Caída y ascenso de la democracia. David Stasavage

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Caída y ascenso de la democracia - David Stasavage


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democracia moderna surgió y se mantuvo a pesar de la alta y creciente desigualdad. Al mismo tiempo, la democracia no solía contribuir demasiado, por sí sola, a atajar esa desigualdad y, con el tiempo, las élites fueron conscientes de ello. Mientras que los autores de los “Federalist Papers” estaban obsesionados con el peligro que una república podía entrañar para la propiedad a finales del siglo xix, las élites de la Europa occidental aprendieron a adoptar una actitud más indiferente: ¿por qué preocuparse por el sufragio universal, si eso no se traducía en unos fuertes impuestos o en expropiaciones? Esta conclusión tiene connotaciones positivas y negativas: la democracia puede ser más estable de lo que pensamos frente a una gran desigualdad, pero si lo que preocupa es la desigualdad, la democracia no va a proporcionar, por sí sola, una solución.

      Desarrollo económico

      El problema de la hipótesis del desarrollo económico es que, si consideramos el surgimiento de la democracia en Europa como un proceso muy largo que se remonta a la época medieval, e incluso antes, entonces debemos recordar que en esos siglos previos Europa no estaba más desarrollada que el resto del mundo; de hecho, a menudo era al revés. Incluso cuando hicieron la transición a la democracia moderna, muchos países eran bastante pobres, según nuestros estándares actuales. Cuando se produjo el advenimiento de la Tercera República Francesa en 1870, Francia tenía el mismo nivel de PIB per cápita que tiene hoy Tanzania.

      Extraemos conclusiones con unos matices similares cuando invertimos la relación y preguntamos qué efecto tiene la democracia en el desarrollo económico. El argumento habitual es que la democracia será más favorable al crecimiento porque en una democracia la gente sentirá que su propiedad está más segura. Profundizaré en este tema en el capítulo viii. La evidencia muestra que, cuando comparamos la democracia temprana y la autocracia, cada uno de estos sistemas tenía fortalezas y debilidades en lo relativo al desarrollo económico. Precisamente porque en el gobierno democrático temprano el poder estaba descentralizado, había poco riesgo de que un gobernante central pisoteara los derechos de propiedad. Sin embargo, el poder descentralizado también puede generar barreras de entrada para los nuevos participantes en el mercado y, por esta razón, la democracia temprana pudo ser un freno a la innovación. La República Holandesa es un ejemplo de esto. Si miramos a las autocracias, vemos un patrón inverso: en China y Oriente Próximo, ayudó a crear un mercado muy amplio, a través del cual podían viajar las ideas y las innovaciones, pero el talón de Aquiles de la autocracia fue la inestabilidad. Con un poder centralizado y un Estado burocrático, el riesgo era que los gobernantes pudieran cambiar de pronto las reglas hacia direcciones no deseables.

      el futuro de la democracia

      La democracia temprana existió durante miles de años en un amplio conjunto de sociedades humanas: era una institución muy sólida. Una de mis principales motivaciones para contar esta historia ha sido intentar arrojar una nueva luz sobre la democracia moderna. En términos comparativos, la democracia moderna solo lleva existiendo un breve periodo de tiempo. Deberíamos considerarla un experimento en curso y, tal vez, incluso sorprendernos de que haya logrado sobrevivir siquiera. A lo largo de la extensa trayectoria de la historia de la humanidad, las sociedades han estado gobernadas de manera autocrática por alguien que dispuso de una burocracia estatal, o han tenido algo parecido a la democracia temprana allí donde no había Estado, el poder estaba descentralizado y su escala general tendía a ser pequeña. La idea de que se pudiera sostener una democracia en un sistema de gobierno tan grande como las trece colonias estadounidenses, unido a un Estado central, no tenía precedentes. Podemos utilizar las lecciones de la historia para extraer tres conclusiones sobre el futuro de la democracia.

      Las nuevas democracias

      Para comprender mejor lo que está sucediendo, deberíamos dar un paso atrás. En lugar de centrarnos en los acontecimientos de los últimos años, consideremos el presente desde la perspectiva de 1988, el año anterior a la caída del muro de Berlín. Si dispusiéramos de la mejor investigación politológica del momento y alguien nos preguntara por las posibilidades de que un país como Ghana fuese una dinámica democracia al cabo de treinta años, habríamos dicho que es poco probable. Ghana era demasiado pobre y estaba demasiado dividida étnicamente para sobrevivir como democracia.

      Entonces, ¿por qué las predicciones de 1988 resultaron tan equivocadas? La inesperada caída del muro de Berlín sería un gran motivo, pero la reciente ola de democratización no puede atribuirse solo a la desaparición de la rivalidad entre las superpotencias. La lección, más profunda, que ofrece la historia es que, en determinadas condiciones –que ni mucho menos son raras–, la gobernanza democrática surge de forma natural entre los seres humanos. Muchas de las sociedades que hicieron la transición a la democracia después de 1989 habían practicado formas de democracia temprana mucho antes de su encuentro con los europeos. La tecnología de la democracia moderna, con elecciones y partidos, es algo nuevo, pero el principio de la demokratia –que el pueblo debe tener el poder– no lo es.


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