La energía sexual o el dragón alado. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
La energía sexual o el Dragón alado
Izvor 205-Es
ISBN 978-84-936850-4-1
Traducción del francés
Título original:
LA FORCE SEXUELLE OU LE DRAGON AILÉ
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I
EL DRAGÓN ALADO
En todas las tradiciones populares, en los cuentos, en las mitologías, encontramos la imagen de la serpiente o del dragón, cuyo simbolismo es más o menos idéntico en una u otra cultura. Innumerables cuentos hablan de un dragón que tiene prisionera en un castillo a una bella princesa inocente y pura. La pobre princesa llora, languidece y suplica al Cielo que le envíe un salvador. Pero uno tras otro, los caballeros que se presentan para liberarla son devorados por el dragón, que se apodera de sus riquezas y las guarda en los subterráneos del castillo. Por fin, un día llega un caballero, un príncipe más noble, más hermoso y más puro que los demás, al que un mago le ha revelado el secreto para vencer al dragón: su debilidad; el momento y la manera en que puede atarlo o herirlo... Y he aquí que este príncipe privilegiado, bien armado e instruido, obtiene la victoria: consigue liberar a la princesa y entonces, ¡qué dulces besos se dan!
Todos los tesoros acumulados durante siglos en el castillo pertenecen a este caballero, a ese hermoso príncipe que ha salido victorioso del combate gracias a sus conocimientos y a su pureza. Después, ambos se suben en el dragón que conduce el príncipe y recorren el mundo volando por el espacio.
Este tipo de cuentos que, en general, creemos reservados a los niños, son, en realidad, cuentos iniciáticos, pero para poder interpretarlos es necesario conocer la ciencia de los símbolos. El dragón no es otra cosa que la energía sexual. El castillo es el cuerpo del hombre. En ese castillo suspira la princesa, es decir, el alma, que la energía sexual incontrolada retiene prisionera. El caballero es el ego, el espíritu del hombre. Las armas de las que se sirve para vencer al dragón representan los medios de que dispone el espíritu: la voluntad y la ciencia para dominar y utilizar esta fuerza. Por lo tanto, una vez dominado, el dragón se convierte en el servidor del hombre, que lo usa de montura para viajar por el espacio. Es el dragón alado. Aunque se le representa con una cola de serpiente – símbolo de lis fuerzas subterráneas – también posee alas. Pues sí, está claro, es muy sencillo, es el eterno lenguaje de los símbolos.
Encontramos una variante de esta aventura en la historia de Teseo, quien, gracias al hilo que le había dado Ariadna, pudo orientarse a través del laberinto, matar al Minotauro y encontrar la salida. El Minotauro es otra representación de la energía sexual, es el toro poderoso y prolífico, y por lo tanto, es la naturaleza inferior, a la que debemos sujetar al yugo para trabajar la tierra como lo hace el buey.1 El laberinto tiene el mismo significado que el castillo; es el cuerpo físico, y Ariadna representa el alma superior que conduce al hombre hacia la victoria.
En las tradiciones judías y cristianas, el Dragón es representado por el Diablo, y el Diablo, como todos sabemos, huele a azufre.2
Todos esos productos inflamables como la gasolina, el petróleo, la pólvora, esas mezclas de gases que producen llamaradas y detonaciones, son precisamente, en la naturaleza, el Dragón que escupe fuego. Ese Dragón, que existe también en el hombre, es comparable a un combustible. Si el hombre sabe servirse de él, ascenderá a las alturas pero, si no sabe utilizarlo porque es ignorante, negligente o débil, será quemado, reducido a cenizas o precipitado al abismo.
1 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 14, cap. II: “Tomar el toro por los cueros. El caduceo de Hermes”.
2 La Ciudad celeste (Comentarios del Apocalipsis), Col. Izvor n° 230, cap. X: “La mujer y el dragón”, cap. XI: “El Arcángel Mikhaël derrota al dragón”, cap. XII: “El dragón proyecta agua sobre la mujer”, y cap. XV: “El dragón atado durante mil años”.
II
AMOR Y SEXUALIDAD
Pregunta: “Maestro, ¿querría usted decirnos la diferencia que existe entre el amor y la sexualidad, y cómo podemos utilizar la sexualidad en la vida espiritual?”
He aquí una pregunta muy interesante, que atañe a lo más importante que hay en la vida, y que concierne a todo el mundo. Sí, tanto a los jóvenes como a los viejos...
Yo no diría que estoy cualificado para responder a todas las preguntas que comporta este problema. Lo único que me diferencia de los demás, es que me gusta ver las cosas desde un cierto punto de vista, y he consagrado toda mi vida a la adquisición de este punto de vista. En primer lugar, os diré unas palabras para que no empecéis a criticarme diciendo: “Yo he leído libros sobre el amor y la sexualidad donde decían muchas más cosas. ¡Qué ignorante es este instructor!” Pues sí, soy ignorante, ¿por qué no? Pero los que han escrito esos libros no tenían mi punto de vista y no han entendido esta cuestión como yo la entiendo. Podéis, por lo tanto, si así lo queréis, informaros leyendo todo lo que los psicoanalistas y los médicos han escrito sobre la sexualidad, pero yo quiero llevaros hacia otro punto de vista casi desconocido hasta ahora.
¿Cuál es este punto de vista? Me he entretenido en representarlo mediante la siguiente imagen. Un profesor diplomado en tres o cuatro universidades trabaja en su laboratorio donde hace todo tipo de investigaciones y experiencias... Pero he aquí que su hijo de doce años, que está jugando en el jardín, se ha subido a un árbol, y desde allí arriba grita: “Papá, veo llegar a mi tío y a mi tía...” El padre, que no ve nada, pregunta al niño: “¿A qué distancia están? ¿qué traen?” Y el niño le da toda la información. A pesar de toda su ciencia, el padre no ve nada, mientras que el niño, que es pequeño e ignorante, es capaz de ver muy lejos, simplemente porque su punto de vista es diferente: él ha subido muy alto, mientras que su padre se ha quedado abajo.
Evidentemente, esto no es más que una imagen, pero os hará comprender que si bien es útil tener facultades intelectuales y conocimientos, el punto de vista es todavía más importante. Según observemos el universo desde el punto de vista de la tierra o desde el punto de vista del sol, obtenemos resultados muy diferentes. Todo el mundo dice: “El sol sale, el sol se pone...” Sí, es cierto, pero también es falso. Es cierto desde el punto de vista de la tierra; desde el punto de vista geocéntrico tenéis razón. Pero desde el punto de vista heliocéntrico, solar, es falso. Todos miran la vida desde el punto de vista de la tierra, y, evidentemente, desde ese punto de vista tienen razón. Ellos dicen: “Hay que comer, ganar dinero, disfrutar de los placeres...” Pero si se situasen en el punto de vista solar, es decir, en el punto de vista divino, espiritual, verían las cosas de manera distinta.3 Y es ese punto de vista el que yo poseo, el que me permite presentaros la naturaleza del amor y de la sexualidad de una manera totalmente diferente.
En principio, parece difícil separar la sexualidad del amor. Todo viene de Dios, y todo lo que se manifiesta a través del hombre como energía, es, en su origen, una energía divina; pero esta energía produce efectos diferentes según el conductor a través del cual se manifiesta. Podemos compararla con la electricidad. La electricidad es una energía de la que ignoramos su naturaleza, pero cuando pasa a través de una lámpara se convierte en luz; al pasar por un radiador, se manifiesta como calor; al pasar por un imán se convierte en magnetismo; al pasar por un ventilador se transforma en movimiento.
De la misma manera, existe una fuerza cósmica original que adopta uno u otro aspecto según el órgano del hombre a través del cual se manifiesta. A través del cerebro, se convierte en inteligencia, raciocinio; a través del plexo solar o del centro Hara, se convierte en sensación y sentimiento; cuando pasa por el sistema muscular, se manifiesta como movimiento;