El Monstruo De Tres Brazos Y Los Satanistas De Turín. Guido Pagliarino
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Libro publicado por Tektime
Tektime S.r.l.s. - Via Armando Fioretti, 17 - 05030 Montefranco (TR) – Italia
Guido Pagliarino
El monstruo de tres brazos
y
Los satanistas de Turín
Dos cuentos largos
Guido Pagliarino
El monstruo de tres brazos y Los satanistas de Turín
Dos cuentos largos
Traducción del italiano al español de Mariano Bas
Distribución Tektime
Copyright © 2019 Guido Pagliarino
Cuento «El monstruo de tres brazos» © Copyright del original de 1994 de Guido Pagliarino
Cuento «Los satanistas de Turín» © Copyright del original de 1994 de Guido Pagliarino
Ediciones italianas de la obra:
1ª edición, en formato papel, «Il mostro a tre braccia e I satanassi di Torino, due racconti», © Copyright 2009-2011, 0111 Edizioni. Desde 2012, de nuevo © Copyright de Guido Pagliarino: todos los derechos retornaron al autor.
2ª edición, solo en e-book en todos los formatos, «Il mostro a tre braccia e I satanassi di Torino, due racconti lunghi», © Copyright 2015 Guido Pagliarino.
3ª edición, libro y e-book «Il mostro a tre braccia e I satanassi di Torino, due racconti lunghi», Tektime Editore, © Copyright 2017 Guido Pagliarino.
4ª edición, solo en audiolibro, leído por Alessia Illuminati, «Il mostro a tre braccia e I satanassi di Torino, due racconti lunghi», Tektime Editore, © Copyright 2017 Guido Pagliarino.
Las cubiertas de todas las ediciones y las imágenes correspondientes fueron creadas electrónicamente por Guido Pagliarino,
Los acontecimientos, nombres de personas, entes, empresas y sociedades y productos que aparecen en estos cuentos son imaginarios y cualquier posible parecido con la realidad presente o pasada es mera coincidencia involuntaria.
Índice
El monstruo de tres brazos, cuento largo
Los satanistas de Turín, cuento largo
Turín bajo las nubes (detalle)
Escribí estos dos cuentos largos en 1994 y 1995, poco antes de que apareciera la moda de las novelas negras y policiacas italianas, y son obras basadas en las figuras de Vittorio D’Aiazzo, comisario y luego subjefe de policía, y Ranieri Velli, su ayudante y amigo, personajes que, uno u ambos, vuelven en otras obras mías: hace muy poco tiempo que ha salido de las imprentas de la editorial Genesi la última novela sobre el personaje de D’Aiazzo, la precuela La furia de los insultados.
En estas obras siempre he prestado en primer lugar atención a las psicologías y los ambientes, todos en un pasado más o menos reciente y con algo de nostalgia por esa Turín de mi adolescencia y juventud que ya no existe. Estaban y están destinadas a los lectores de narrativa en general que, aunque no desdeñen obras que tratan sobre delitos, no tienen gustos picantes. Por tanto, no esperéis cuentos al estilo de Raymond Chandler o James Ellroy o, quedándonos en Europa, de Manuel Vázquez Montalbán, pero tampoco, por otro lado, se realizan deducciones enrevesadas, muy poco verosímiles, como las ideadas por Agatha Christie.
La acción del par de cuentos incluidos en este libro se desarrolla en un periodo todavía pre-informático, entre finales de la década de 1950 e inicios de la de 1960, en una Turín donde, en el área de Porta Palazzo y alrededores, donde transcurre la primera obra, no vivían todavía, como hoy, prácticamente solo extracomunitarios, sino ancianos piamonteses jubilados, originarios de la zona, y familias jóvenes de inmigrantes del sur; una ciudad donde arterias principales, como el Corso Vittorio Emanuele II y el Corso Regina Margherita casi veían más medios públicos de transporte que privados. Por estos últimos y por los contraviales circulaban muchas bicicletas, algunas a motor, mientras que ya se veían los primeros 600 y 500, normalmente comprados a plazos, con kilos de letras, por algún empleado que prosperaba en su carrera o que trabajaba en la reina FIAT, señora hasta hoy de Turín y alrededores. También retumbaban aquí y allá los automóviles de mayor precio, adquiridos por exponentes de la burguesía alta y media, como el FIAT 1400 y el Alfa Romeo 1900 (este usado también por la policía: la llamada Pantera) o como el fantasmagórico y apropiado para los hijos jóvenes de los ricos Lancia Aurelia Sport 1200, el de la película «La escapada», que competía directamente con el Alfa Giulietta Spider 1300. Con los automóviles y las bicicletas circulaban las Vespa y Lambretta, junto a algunas motocicletas de pequeña cilindrada. Aquella era una época en la que no existían todavía el ordenador personal ni el móvil, todas las familias tenían radio, pero poquísimas televisor, en blanco y negro y solo con el canal de la RAI: pero no había publicidad, salvo el simpático y hoy en día casi mítico «Carosello». Una Turín, en suma, en la que un investigador podía trabajar casi como sus colegas de los clásicos de la novela europea negra y policiaca de los años 1920 a 1950.
En el primer cuento, «D'Aiazzo y el monstruo de