Dos regalos maravillosos. Cristián Sahli Lecaros
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CRISTIÁN SAHLI LECAROS
DOS REGALOS MARAVILLOSOS
El matrimonio cristiano y el celibato por el Reino de los Cielos
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2021 by CRISTIÁN SAHLI LECAROS
© 2021 by EDICIONES RIALP, S.A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
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Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (edición impresa): 978-84-321-6020-2
ISBN (edición digital): 978-84-321-6021-9
ÍNDICE
I. EL CRISTIANO, UNA PERSONA QUERIDA
III. EL SER HUMANO ORIENTADO HACIA LA COMUNIÓN
VI. DOS CAMINOS PARA AMAR Y SER AMADOS
VIII. EL CELIBATO POR EL REINO DE LOS CIELOS
IX. LA ESENCIA DEL CELIBATO CRISTIANO
X. SOLO LA FE PERMITE COMPRENDER EL CELIBATO
XII. MATRIMONIO Y CELIBATO: DONES DIVINOS
XXII. ALIMENTAR EL AMOR EN LA PROPIA VOCACIÓN
XXIII. LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE: LA FIDELIDAD
XXIV. DISCERNIMIENTO DE LA VOCACIÓN: GENEROSIDAD
XXV. UNA VIDA VALIOSA, UNA PERSONALIDAD GRANDE
PATMOS, LIBROS DE ESPIRITUALIDAD
¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mateo 19, 4—6).
Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos (Juan 2, 1).
Jesús les dijo: Los hijos de este mundo se casan y ellas son dadas en matrimonio; sin embargo, los que hayan sido dignos de alcanzar el otro mundo y la resurrección de los muertos, no se casarán, ni ellas serán dadas en matrimonio. Porque ya no pueden morir otra vez, pues al ser hijos de la resurrección son iguales a los ángeles e hijos de Dios (Lucas 20, 34—36).
El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y está dividido (1 Corintios 7, 33—34).
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Gran misterio es éste, pero yo lo digo en relación a Cristo y a la Iglesia. En todo caso, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer reverencie al marido (Efesios 5, 31—32).
Os aseguro que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos por causa del Reino de Dios, que no reciba mucho más en este mundo y, en el siglo venidero, la vida eterna (Lucas 18, 29—30).
No todos son capaces de entender esta doctrina —les respondió él—, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Pues, hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; también hay eunucos que han quedado así por obra de los hombres; y los hay que se han hecho eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda (Mateo 19, 11—12).
Jesús le respondió: Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme (Mateo, 19, 21).
Me gustaría que todos los hombres fuesen como yo;