Averroes intempestivo. Rodrigo Karmy Bolton (coautor)

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Averroes intempestivo - Rodrigo Karmy Bolton (coautor)


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e il posto del pensiero. Turín: Einaudi, 2013.

      ESPOSITO, Roberto. Tercera persona: Política de la vida y filosofía de lo impersonal. Traducción al castellano por Carlo Rodolfo Molinari Marotto. Buenos Aires: Amorrortu, 2009.

      GAGLIARDI, Antonio. Scritture e storia: averroismo e cristianesimo. Catanzaro: Rubbettino, 1998.

      IBN RUŠD, Abū l-Walīd (Averroes). Epítome del libro Sobre la generación y la corrupción. Traducción al castellano por Josep Puig Montada. Madrid: CSIC, 1992.

      IBN RUŠD, Abū l-Walīd (Averroes). L'incoerenza dell'incoerenza dei filosofi. Traducción al italiano por Massimo Campanini. Turín: UTET, 2006.

      IBN RUŠD, Abū l-Walīd (Averroes). Sobre el intelecto. Editado por Andrés Martínez Lorca. Madrid: Trotta, 2004.

      LIZZINI, Olga. “Wuǧūd-Mawǧūd/Existence-Existent in Avicenna: A Key Ontological Notion of Arabic Philosophy”. Quaestio 3 (2003): pp. 111-138.

      NIETZSCHE, Friedrich. El crepúsculo de los ídolos. Traducción al castellano por José Carlos Mardomingo Sierra. Barcelona: Ediciones Folio, 2007.

      NUSSEIBEH, Sari. The Story of Reason in Islam. Stanford: Stanford University Press, 2017.

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      STIMILLI, Elettra. Il debito del vivente: ascesi e capitalismo. Macerata: Quodlibet, 2011.

      VITO, Emiliano. L’immagine occidentale. Macerata: Quodlibet, 2015.

      Betzabeth Guzmán Soto

      I. Las dos lecturas sobre la figura de Averroes

      ¿Quién es Abū l-WalīdʾAḥmad ibn Muḥammad ibn Rušd más conocido como Averroes? Hay varias respuestas generalizadas en el pensamiento filosófico occidental sobre la figura de quien ha sido designado como parte de los comentadores orientales de la antigua filosofía griega. La respuesta más conocida nos dice que Averroes es un lector del siglo XII de la filosofía de Aristóteles. Pero, también, el mismo Averroes es el pensador peripatético y problemático autor de las tres tesis sobre el intelecto o la potencia pasiva del pensar. Problemático, porque en este autor, otrora condenado por la escolástica, Occidente vio con regularidad una figura que había que ocultar de la historia de la filosofía. Porque nadie debió haber leído en el De anima de Aristóteles que el intelecto se encuentra separado del alma humana. Ninguna mente estudiosa debió haber deducido de aquel pasaje una noética de una potencia intelectual separada del hombre, única y eterna. Y es que esta comprensión contiene un peligro para la historia del pensar metafísico, epistémico e incluso político de todos los grandes filósofos europeos aparentemente herederos de la reflexión griega, porque leer al intelecto separado del alma humana implica quedarse sin el sujeto racional de las teorías que proponen la actividad cognitiva de las mentes humanas. Por eso, la generalización de la historia de la filosofía y el pensar prefiere ver en Averroes un comentador errado más que un filósofo. Y si acaso es un filósofo, es un filósofo de la errata, un teórico del equívoco y del imposible porque no es admisible concebir que la humanidad no piense sin rebajarla a la condición animal.48 Pero también es válido apreciar que ver en Averroes tanto un mero comentador como la producción de un error filosófico es solo una forma de leer un acontecimiento. Para la peyorativa consideración de Averroes como comentador, se puede atender a lo siguiente. Si la filosofía es en alguna medida el diálogo de ciertos problemas esenciales (el ser, el conocer y el deber), que se corrige y se refuta a lo largo del tiempo, pero ante todo se reactualiza, ¿por qué no se constituye como filosofía el momento en que un cordobés leyendo a un griego formuló su propia interpretación a partir de la reflexión de un tratado sobre el alma? Por otra parte, si la filosofía efectivamente está en un proceso actual de ser ella menos canónica, menos europea, menos blanca y menos hombre, como único sujeto racional, Averroes podría dejar de representar la deshonra y el error del pensamiento filosófico. Desde nuevas perspectivas filosófica –necesarias para un diálogo que se reactualiza– resulta legítimo entender que la potencia común del intelecto averroísta no es necesariamente una catástrofe en su constitución como esencialmente separada de las mentes. Al postular su noética, Averroes no afirmó que los hombres no piensan, sino que no pensaban en el modo en que cada uno fuese autor de su posibilidad del pensar pues la potencia no es producida por ellos. En otras palabras, no hay sujetos que posean la posibilidad del pensar, sino que hay una abstracción eterna y separada que nos permite pensar por ser común a toda la especie humana. Que no es el hombre quien piensa en el sentido averroísta es una cuestión que queda demostrada en el existir del infante y en el paso de la ignorancia al saber, ambas manifestaciones de que lo intelectivo es una posibilidad brindada y no generada pero que también exhiben lo intermitente del pensar ya que no somos dueños de este en su generalidad ni en su posibilidad absoluta. Han existido siglos de desconocimiento o de infancia así como siglos de errores o desafortunada ignorancia.

      Siguiendo ahora esta corrección en la aparente afirmación averroísta de que el hombre no piensa, es posible reconocer en aquel gesto que lleva a la tradición occidental a combatir esta teoría una lectura equívoca, basada principalmente en el fundamentalismo de Santo Tomás y su teología cristiana de la eternidad de las almas racionales. Surge aquí una cuestión a reflexionar. Uno de los cuentos del Aleph de Jorge Luis Borges, Los teólogos, narra la historia de un teólogo medieval, Aureliano, que se esmera por refutar y condenar a un autor hereje, Juan de Panonia, solo para descubrir que en el Cielo ambas identidades corresponden a la misma persona.49 A partir de esta metáfora del condenador y el condenado, podríamos preguntarnos si acaso la tradición filosófica que condena el error averroísta no se estaría condenando a sí misma en su error. Con ello se justificaría una vuelta a Averroes ya que es una tarea pendiente entender de qué nos habla este autor. De esta manera, ensayaremos una propuesta de revisión de aquel intelecto que ha sulfurado a Occidente pero que en ocasiones ha sido mal comprendido. Y debido a que resulta interesante una teorización de las posibilidades del pensar más allá de la mente individual, y a propósito de Borges, nos ayudaremos del imaginario borgeano y ciertas metáforas de la totalidad y el infinito para entender al intelecto averroísta. Puesto que, si la historia de la filosofía es en este caso una historia de las falsas acusaciones, es la imaginación de la literatura la que nos tendrá que acompañar para ver de otra manera las ideas que se encuentran en la filosofía de Averroes.

      II. El intelecto averroísta

      En el texto Commentarium Magnum in Aristotelis De anima, Averroes comprende un intelecto o potencia del intelecto como condicionante del entendimiento humano en su actividad cognitiva. Este intelecto es un eterno posibilitador del pensar “porque no tiene ninguna naturaleza ni esencia [específica]”50 que lo influya, sino que solo es un dador de las formas. Se trata de un garante de las posibilidades de concebir formas y objetos en nuestra mente que también es referido como intelecto material51 ya que no tiene más naturaleza que ser un intelecto contenedor absoluto de las formas sin poseer una forma o materia concreta fuera de su materialidad posibilitadora. En definitiva, el intelecto averroísta es un intelecto sin forma y materia singular, una potencia y diáfano descorporizado que permite o posibilita el pensar porque recibe y alberga las formas que la imaginación humana, o el entendimiento de cada mente, podrá actualizar.

      La relación entre las categorías de posibilidad y material resulta ser crucial para comprender al intelecto descrito por la noética de Averroes. En tanto que potencia, el intelecto es posibilitador y, por lo tanto, es material. Y como material, la posibilidad del intelecto se explica en su esencia receptora análoga a una tabula rasa o un diáfano que inscribe a las formas posibles de ser pensadas sin poseer él mismo una forma específica. Es decir, solo siendo en sí mismo un proveedor informe de las formas el intelecto material posibilita el pensar en el psiquismo singular.

      A lo largo del texto, Averroes nos reitera la naturaleza no alterable del intelecto, y con esto


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