Antropología. Jorge. G. Aranguren
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Tomás de aquino
ANTROPOLOGÍA
Textos escogidos
de la Suma Teológica
Introducción, traducción y notas
de Rafael Gómez Pérez
EDICIONES RIALP S. A.
MADRID
© 2017 de la versión española y de la introducción, realizada
por Rafael Gómez Pérez, by EDICIONES RIALP, S. A.
colombia, 63 — 28016 Madrid
(www.rialp.com)
Preimpresión: Jorge Alonso Andrades
ISBN: 978-84-321-4753-1
Depósito legal: M-1343-2017
Impreso en Grupo Gráfico Gómez Aparicio, S.A.
(Casarrubuelos, Madrid)
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ÍNDICE
Hitos
1 Portada
2 Créditos
3 Inicio
Introducción
«Este es el mayor grado de dignidad en los seres humanos, que no por otros, sino por sí mismos
se dirijan hacia el bien».
(Sto. Tomás de Aquino, Comentario a la Epístola
de san Pablo a los Romanos, capítulo II, lección tercera)
La inmensa obra y la lucidez de entendimiento de santo Tomás de Aquino (1225-1274) son desconocidas por la gran mayoría de los cristianos. De lo contrario, podrían beneficiarse del enorme esfuerzo intelectual llevado a cabo por alguien a quien James Joyce, nada sospechoso de filocatolicismo, consideraba «uno de los ingenios más preclaros que ha producido la humanidad».
De la obra tomista se han hecho miles de glosas y comentarios, pero, salvo en la literatura especializada, no se acude a su texto con la deseable frecuencia. Eso se debe quizá a lo árido que resulta su estilo, a primera vista. Al escribir, Tomás de Aquino no pretendía emocionar, sino persuadir con razonamientos. Para eso acude a centenares de fuentes, entre las cuales se encuentran las obras de los anteriores escritores cristianos, en especial de san Agustín —para discrepar de él en ocasiones—. Pero también de musulmanes como Avicena, y de judíos como Maimónides. Y, antes que nadie, en lo que respecta a la filosofía, acude a Aristóteles, aunque cada vez brilla con más claridad la influencia de Platón, a través de san Agustín y de otros escritores neoplatónicos.
En Tomás de Aquino la filosofía hunde sus raíces en la metafísica del ser, lo que a su vez enlaza con la teología, porque Dios es el ser por esencia y todos los demás lo son por participación. Sin la radicalidad del acto de ser no se entiende la filosofía tomista: Ser (esse) como acto, como verbo, aunque también se emplee seres para referirse a los entes (ente es lo que “tiene” ser).
A partir de ahí santo Tomás escribe sobre lo divino y humano, con una precisión y una agudeza que aún asombran. Para facilitar un acercamiento a la obra de este gigante del pensamiento se ha hecho la presente selección, tomada de su obra más madura, la Suma teológica.
Dos temas conviene subrayar: primero, el de los “trascendentales”, es decir, aquellas propiedades que convienen al ente en cuanto ente: unidad, verdad, bondad y belleza, y que, a la vez, son las grandes aspiraciones y posibilidades del ser humano y el horizonte de sus actuaciones; segundo, el de la acción humana, en la que se destaca, antes que nada, el libre albedrío. La frase que inicia esta introducción alude al rechazo de Tomás de Aquino a toda imposición intelectual: la mayor dignidad del ser humano es ir, por sí mismo, en busca de la verdad y del bien. No hay educación sin autoeducación. Pero en la autoeducación es bueno servirse de quienes han pensado mucho y bien. Y uno de ellos es Tomás de Aquino.
Para entender y disfrutar con estos textos es preciso familiarizarse con términos acuñados por Aristóteles. Bien mirados, casi todos ellos son fácilmente comprensibles y casan con el sentido común.