Lo que la mafia ha unido, que no lo rompa el Gonorrea. Angy Skay
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La playa
Un pacto
Machos ibéricos
Cayetano
Dos menús por siete euros
Anaelia
El peluquín
Boca Negra vs Rompecráneos
Agradecimientos
No sé muy bien cómo encauzar estos agradecimientos, aunque siempre me cuesta un tormento. Me gustaría agradecérselo a las personas que están conmigo a diario, que me permiten el tiempo; a mi sueño, que algunas veces me pide a gritos que, por favor, me acueste; a mis contracturas y esas cosas que estoy acostumbrándome mucho a compartir con mi querida compañera de letras. Y creo firmemente que ella es la persona a la que más tengo que agradecerle poder llegar a esta parte del libro.
A Noelia Medina, por permitirme entrar en su vida, en su mente y ser parte de las grandes historias que hemos creado. Y, aunque en el fondo sepa que no necesita que se lo diga, que me conoce más que incluso yo misma, quiero que sepa que la quiero un montón. Que valoro cada gesto, cada detalle y cada conversación que tenemos. No recordaba lo que era la amistad de verdad hasta que hace poco el destino me lo recordó con una simple tontería. No faltes nunca en mi vida, rubia.
A mi pelirrosa. Ma, no cambies, porque eres una de las grandes esencias de estos libros. Eres una persona que todo el mundo debería tener a su lado. Gracias por estar ahí, por seguir dejando que plasmemos un poquito más de ti.
A todos nuestros personajes, que han dado lo mejor de cada uno, y porque día a día nos demuestran que son capaces de sacar sonrisas y carcajadas que ahogan. Sois tan importantes que nos dais vida, alegría y unos momentos que jamás olvidaremos.
A los lectores que se atreven con Mafia de tres y nos regalan los comentarios y las opiniones sobre lo bien que alegramos los días grises. O, como bien dijo la bloguera Gafas de Leer: «Todo el mundo debería tener este libro en su estantería». Esas cosas son las que nos dan el aliento que necesitamos para continuar sin descanso.
A mi madre, Mercedes. Mi hermana, Patri, que también aparece por este libro. A mi marido, Luis, y a los niños de mi vida: Bryan, Eidan, Freya y William. Perdonadme por todo el tiempo que os quito. Algún día descubriréis que la magia existe de verdad y que algunas personas somos capaces de crearla con las letras.
No puedo olvidarme de algunas personas muy importantes como Rocío Pérez y Diana Paredes, dos pilares fundamentales por quienes un día decidimos crear esta historia entre una base militar y Colombia. Sois geniales, chicas.
A mi abuela, Zari, quien a sus setenta y ocho años es una bebedora de libros y la lectora premium que nunca tuve. Abuela, te quiero un montón y eres la caña de España.
Y, por último, y con mucha importancia, al equipo de LxL Editorial, por brindarnos lo que necesitemos y seguir creyendo en nuestras locuras.
A nuestra correctora, Carol Santana, por ser tan maravillosa que faltarían palabras en el mundo para decirle lo mucho que significa para nosotras.
A mis provocadoras, que me siguen allá adonde vaya y que nunca temen que las defraude. Gracias a vosotras, cada día me hago un poquito más fuerte.
Se os quiere.
Angy Skay
Terminar este libro ha sido como dejar un hueco vacío en alguna parte de mí que, aunque llore por la despedida, sonríe sabiendo que ahora os toca a vosotros conocer a sus personajes, sus vidas y sus momentos. Así que tenéis que permitirme agradecer, en primer lugar, a la persona que lo ha hecho posible: Angy Skay. Ha sido una compañera de letras inigualable y, lo más importante, mientras tanto, ha seguido siendo todo lo demás: amiga, compañera de trabajo y profesional. Hay cosas bonitas de la vida que no se olvidan; yo nunca olvidaré las noches de carcajadas hasta ahogarme y las lágrimas saltadas. La risa nos llena, nos da felicidad, y tú me has dado la oportunidad de ser un poquito más dichosa.
Te quiero muchísimo.
A Ma McRae. Qué decirle a la artífice indirecta de todo este mundo que se ha creado en torno a nuestra protagonista. Eres grande. Eres de esas personas que ya no quedan por el mundo, de las que te hacen llorar de la risa con solo abrir la boca y la que, de esa misma boca, se quita el bocado si a otro le hace falta. Comprende que queramos guardarte como un tesoro.
Te quiero un montón.
A todos los que formáis parte de nuestra mafia, ya sea presencial, con anécdotas, leyéndonos, comentándonos… Sois el motor de nuestro vehículo. Si seguís aquí, nosotras conduciremos sin parar para llevaros al destino de las risas.
A mi familia, que son mi pilar, mi empuje, mi todo. No solo me permitís robaros un tiempo que nunca volverá, sino que además me animáis a hacerlo para que mis sueños vayan cumpliéndose. Gracias, porque apoyarme para hacer lo que amo me ha dado las experiencias más gratificantes de mi vida.
A ti, que tienes este libro en las manos. Gracias por darle la oportunidad a nuestras horas de trabajo.
Noelia Medina
1
Agobio a la vista
Anaelia
La campanilla del ring volvió a sonar con insistencia, y los fuertes pisotones del público, seguidos de los aplausos y vítores, provocaron que me temblase el corazón. Si aquello no se caía, era de puro milagro.
Miré de reojo a mi derecha y vi cómo Patrick se abría otro botón más de la camisa; si seguía así, se quedaría sin la parte de arriba en menos que canta un gallo. Resoplaba, bufaba y se pasaba la mano por una barbita rubia que daban ganas de rechupetearla.
—¡Reviéééntalaaa, Angelines!
Ma gritó como una verdadera camionera y se ganó una mirada de reproche por parte de su futuro esposo. No entendía por qué Kenrick seguía asombrándose, cuando sabía de sobra que nosotras éramos así. Sonreí al ver que el Pulga y el Linterna la imitaban y aclamaban en alto con las servilletas de los bocadillos de jamón que acabábamos de comernos. Un trozo de jamón, pegado con anterioridad a la servilleta del Linterna, cayó sobre la mejilla de Patrick, quien lo aniquiló con los ojos.
El ambiente estaba muy tenso.
—¡Oh! Amigou alemán, don´t worry, yo chupar tu cara y limpio.
Los pulmones del aludido se llenaron tanto que pensé que iba a explotar como un puñetero pavo. Levantó su manaza, despegó el trozo de carne de su mejilla sin quitarle los ojos de encima al Linterna y lo tiró antes de soltar un último comentario sarcástico:
—No,