Macarras interseculares. Iñaki Domínguez

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Macarras interseculares - Iñaki Domínguez


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      Madrid (1985). © Miguel Trillo.

      © Iñaki Domínguez, 2020

      © De la presente edición: Editorial Melusina, s.l.

      www.melusina.com

      Primera edición: marzo de 2020

      Tercera edición corregida: noviembre de 2020

      Segunda edición digital: octubre de 2020

      Reservados todos los derechos de esta edición.

      Fotografía de cubierta: El boxeador Dum Dum Pacheco a las puertas de Carabanchel sobre su Lotus Cabriolet de 1970. Fotografía tomada del archivo personal de José Luis Pacheco.

      Imagen de cubierta: Jesús Araque e Iñaki Domínguez

      Diseño del mapa: Araceli Segura

      eisbn: 978-84-18403-09-5

      Dedicado a los macarras de Madrid

      contenido

       Introducción

       1. La figura del macarra: etimología e identidad

       2. Póker, putas y cuba libres: «Costa Fleming» y alrededores

       3. Historias de Lavapiés, años setenta

       4. Zona Cuatro Caminos: territorio salvaje

       5. Malasaña: iraníes, caballo y quinquilleros

       6. El Rock-Ola, las viejas pandillas y las nuevas tribus urbanas

       7. Mundo rocker: los «desterrados de la Movida» frente a los mods

       8. Punkis, heroína y poblados de la droga

       9. Torrejón y la prehistoria del hip hop español

       10. Pijos malos: la Panda del Moco

       11. Los macarras y el mundo de la noche: años ochenta y noventa

       12. Olavide, donde viven los monstruos: vuelcos, extorsión y abogados corruptos

       13. «¡La Prospe resiste!» Leyendas del barrio de Prosperidad

       14. cpv y la zona Este: el renacimiento del rap

       15. Treneros, ladrones, Tribunal y la fauna callejera

       16. La Ciudad de los Poetas o barrio de Saconia. Años noventa y dos mil

       Epílogo

      Introducción

      El libro que te dispones a leer es un análisis de una figura, quizás demodé, pero reconocible: el macarra autóctono español. Los macarras reales, no simulados, parecen tener cada día menos visibilidad en nuestro país y bien merecen un estudio pormenorizado. Quizás sea demasiado aventurado hablar de ellos como de una especie en extinción, pero sí da la impresión de que esta figura, en su vertiente tradicional, está poco a poco desapareciendo del mapa. A esto se debe mi interés en dicho tipo humano, que ha de ser comprendido, en este caso, desde unos parámetros temporales y geográficos concretos.

      Me ocupo aquí exclusivamente de los macarras interseculares, como reza el título; es decir, personajes que han habitado calles, parques y tugurios, siempre en los límites de la marginalidad, en un lapso de tiempo que va de los años sesenta del siglo xx hasta entrado el siglo xxi. Es a este periodo a lo que me refiero cuando uso la palabra «intersecular». Quizá el término resulte algo pedante, pero es una palabra evocadora que cuenta con una magnífica sonoridad. Por otra parte, quiero dejar claro que el término macarra no lo empleo despectivamente. Me refiero con él, como se diría informalmente, a personas con calle.

      Por otra parte, ¿cómo no? El macarra que estudio aquí es el que más destaca entre todos: el macarra castizo, madrileño. Si existe un macarra por antonomasia, ese es el habitante de la capital. Se ha dicho siempre de los «gatos» que son unos chulos, y no hemos de olvidar que, como comprobaremos más adelante, chulos y macarras en origen representan una y la misma figura: el proxeneta callejero. No cabe duda de que la cuna del macarreo patrio es la ciudad de Madrid.

      La idea de escribir este libro se me ocurrió hace ya años. No recuerdo bien si en torno a 2010, o así. Me pareció fascinante recuperar para la memoria las vidas y actividades de los más representativos macarras con los que hasta entonces me había topado, ya fuese en persona o de oídas en base a rumorologías. Llegó para mí el momento en que quise recordar aquellos nombres y hazañas del pasado, de un tiempo que se desvanece por momentos, para fijar en la memoria colectiva esos siempre efímeros mitos callejeros. Por otra parte, hay que entender que este libro es también un tratado de mitología urbana y de folclore contemporáneo; aunque no se trata solo de recabar dichos mitos, sino también de penetrar en ellos, de pasar al otro lado del espejo, de esas proyecciones colectivas que son los mitos, para encontrar el núcleo de verdad que dichos relatos contienen. Se trata, en parte, de hallar la «cosa en sí» del asunto; un trabajo, por otra parte, apasionante.

      Al ser un libro construido exclusivamente a base de entrevistas personales, se trata de una fuente primaria en toda regla; un texto que habrá de interesar a historiadores futuros especializados en el Madrid callejero del periodo intersecular. A pesar de que todo lo que aparece en las páginas que siguen es veraz y auténtico, este libro es necesariamente, como ya he dicho, un tratado de mitología urbana. Esto se debe a que la memoria es siempre selectiva y parcial, de modo que distorsiona los hechos. Existe siempre en la mente del informante una subjetividad inevitable que afecta a los contenidos narrados. En palabras del Coleta, famoso rapero al que entrevisté para esta investigación: «Igual que una persona cuando te cuenta que se ha pegado con otro pavo y no es igual cómo te lo cuenta que cómo ha sido… “¡No, es que le metí un puñetazo que le reventé la cara!”, y al final se enzarzaron sin más y le raspó, ¿sabes? Hay gente… que se inventa un personaje y se está tirando un moco que flipas». Sin embargo, la totalidad de los personajes que aparecen en el libro son «reales», es decir, que cuentan con «street cred» de sobra, algo que ha sido contrastado por espectadores, víctimas y perpetradores.

      Esta subjetividad narrativa no me preocupa demasiado, pues también me fascina esa distorsión como elemento propiamente mitológico que sirve de vehículo a ciertas verdades. El mito estimula la mente humana de una manera que la mera realidad es incapaz de lograr. Me interesa excitar esos elementos de la potencia simbólica, no a través del falseamiento de los datos, sino permitiendo que sean mis informantes, mis lectores y yo mismo los que construyamos este relato colectivo en base a hechos estrictamente verídicos. Dicho esto, relato cada historia con la mayor meticulosidad


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