Judas Iscariote, el Calumniado. Juan Bosch
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PAPELES DEL TIEMPO
JUDAS ISCARIOTE, EL CALUMNIADO
Juan Bosch
Prólogo de
Baltasar Garzón Real
Edición y notas de
Rafael Sarró
PAPELES DEL TIEMPO
Número 17
© Prólogo, Baltasar Garzón Real, 2009
© Edición y notas, Rafael Sarró, 2009
© Herederos de Juan Bosch, 2009
© Epílogo de Diómedes Núñez Polanco, 2009
© Machado Grupo de Distribución, S.L.
C/ Labradores, 5
Parque Empresarial Prado del Espino
28660 Boadilla del Monte (MADRID)
ISBN: 978-84-9114-068-9
Índice
Prólogo. Baltasar Garzón
Aclaración para la edición dominicana
Juan Bosch, un caribeño universal, por Diómedes Núñez Polanco
“Tu serás el treceavo, y serás maldecido por las otras generaciones, pero gobernarás sobre ellas en los últimos días.Y maldecirán tu ascenso a la perfección”
(Evangelio de Judas)
I
¿Cómo establecer la culpabilidad o inocencia de quien, desde el principio de los tiempos, estaba condenado a ser culpable, en el marco de las Sagradas Escrituras que dieron a luz a la religión cristiana, una de las más antiguas y perdurables de las religiones, aquella en la que nos hemos educado y que nos ha gobernado durante siglos?
Lo primero que debería destacarse es la ausencia de datos o puntos de información sobre Judas Iscariote, el discípulo maldito de Jesús, en el NuevoTestamento y en la generalidad de los textos «oficiales» de la Iglesia, con excepción de los Hechos de los Apóstoles.
Judas, para la Iglesia, es la encarnación de un sentimiento repulsivo, designado por su nombre para castigar durante siglos al pueblo judío y necesario para que recaigan sobre él, cual «chivo expiatorio», toda la ignominia e iniquidad de su traición y de la muerte de Jesucristo.
La ausencia de información para el gran público ha dejado en manos de los estudiosos todo lo relacionado con Judas Iscariote y su papel en la historia del Cristianismo. Como dice HenryWansbrough, Judas ha sido durante dos milenios el centro antisemita cristiano, el epítome de la traición y la delación. No obstante, durante el siglo xx ha comenzado a reivindicarse la figura de este discípulo, que habiendo sido uno de los últimos en incorporarse al grupo, y el único que no era de Galilea, fue uno de los predilectos de Jesús, a quien éste le encargó, incluso, la tesorería de la organización.
A pesar de intentos como el de Bill Klassen que afirman y demuestran que en el evangelio mas antiguo (el de Marcos) no se identifica a Judas como traidor ni como ladrón (como lo hace Juan), lo cierto es que para la tradición cristiana, basándose en los evangelios posteriores y en la tendencia antisemita de los intérpretes, Judas es el prototipo universal de la traición. A lo largo de la historia, toda la iconografía cristiana ha representado a Judas de la misma forma, sin hacer reflexión alguna de lo que pudo suceder y sin conceder a aquél posibilidad alguna de «salvación», aunque fuera limitada. «Ser un Judas» o dar «el beso de Judas», durante siglos y hasta nuestros días, es el sinónimo de todo acto de apuñalamiento por la espalda, abusando de la confianza de la víctima.
Judas, el doblemente elegido por Jesús, como discípulo y como ejecutor de su identificación para el prendimiento, enjuiciamiento, ejecución, resurrección y ascensión a los cielos, es el más desconocido de los discípulos, y las versiones que se han hecho de él no le son favorables, hasta la aparición reciente del Evangelio de Judas que, por otra parte, no incide en los aspectos que ahora estamos tratando. Este documento, oculto durante siglos, y del que faltan importantes partes, es el primero que presenta a Judas con una perspectiva totalmente diferente y como un eslabón fundamental hacia la perfección divina.
Sólo Juan, «el más querido» de Jesús, se ocupa con especial detenimiento, pero también con inquina y animadversión, de Judas. No sólo lo tilda de traidor, sino también de ladrón; pero si éste era un ladrón, como afirma Juan, ¿cómo es posible que Jesús, el Maestro, le mantuviera al frente de la administración de las finanzas del grupo, a pesar, sin duda, de las denuncias que al respecto debió hacer Juan? Es llamativo que, durante la vida de Judas, estas acusaciones no existieran y que sea después de su muerte cuando comenzaron los ataques. ¿Por qué no se le expulsó del grupo si era un ladrón o un mal administrador? La respuesta es obvia: no era cierta la acusación de Juan, o al menos no estaba probada, y seguramente se debió más a cuestiones personales que a una realidad fáctica contrastada. Es decir, tal acusación parece más una construcción posterior hecha a la medida del resultado ya conocido, la participación de Judas en la identificación y delación de Jesús a las autoridades judías, para dar más sentido a la personalidad maligna del autor. Pero, obviamente, esto casa muy mal con el hecho de ser apóstol, elegido por Jesús, cuya pureza de alma se le debe presumir. O ¿acaso no le vamos a reconocer a Jesús, Hijo de Dios, el buen juicio para elegir a los que le acompañaban y que tendrían que ser los que propagaran su mensaje y sus doctrinas? En ningún momento Jesús excluyó a ninguno, antes bien, cuando pronunciaba sus discursos y hacía sus admoniciones a los doce apóstoles nunca insinuó ante ellos que quien le traicionaría no podría continuar entre el grupo de los elegidos enseñando su doctrina.
Siempre me ha atraído la figura de Judas Iscariote, el «Gran Culpable»,