Viaje al centro de la Tierra. Julio Verne

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Viaje al centro de la Tierra - Julio Verne


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      Índice de contenido

       Viaje al centro de la Tierra

       Julio Verne

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Capítulo 13

       Capítulo 14

       Capítulo 15

       Capítulo 16

       Capítulo 17

       Capítulo 18

       Capítulo 19

       Capítulo 20

       Capítulo 21

       Capítulo 22

       Capítulo 23

       Capítulo 24

       Capítulo 25

       Capítulo 26

       Capítulo 27

       Capítulo 28

       Capítulo 29

       Capítulo 30

       Capítulo 31

       Capítulo 32

       Capítulo 33

       Capítulo 34

       Capítulo 35

       Capítulo 36

       Capítulo 37

       Capítulo 38

       Capítulo 39

       Capítulo 40

       Capítulo 41

       Capítulo 42

       Capítulo 43

       Capítulo 44

       Capítulo 45

      Viaje al centro de la Tierra

      Julio Verne

       Publicado: 1864 Categoría(s): Ficción, Acción y Aventura

      Capítulo 1

      El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Liden­brock, entró rápidamente a su hogar, situado en el número 19 de la König-strasse, una de las calles más tradicionales del barrio antiguo de Hamburgo.

      Marta, su excelente criada, se preocupó sobremanera, creyendo que se había retrasado, pues apenas empezaba a cocinar la comida en el hornillo.

      "Bueno"- pensé para mí- , si mi tío viene con hambre, se va a armar la de San Quintín; porque no conozco a otro hombre de menos paciencia.

      -¡Tan temprano y ya está aquí el señor Lidenbrock! -exclamó la pobre Marta, con arrebol, entreabriendo la puerta del comedor.

      -Sí, Marta; pero tú no tienes la culpa de que la comida no esté lista todavía, porque es temprano, aún no son las dos. Acaba de dar la media hora en San Miguel.

      -¿Y por qué ha venido tan pronto el señor Lidenbrock?

      -Él lo explicará, seguramente.

      -¡Ahí viene! Yo me escapo. Señor Axel, cálmelo usted, por favor.

      Y la excelente Marta se retiró presurosa a su recinto culinario, dejándome solo.

      Pero, como mi timidez no es lo más indicado para hacer entrar en razón al más irascible de todos los catedráticos, había decidido retirarme prudentemente a la pequeña habitación del piso alto que utilizaba como dormitorio, cuando se escuchó el giro sobre sus goznes de la puerta de la calle, crujió la escalera de madera bajo el peso de sus pies fenomenales, y el dueño de la casa atravesó el comedor, entrando con apresuramiento en su despacho, y dejando al pasar, el pesado bastón en un rincón, arrojando el mal cepillado sombrero encima de la mesa, y dirigiéndose a mí con tono imperioso,


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