La vida psíquica: elementos y estructuras. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
La vida psíquica: elementos y estructuras
Izvor 222-Es
ISBN 978-84-939263-6-6
Traducción del francés
Título original:
LA VIE PSYCHIQUE: ÉLÉMENTS ET STRUCTURES
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I
CONÓCETE A TI MISMO
“Conócete a ti mismo...” Pocas personas han sabido interpretar verdaderamente esta fórmula inscrita en el frontispicio del Templo de Delfos. ¿Quién es este “sí mismo” que debemos conocer? ¿Acaso se trata de nuestro carácter, de nuestras debilidades, de nuestros defectos y cualidades?... No; si conocerse fuese únicamente eso, los sabios nunca habrían inscrito este precepto en el frontispicio de un templo. Este conocimiento es necesario también, desde luego, pero resulta insuficiente. Conocerse es mucho más. Conocerse es Regar a ser consciente de los diferentes cuerpos de que estamos compuestos, desde los más densos hasta los más sutiles; de los principios que animan estos cuerpos, de las necesidades que nos hacen sentir y de los estados de conciencia que les corresponden, de los que no sabemos nada. Todos nos observamos un poco, tratamos de conocer algunas de nuestras tendencias buenas o malas, y decimos: “¡Ya me conozco!” Pero todavía no nos conocemos.
En realidad, no existe ninguna representación del ser humano que abarque completamente su gran complejidad; por ello no hay que extrañarse de que las religiones y los diferentes sistemas filosóficos no hayan tenido la misma concepción de su estructura. Los hindúes, por ejemplo, lo dividen en 7, y los teósofos también han adoptado esta división. Los astrólogos lo dividen en 12, en correspondencia con los 12 signos del zodíaco, y los alquimistas en 4, de acuerdo con los 4 elementos. Los cabalistas han escogido el 4 y el 10: los cuatro mundos y los diez sefirot. En la religión de los antiguos Persas, el mazdeísmo, y después en el maniqueísmo, el hombre se divide en 2, de acuerdo con los 2 principios del bien y del mal, de la luz y de las tinieblas, Ormuzd y Ahrimán. En cuanto a los cristianos, a menudo lo dividen en 3: cuerpo, alma y espíritu. Aún añadiré que ciertos esoteristas han escogido la división en nueve, porque repiten el 3 en los 3 mundos, físico, espiritual y divino.
¿Dónde está la verdad? Está en todos. Depende del punto de vista con el que se observe al hombre. Por eso no rechazo ninguna de estas divisiones. A menudo, por comodidad, divido al hombre en 2: la naturaleza inferior o personalidad y la naturaleza superior o individualidad, porque esta división facilita la comprensión de ciertos problemas.1 Para otras explicaciones escojo la división en 3, 6, ó 7, sí me parecen más claras para vosotros. Estas divisiones sólo son medios fáciles para presentar tal o cual aspecto de la realidad. No se contradicen entre ellas porque cada una es verdadera desde un punto de vista distinto.
Cuando queremos dar una idea de la anatomía del ser humano no lo representamos todo a la vez, sino que, para facilitar su comprensión, tenemos que confeccionar diferentes láminas que correspondan a los distintos sistemas: óseo, muscular, circulatorio, nervioso... En geografía también se hacen varios mapas: físico, político, económico, geológico, etc... Pues bien, lo mismo sucede en todos los niveles. Exactamente igual que el anatomista o el geógrafo, los Iniciados utilizan diversos esquemas o divisiones según los aspectos del ser humano y las cuestiones que quieren profundizar.
1 Naturaleza humana y naturaleza divina, Colección Izvor nº 213.
II
EL CUADRO SINÓPTICO
“Como es abajo es arriba, y como es arriba es abajo”2, dijo Hermes Trismegisto. Existen en el hombre unos principios sutiles con sus necesidades y actividades propias, lo cual es fácilmente comprensible si tomamos como punto de partida las necesidades y las actividades del cuerpo físico. Esto es lo que voy a tratar de enseñaros gracias a este cuadro sinóptico, en el que he querido reunir los principales elementos de nuestra vida física y psíquica.
Empecemos, pues, por el cuerpo físico. ¿De qué tiene necesidad? De salud. Para tener salud necesita alimentarse, debemos comer. Para conseguir este alimento, nos hace falta dinero. Y para tener dinero, hay que trabajar. Ved que es sencillo. Pues bien, puesto que lo que hay abajo, en el mundo físico, es como lo que hay arriba, en el mundo espiritual, hay que saber que volvemos a encontrar los mismos procesos en los planos sutiles para los demás principios de los que está constituido el hombre: la voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu. Cada uno de estos principios tiende hacia una meta: para alcanzar esta meta, necesita ser alimentado; para tener este alimento, hace falta dinero; y el dinero sólo se gana trabajando.
Consideremos la voluntad: tiene como meta el movimiento, es decir, el poder. Necesita actuar sobre las cosas, los seres y las situaciones, para modelarlas y transformarlas. Pero no puede ser activa si no se alimenta, y su alimento es la fuerza: alimentada por la fuerza, la voluntad puede manifestarse. Ahora bien, para comprar esta fuerza necesita dinero, y este dinero es el gesto: tenemos que salir de la inmovilidad y de la inercia para desencadenar estas energías. Acostumbrándose a actuar, a moverse, la voluntad “compra” la fuerza y se vuelve poderosa. Todos los esfuerzos físicos que podáis hacer, fortalecen vuestra voluntad.
A continuación consideremos el corazón ¿De qué tiene necesidad el corazón? Necesita
sentirse colmado, busca el calor, el gozo, la felicidad. Su alimento es el sentimiento, y la moneda que sirve para pagarle es el amor. Cuando amáis, este amor es el “dinero” que os permite “comprar”, es decir, adquirir y sentir todo tipo de sentimientos, de sensaciones, de emociones. Si perdéis vuestro amor, perdéis la felicidad y vivís en el frío ¿Cómo conservar esta riqueza del amor? Cultivando cada día la armonía con las criaturas y con todo el universo.
¿Y el intelecto? Necesita ser instruido, busca la luz, el conocimiento. Su alimento es el pensamiento. El dinero que le permite comprar los mejores pensamientos es la sabiduría. Y la actividad que permite obtener la sabiduría es la meditación. Únicamente la sabiduría puede alimentar vuestro intelecto con los mejores pensamientos, permitiéndole así obtener la luz que busca.
El ideal del alma es el espacio, la inmensidad. El alma humana es una pequeñísima parte del Alma universal y se siente tan limitada y comprimida en el interior del hombre que su único deseo es crecer, expandirse a través del espacio. Para alcanzar este ideal tiene, asimismo, necesidad de ser reforzada. El alimento para ello son todas las cualidades de la conciencia superior: la impersonalidad, la abnegación, el sacrificio. El dinero gracias al cual se compra este alimento es el éxtasis, la fusión con el mundo divino. El trabajo que permite obtener esta fusión es la oración, la contemplación. Sí, realmente, la actividad propia del alma es la contemplación.
El ideal del espíritu es la eternidad, porque el espíritu, cuya esencia es inmortal, trasciende al tiempo. Pero para obtener la eternidad, el espíritu necesita alimentarse, y este alimento es la libertad. Así como el alma necesita expansionarse, el espíritu, en cambio, tiene necesidad de cortar todos los lazos que le retienen encadenado. La verdad es el dinero con el que el espíritu compra la libertad. Cada una de las verdades que llegáis a descubrir sobre cualquier tema os da la posibilidad de liberaros. Jesús decía: “Conoced la verdad y la verdad os hará libres...” Sí, la verdad libera. La actividad que permite alcanzar la verdad es la identificación con el Creador. Aquél que se identifica con el Creador llega a ser uno con El, posee la verdad, ¡y se libera! Cuando Jesús decía: “Mi Padre y yo somos uno”, resumía este proceso de identificación.
En este cuadro he querido resumir y encajar los principales elementos de la vida física, y sobre todo psíquica, que se encuentran generalmente dispersos, para formar con ellos