375-199-3

      Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Si te ha gustado este libro…

      Capítulo 1

      ESTÚPIDA, ESTÚPIDA, estúpida».

      ¿Qué diablos había hecho? Maria había salido corriendo del suntuoso salón de baile del hotel La Sereine tras su discusión con Theo, temblando por la devastación que había visto en sus ojos y en los de su prometida cuando reveló accidentalmente el plan de Theo de dejar a Sofia en el altar. Theo Tersi, el hombre al que pensaba que amaba desde hacía seis años.

      Pero no era así. Se dio cuenta de ello cuando vio el horror y la tristeza reflejados en los rostros de la pareja de prometidos. Nada de lo que había sentido alguna vez por Theo había suscitado tanto dolor.

      Maria Rohan de Luen aspiró con fuerza el aire mientras sentía cómo le caían libremente las lágrimas por las mejillas. Lágrimas por ellos y por sí misma. Porque sabía que había destrozado algo entre ellos que Maria había buscado para ella durante mucho, mucho tiempo. Sabía que lo que pensaba que sentía por Theo no era más que un deseo desesperado de ser amada.

      Se maldijo a sí misma por su debilidad. Una parte de ella deseaba desesperadamente volver, explicárselo a Sofia y disculparse con Theo… pero lo cierto era que temía causar más daño que otra cosa. Así que se dejó caer sobre la suave hierba que rodeaba el lago bajo el cielo nocturno. Agarró con fuerza el cuello de la botella de champán a la que se había agarrado mientras lanzaba las palabras que amenazaban con romper el lazo entre dos personas que claramente se amaban. Nunca había sido muy de beber, pero a sus veintidós años, Maria pensó que si había algún momento bueno para emborracharse hasta perder la consciencia, sin duda era aquel.

      Theo, el mejor amigo de su hermano mayor, había estado presente en su vida desde que ella cumplió dieciséis años. Sebastian y Theo se habían unido al instante tras un acuerdo empresarial beneficioso para ambos, y no había ni un solo recuerdo familiar en los últimos seis años en el que no estuvieran los dos. Maria contuvo una carcajada al pensar en la palabra «familia». No había visto a su padre ni a su madrastra en casi dieciocho meses. Y estaba bien así.

      Se preguntó qué pensaría su padre de lo que había pasado. Seguramente le dedicaría aquella mirada con la que en realidad no la estaba viendo a ella, sino a otra mujer, una a la que había amado tanto que no fue capaz de recuperarse de su pérdida. Y luego daría un respingo cuando Maria empezara a hablar, porque entonces se vería que no era su madre por mucho que se parecieran.

      Maria no tenía recuerdos de ella, ni ningún objeto heredado. Valeria, su madrastra, se había encargado de que fuera así. Solo conservaba un collar. El que siempre llevaba puesto como homenaje a la mujer que había muerto dándole la vida.

      Alzó la vista hacia el cielo nocturno y se presionó los párpados con las palmas de las manos. Oh, Dios, ¿qué había hecho?

      –¿Está ocupado este asiento?

      Desde el momento en que Matthieu vio aquella figura al lado de Lac Peridot, un extraño instinto de autoprotección le hizo saber que debía marcharse de allí. Salir corriendo. Desde la vacía baranda que rodeaba el salón de baile del hotel andorrano, donde estaba celebrándose una gala benéfica, había visto a aquella mujer de pelo oscuro vestida de encaje blanco bajo la luz de la luna.

      Matthieu Montcour sabía que no era prudente acercarse a una mujer que estaba tan claramente perdida en sus pensamientos, pero no pudo evitarlo. Había algo bellamente trágico en ella. La joven se sentó de manera descuidada y miró hacia el lago con una botella entre la tela del vestido. No se trataba de una seductora experimentada, su habitual compañía. Había en ella una inocencia, un brillo, que lo atraía. Aunque no era en absoluto un caballero andante. No. Era la bestia sobre la que las madres alertaban a sus hijas.

      Por primera vez desde hacía años, no podía negarse el deseo de ver más de cerca a la mujer que le había atrapado la vista y la imaginación. Se apartó de la baranda y dejó atrás los sonidos y el ambiente del baile para caminar despacio por la suave hierba, deteniéndose a un metro de donde estaba la joven.


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