Gesta de lobos. Thomas Harris

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Gesta de lobos - Thomas Harris


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      © LOM ediciones Primera edición, julio 2019 ISBN: 9789560011985 eISBN: 9789560012654 RPI: 304.512 Motivo de portada: Grabado antiguo de una manada de lobos. Walter Heubach (1865-1923) Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2 860 68 00 [email protected] | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en Gráfica LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile

       A Teresa Calderón

       Aún hallándonos a mil leguas de la poesía, dependemos de ella todavía por esa súbita necesidad de aullar –último estadio del lirismo.

      E.M. Cioran: Silogismos de la amargura.

       Los perros invaden el cementerio Y el hombre sonríe, extrañado Ante el misterio del lobo Y los perros invaden la calle Y en sus dientes brilla la luna Pero ni tú ni nadie, hombre muerto, Espectro del cementerio Sabrá acercarse mañana ni nunca Al misterio del lobo.

      Leopoldo María Panero: “Himno a Satán” (3ª versión)

      El sonido y la furia (de Lobo) (Ubi sunt)

      Yo, Lobo, con Loba adosada a los huesos,

       En el osario de la ciudad yerma, absorto, miro lo que queda

       De ella, mi bestia amante de los pámpanos encostrados,

       Y llueve sobre mi cuerpo perruno un chaparrón de recuerdos

       De los tiempos en que copulábamos con la ferocidad

       De las bestias, y el territorio demarcado temblaba

       A cada embestida de mi falo en llamas contra sus grupas

       De piel exudando la transpiración acre de la temporada

       Del celo, después de aullarme sus ganas para que

       Con mi legua feroz robara esa fetidez crepuscular.

       ¿Y qué queda de ti, Loba, ahora, esta noche envenenada?

       Rasguño y lamo tu cadáver como una Utopía desgarrada.

       Me froto contra tus restos, contra tus huesos y la sangre lacada,

       Como un soldado loco después de la batalla donde cayó

       Toda la horda de lobizones, a medio camino de mi yo-hombre,

       Y me flagelo con espadas imaginarias de ese campo de Marte;

       Pero el dolor de mi lomo es real, implacable como tu muerte,

       El asesinato de mi bestia adorada.

       He aquí todo lo que queda de Loba lacerada,

       Las tetillas del vientre erectas aún, pero inservibles

       Bajo una luna humillada que secreta su menstruación de plata

       Sobre los despojos de Loba abatida en la grama,

       Y el humo de los Cazadores del Deseo que van dejando

       Su huella de teas y gritos borrachos,

       Hacia los burgos post-medievales y su chatarra.

       ¿Quién será ahora la depositaria de mi semen, la sacerdotisa

       Salvaje de mi falo aún erguido, eyaculando lágrimas por

       Tu ausencia? ¿Hasta dónde continuará, Loba, tu muerte?

       ¿Qué será de mis ojos, bermejos, como el Mar Rojo

       Sin el hábito animal de tu presencia,

       Y mis colmillos demandantes de tu grupa,

       Que ahora muestro aguzados a la muerte que ríe en el bosque?

       Pero esculpiré algún día tu cuerpo de mi cuerpo,

       Reharé un día que ya veo despuntar, con mi propia sangre

       Y mis heridas, tu flexible abdomen y tus grupas míticas.

       La misma luna me susurra que la resurrección de Loba ya adviene.

       Por ahora paso la lengua por tus despojos y espero,

       Aguardo a que mi saliva asesina del animal le dé los primeros

       Y ondulantes pálpitos de mi respiración

       En el bosque que solloza.

       Lobo susurra el plan de la resurrección a Loba asesinada

      Este es el plan, le digo a mi Loba asesinada:

       Desquiciarte con mis aullidos

       Hasta que el regreso de tu bestialidad domesticada

       Por la muerte, que te dieron los Cazadores del Deseo, fatal dádiva,

       Tenga que transitar por un laberinto de rituales olvidados

       Ya para los dioses del nuevo orden post-medieval,

       Y también me aúlles desde el Hades Lupus,

       El deseo que te encerraron en un capullo de piel gris,

       Fétida a tumba con un réquiem apócrifo:

       Te arrojaré motas de mi pelambre, que te guiarán hacia mi

       Nuevo palacio animal donde reina el Deseo,

       Porque ahora estoy escribiendo el poema del deseo lupino,

       Donde tú serás el más bestial cuerpo a leer,

       Y tus gemidos, ritmos y rimas obscenos de tu gruta,

       Y también morderé tus ojos y si me los devoro

       Los guardaré como dos perlas negras, húngaras,

       En mi esófago voraz, porque ya no voy de lobo a hombre

       Ni de hombre a lobo,

       Y nadie podrá perturbar mi bestialidad

       Con las absurdas lecturas de los clásicos apócrifos.

       Mis libros en la cueva serán la voz del viejo bardo americano,

       El Aullido de Ginsberg, los silogismos de Ciorán:

       Y mala cueva al que entre en esta madriguera,

       Porque le daré con mi nueva sabiduría animal

       Por el culo, hasta el desgarro y el goce,

       Y con mis citas fulgurantes de sabiduría de albañal,

       Te haré sentir, Loba despojada, que tu carótida es

       El clítoris que conduce directo a las orgías dormidas

       En tu corazón, que yo despertaré con mis falos de marfil

       Aguzado por estos versos que rujo y otros poemas jamás escritos

       Porque ahorcaron al Villon que los imaginaba antes de nacer.

       Ellos te guiarán hacia mi luz de hijo de la noche.

       El momento de la ira

      El bosque umbrío solloza y traga

       Para adentro la resina

       De los árboles que tiemblan,

       Convulsos no de viento sino de ira contenida.

       Ira contenida por la muerte de Loba,

       Ira acumulada por ira de la ira de Lobo,

       Por su amante lupina, ahora de Nadie,

       Porque Nadie podrá heredar la Nada,

       Por su condición de bestia salvaje,

       De hijo de la noche sin carena,

       Nave peluda hirsuta que ha fondeado

       Su proa de colmillos,


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