El Juego Más Peligroso. Barbara Cartland
Читать онлайн книгу.va a ser de mí ahora?− gemía la niña−. No me mandarán a un orfanato... ¿verdad?
No era raro que tuviera miedo, si había visto los orfanatos de la India, donde los niños eran alimentados adecuadamente, pero tratados con extrema severidad.
La abrazó conmovido y dijo:
−¡Te prometo que eso no sucederá!
−Entonces... ¿a dónde iré?
−Ya se me ocurrirá algo. Vamos, no llores...
Y diciendo esto, Hugo se preguntaba cómo podría cumplir su promesa.
Fue al llegar a Nápoles cuando recordó que Mildred Leigh, una prima de su padre, vivía en Sorrento. Tenía casi sesenta años y, como padecía reumatismo, los médicos le habían aconsejado que fuera a vivir a un clima más cálido que el de Inglaterra.
Era una solterona muy afable que a menudo se sentía demasiado sola, sobre todo por vivir en un país extranjero. Impulsado por una corazonada, Hugo fue a verla con Lolita. La prima Mildred entendió de inmediato el problema y ofreció quedarse con la niña.
−Será una dicha tenerla conmigo− aseguró−. La enviaré a uno de los mejores colegios de Nápoles y estoy segura de que será listísima, además de una belleza.
A la hora de la despedida, Lolita se aferró al cuello de Hugo.
−¿No se olvidará de mí?− le preguntó−. ¿Volverá a visitarme pronto?
−Tan pronto como me sea posible. Pero debes recordar que soy Militar, como tu Padre, y he de obedecer órdenes.
−Pero..., ¿se acordará de mí?
−¡Te lo prometo!
Aún podía recordar el Duque la patética figura infantil que, con lágrimas en los ojos, le decía adiós a la puerta de la villa sorrentina.
Luego le había escrito durante varios meses y enviado tarjetas postales.
Por aquel entonces lo destinaron por dos años a las Antillas y posteriormente le asignaron una misión especial en la India.
Fue en Calcuta donde se enteró de algo que jamás habría creído que pudiera ocurrir: ¡se había convertido en el cuarto Duque de Calverleigh!
Su padre, hijo menor del tercer Duque, había recibido muy poco, mientras que su hermano mayor lo tenía todo, como era costumbre de acuerdo con el sistema de mayorazgos.
Esto no era cosa que preocupase a Hugo Leigh, contento como estaba con su vida militar.
La noticia de que su abuelo, el Duque y su tío, el Marqués de Calverleigh, se habían ahogado cuando cruzaban el mar de Irlanda durante una tormenta, fue para él como la explosión de una bomba.
Se apresuró a regresar de la India y se encontró con que había mucho que hacer, no sólo en el Castillo sino en sus posesiones campestres y en la Corte.
El cambio que experimentó su vida resultó fantástico. De Capitán sin importancia había pasado a convertirse en un hombre riquísimo, poseedor de uno de los títulos más ilustres de Inglaterra. ¡Incluso la Reina Victoria lo recibió en el Castillo de Windsor!
El Duque debía reconocer que se había olvidado de Lolita. Al llegar a la patria escribió a sus abogados para que investigaran qué había quedado de las propiedades de Charles Gresham, cuyo producto debían invertir de la mejor manera para la niña.
Pero no se preocupó de hacer más, confiado en que si algo anduviera mal, su prima Mildred se lo habría hecho saber. Y ahora, viendo los ojos acusadores de Lolita, sólo pudo decir:
−Lo siento, Lolita. Si pudieras perdonarme...
−Usted prometió que no se olvidaría de mí.
Por un momento, al Duque le pareció que era la niña de diez años atrás quien le hablaba.
−Lo sé y me siento muy avergonzado− confesó−, pero tenía tanto en lo que pensar...
−Yo esperaba que por lo menos me escribiera en las navidades... y también tía Mildred se sintió muy herida porque Su Señoría no le envió ni una tarjeta después del primer año que pasé con ella.
El Duque se sentó junto a Lolita en el sofá y le pidió:
−¿Por qué no me sirve una taza de té? Hablaremos del futuro. Por mucho que nos pese, ya no podemos deshacer el pasado.
−Eso es cierto− convino Lolita−, pero yo lo he... odiado a usted durante tanto tiempo, que me va a ser difícil sentir otra cosa.
El Duque sonrió.
−Eso resulta muy inquietante... pero Lolita, ahora se encuentra usted en Inglaterra para comenzar una nueva vida.
Lolita sirvió el té y dijo:
−Supongo que mi padre dejaría algún dinero. De otra manera, tendré que convertirme en una bailarina.
−¡Usted no hará nada por el estilo! ¡Soy su Tutor y no lo permitiré!
−¿Qué? ¿Dice usted que es mi Tutor?
−¡Claro que lo soy! Su madre la dejó a mi cuidado y yo la llevé con mi prima, ¿no? . Si descuidé mis obligaciones en el pasado, ahora debo compensar el tiempo perdido.
Lolita frunció el entrecejo.
−Yo no... no pretendía convertirme en un estorbo. Sólo pensaba que usted podría darme el dinero de mi padre... y luego ya encontraría yo algo que hacer.
−Lo que va a hacer es brillar en ese gran mundo que a usted no le interesa.
−No… no, deseo volver a la India.
−Quizá más adelante... Pero, ¿por qué a la India en particular?
−¡Porque quiero vengar a mi padre!
−¿Que quiere hacer… qué?− se asombró el Duque.
−Vengar a mi Padre. Los rusos lo mataron y yo pienso vengar su muerte.
−¿Y cómo piensa hacerlo?
Lolita miró al Duque de una manera extraña, como si tratara de ver dentro de su corazón.
−Usted quiso a mi padre, ¿no es así? Y usted sabe que aquella mujer rusa lo traicionó, provocó su muerte y la de sus hombres. ¡Sólo cuando la haya matado, a ella o a cualquier otra como ella, sentiré que he cumplido mi deber!
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