El Metro Del Amor Tóxico. Guido Pagliarino

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El Metro Del Amor Tóxico - Guido Pagliarino


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All rights reserved to Guido Pagliarino – Todos los derechos son propiedad del autor – Libro distribuido por Tektime S.r.l.s. Unipersonale, Via Armando Fioretti, 17, 05030 Montefranco (TR) - Italia - P.IVA/Código fiscal: 01585300559 - Registro mercantil de TERNI, N. REA: TR – 108746

      Guido Pagliarino

      EL METRO DEL AMOR TÓXICO

      Novela

      Con el apéndice del cuento sobre los mismos personajes

      EL DIFUNTO D’AIAZZO

      Traducción de Mariano Bas

      Guido Pagliarino

      El metro del amor tóxico

      Novela

      con el apéndice del cuento sobre los mismos personajes

      El difunto D’Aiazzo

      Traducción de Mariano Bas

      Obra distribuida por Tektime

      © Copyright 2020 Guido Pagliarino – Todos los derechos pertenecen al autor

      Ediciones de esta obra en italiano:

      1ª edición bajo el título Il Poeta e il Committente, romanzo, libro en papel, © Copyright 2007-2014 Boopen Editore, descatalogado desde 2014 y desde ese mismo año © Copyright de Guido Pagliarino

      2ª edición, revisada y corregida, publicada solo como e-book en todos los formatos bajo el título Il metro dell’amore tossico (Il Poeta e il Committente), romanzo, © Copyright 2015 Guido Pagliarino, Smashwords Edition

      3ª edición, revisada y corregida, publicada en e-book en todos los formatos y como libro en papel bajo el título Il Metro dell'amore tossico, romanzo, con l’appendice del racconto, fin a oggi inedito, sui medesimi personaggi, Il fu D’Aiazzo, Tektime Editore, © Copyright 2017 Guido Pagliarino

      La imagen de la portada ha sido creada electrónicamente por el autor.

      Los personajes, hechos, nombres de personas, entidades y empresas y sus sedes que aparecen en la novela son imaginarios, cualquier referencia a la realidad pasada o presente son casuales y absolutamente involuntarios.

       El metro del amor tóxico – Novela

      Capítulo I

       Capítulo II

       Capítulo III

       Capítulo IV

       Capítulo V

       Capítulo VI

       Capítulo VII

       Capítulo VIII

       Capítulo IX

       Capítulo X

       Capítulo XI

       Capítulo XII

       Capítulo XIII

       Capítulo XIV

       Capítulo XV

       Capítulo XVI

       Capítulo XVII

       Capítulo XVIII

       Capítulo XIX

       Capítulo XX

       Capítulo XXI

       Capítulo XXII

       Capítulo XXIII

       Capítulo XXIV

       Capítulo XXV

       El difunto D’Aiazzo - Cuento

       El metro del amor tóxico

       Novela

       ( © 1992 )

      Era el 1 de julio de 1969, martes. Al llegar a casa al final de la tarde, recogí de mi buzón un sobre grande. En ese momento, solo observé que había llegado por vía aérea de una ignota Alfio Valente Cultural Foundation de Nueva York. No di demasiada importancia al pliego y, sin apresurarme, subí a casa, un modesto apartamento en el último piso de un viejo edificio del centro histórico, me puse cómodo y, finalmente, sentándome en el escritorio de la pequeña habitación que me servía de estudio, abrí el sobre. Me llevé una maravillosa sorpresa. Me habían concedido el Brooklyn Alfio Valente Poetry Award por mi obra poética traducida y publicada en Estados Unidos: un premio en metálico de unos estupendos 5.000 dólares, una cifra pingüe para esos tiempos, y me pagaban los gastos del viaje. Estos señores americanos debían tener una gran confianza en su servicio postal, dado que no me lo habían comunicado por correo certificado internacional. Me pedían, con la firma del presidente Albert Valente, que imaginaba que era un pariente y luego supe que era hijo del difunto titular de la fundación, que confirmara telefónicamente la aceptación del premio y mi presencia en la ceremonia de entrega de este. Consideré, después de echar una ojeada al reloj y, después de restar seis horas a las 17:38 que marcaba, que todavía era por la mañana en el huso horario de Nueva York. Llamé a la centralita de la única sociedad telefónica italiana de aquellos tiempos, la SIP, 1 para que me pusiera con la fundación: en cuanto a la celeridad de las llamadas intercontinentales, era un tiempo de mamuts en el que quien llamaba debía recurrir a una de las telefonistas de la SIP y esperar que esta, después de muchos minutos de espera como mínimo, finalmente lo conectara con el lejano número gracias a un circuito de comunicaciones operado a mano.

      Colgué y, a la espera de que sonara de nuevo el aparato advirtiéndome de que estaba en línea, me regocijé con la idea de la inesperada ganancia que estaba a punto de recibir, algo verdaderamente providencial, pues el arte de la poesía, como resultaba natural, no me generaba casi ningún ingreso y vivía gracias a colaboraciones esporádicas en un diario de Turín, La Gazzetta del Popolo, y al inseguro trabajo de traductor y editor en una editorial, retribuido a destajo por cada libro. En realidad también tenía escrita una novela, potencialmente mucho más comercial que las obras en verso, e incluso había conseguido publicarla con la gente de la misma editorial turinesa para la que trabajaba, no sin el desgaste de unas cuantas aproximaciones al Kan de todos los Kanes, como solíamos llamar entre nosotros al altanero y a veces caprichoso propietario: tuve muchos elogios de la crítica, que habían llenado mi portafolios, y ningún éxito comercial, al tratarse de «una obra de prosa poética más que de una novela con un relato», como me comunicó finalmente el editor, ya dubitativo a la hora de llevarla a la imprenta, recalcando el tono sobre la última palabra. Es bueno


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