Un amor robado. Dani Wade
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28001 Madrid
© 2020 Katherine Worsham
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un amor robado, n.º 2139 - agosto 2020
Título original: Reclaiming His Legacy
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-634-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo Uno
–¿Qué le ha pasado a la niñera, papá?
Blake Boudreaux creyó que su padre no contestaría, ya que había adoptado la actitud altiva que hacía juego con el traje hecho a medida, el cabello perfectamente peinado y los brillantes zapatos. Todo lo cual indicaba que no estaba obligado a dar explicaciones. Pero contestó con una calma mortal:
–Mi esposa, esa traidora, ha vaciado su cuenta corriente, en la que había una suma considerable. Tengo que recuperar la inversión.
–¿Despidiendo a la niñera de una niña enferma? ¿Te has vuelto loco?
–Tú nunca tuviste niñera y te fue bien.
Blake podría haberle dicho algunas cosas al respecto, pero no era el momento ni el lugar. Además, a su padre iba a darle igual.
Ya de por sí, haber vuelto a la plantación de los Boudreaux le había puesto nervioso. Aquel lugar le había dejado el corazón helado, a pesar de los años transcurridos.
–Yo no tenía epilepsia. Es una enfermedad grave. Hay que cuidar de Abigail.
–Es evidente que lo que le pasa es psicológico. Si no, su madre no se hubiera marchado a Europa dejándola aquí.
–¿Así que los médicos mienten?
–Están haciendo una montaña de un grano de arena. Deberían darle una pastilla para curarla. Seguro que no necesita nada más. Mientras se tome la medicación, estará bien. Y lo más importante, creerá que lo está.
Blake sabía que su padre era frío y autoritario y que despreciaba la vida de los demás. Pero era la primera vez que veía a Armand poner en peligro la vida de otra persona.
Abigail, su hermanastra, tenía siete años, y los síntomas habían sido tan graves que Marisa, su madre, la había llevado al especialista. En cuanto le dieron el diagnóstico de su hija, hizo las maletas y se fue a cambiar de aires.
–Los médicos no están locos. Podría ser peligroso –insistió Blake.
–No es tan malo como parece. Además, se diría que verdaderamente te preocupa –su padre hizo una mueca–. Teniendo en cuenta que es la primera vez que te veo desde que me dijiste, hace diecisiete años, que me metiera el dinero y los derechos paternos por donde me cupiesen, supongo que te debería tomar en serio.
La indirecta estaba justificada. Era la primera vez que pisaba la casa de su padre desde los dieciocho años. Si no lo hubiera hecho, no lo habría echado de menos. Podría haber seguido viviendo lujosamente en Europa, en vez de volver a aquella gélida casa, a pesar del calor agobiante del verano en Luisiana.
No habría conocido a la segunda esposa de su padre, Marisa, y a su hermanastra de, por aquel entonces, cinco años, si Marisa no hubiera estado de viaje en Alemania al mismo tiempo que él mantenía una relación con una princesa de un principado cercano.
Fue entonces cuando descubrió que a Marisa le gustaba conocer lugares exóticos y dejarse ver. Una niñera cuidaba de Abigail. Marisa se la había llevado con ella ante la negativa de Armand a que se quedara en casa. Marisa igualaba a su padre en narcisismo, aunque carecía de su espíritu vengativo.
En aquella época, Blake no creía que ningún niño llegara a importarle. Las mujeres que intentaban cambiarlo, y fracasaban, conocían su reputación de playboy. Los niños existían y eran graciosos, siempre que fueran de otros.
Sin