La noche del dragón. Julie Kagawa

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La noche del dragón - Julie Kagawa


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mage target="_blank" rel="nofollow" href="#fb3_img_img_c30ea4b7-74c6-534f-9bef-e36de92e2e53.jpg" alt="Portada"/> Página de título

      Para Tashya, Nick y Misa-sensei,

      Arigatou gozaimasu

      1

      LLAMADO A JIGOKU

      Hace mil años

      En sus largos años de existencia, la cantidad de veces que había sido invocado desde Jigoku1 se podía contar con una sola garra.

      Otros señores demonio habían sido convocados antes. Yaburama. Akumu. Los señores oni eran demasiado poderosos para que un mago de sangre con iniciativa no hubiera intentado hacer un contrato con ellos, aunque tales rituales a menudo terminaban mal para el arrogante humano que pensaba que podría esclavizar a alguno de los señores oni. Los cuatro eran, sin duda, un grupo orgulloso, y no se mostraban amables con un insignificante mortal que intentara doblegarlos a su voluntad. Le seguían la corriente al mago de sangre el tiempo suficiente para escuchar lo que el humano estaba ofreciendo y, si no les interesaba, o si el mago intentaba estúpidamente dominarlos, lo destrozaban y hacían lo que querían en el reino mortal hasta que eran enviados de regreso a Jigoku.

      Hakaimono se divertía cada vez que un mortal intentaba invocarlo. Sobre todo, en ese preciso momento en que lo veían por primera vez y entendían lo que habían hecho.

      Con los ojos entrecerrados, observó a su alrededor a través del humo, sin prestar atención a esa breve sensación de vértigo que lo acompañaba cada vez que era arrastrado al reino de los mortales desde Jigoku. Un gruñido de fastidio asesino retumbó en su garganta. Ya antes, no estaba del mejor humor. Akumu había estado conspirando de nuevo, tratando de debilitar las fuerzas de Hakaimono a sus espaldas, y se encontraba en camino para enfrentar al artero tercer general cuando el fuego negro estalló sobre su piel y las palabras de magia de sangre resonaron en su cabeza. Y entonces se encontró, de manera abrupta, en el reino de los mortales. Ahora estaba parado en el centro de una construcción en ruinas, rodeado por paredes derruidas y pilares destrozados. El olor a muerte hacía que el aire se sintiera espeso. Contempló la posibilidad de apretar la cabeza del mago responsable hasta hacerla estallar entre sus garras como un huevo.

      Las piedras bajo sus pies estaban pegajosas y tenían ese olor dulce y cobrizo que reconoció al instante. Las líneas de sangre estaban pintadas en el suelo, donde formaban un círculo familiar, con palabras y signos de poder entretejidos en un complejo patrón. Un círculo de invocación. Uno poderoso. Quienquiera que fuera el mago de sangre, había hecho un trabajo esmerado. Eso no lo salvaría al final, de cualquier manera.

      —Hakaimono.

      El Primer Oni miró hacia abajo. Una mujer estaba parada al borde del círculo de sangre. Vestía túnicas negras y su largo cabello parecía fundirse en las sombras. Sostenía un cuchillo en sus delgados dedos. Su pálido brazo estaba cubierto de rojo hasta el codo.

      El demonio soltó una risita.

      —Bueno, esto me hace sentir tan importante —dijo, agachándose para ver mejor a la mujer. Ella le devolvió la mirada con frialdad—. Invocado por la sombra inmortal en persona. Qué interesante —levantó una garra y observó a la humana por encima de sus zarpas negras y curvas, del largo del brazo de ella—. Si arrancas la cabeza de un inmortal, ¿crees que morirá?

      —No me matarás, Primer Oni —la voz de la mujer no sonaba divertida, pero tampoco asustada, aunque la certeza en ella lo hizo sonreír—. No soy tan tonta para intentar atarte y no pediré mucho de ti. Sólo tengo una solicitud. Después de eso, eres libre de hacer lo que quieras.

      —¿Ah? —Hakaimono rio entre dientes, pero sin duda sentía curiosidad. Sólo los muy desesperados, estúpidos o poderosos recurrían a uno de los cuatro generales oni, y sólo para las solicitudes más ambiciosas. Cosas como destruir un castillo o aniquilar a una estirpe completa. El riesgo era demasiado grande para peticiones someras—. Escuchémosla entonces, mortal —la animó a continuar—. ¿Cuál es esta tarea que me harías emprender?

      —Necesito que me traigas el pergamino del Dragón.

      Hakaimono suspiró. Por supuesto. Había olvidado que ese tiempo había llegado otra vez en el mundo mortal. Cuando el gran escamoso se levantaría para conceder un deseo a un insignificante humano de tan corta vida.

      —Me decepcionas, mortal —gruñó—. No soy un sabueso en busca de órdenes. Podrías haber conseguido que los amanjaku recuperaran el pergamino por ti, o alguna de tus miserables mascotas guerreras humanas. He sido llamado para masacrar ejércitos y reducir fortalezas hasta convertirlas en polvo. Buscar la plegaria del Dragón no vale mi tiempo.

      —Esto es diferente —la voz de la mujer sonó tan inflexible como siempre. Si sabía que estaba en peligro de ser destrozada y devorada por un enfadado Primer Oni, no lo demostraba—. Ya envié al más fuerte de mis campeones para que recuperara el pergamino, pero me temo que me ha traicionado. Quiere el poder del Dragón para él, y no puedo dejar que el Deseo se me escape ahora. Debes encontrarlo y recuperar el pergamino.

      —¿A un humano? —Hakaimono curvó un labio—. Eso no es un gran desafío.

      —No conoces a Kage Hirotaka2 —dijo la mujer en voz baja—. Es el mejor guerrero que el Imperio de Iwagoto haya visto en mil años. Es un elegido de los kami, pero también fue entrenado en el camino del samurái. Sus talentos con la espada y la magia son tan grandes que incluso el emperador elogió sus logros. Ha matado hombres, yokai y demonios a raudales, y tal vez será el mayor oponente que hayas enfrentado jamás, Hakaimono.

      —Dudo mucho eso —el Primer Oni sintió cómo una sonrisa cruzaba su rostro mientras respiraba el aire impregnado de sangre—. Pero ahora, me siento intrigado. Veamos si este campeón de la sombra es tan bueno como dices. ¿Dónde puedo encontrar a este mortal asesino de demonios?

      —La finca de Hirotaka se encuentra a las afueras de un pueblo llamado Koyama, a un poco más de quince kilómetros de la frontera oriental del territorio de los Kage —respondió la mujer—. No es difícil de encontrar, pero está bastante aislado. Además de los hombres y sirvientes de Hirotaka, no encontrarás oposición. Busca a Hirotaka, mátalo y tráeme el pergamino. Ah, y una cosa más —levantó el cuchillo y observó su brillante filo ensangrentado—. Nadie debe sospechar que practico la magia de sangre. No ahora, cuando la noche del Deseo está tan cerca —sus ojos negros se clavaron en los del oni y se estrecharon con agudeza—. No puede haber testigos, Hakaimono. No deben quedar supervivientes. Mata a todos los que encuentres allí.

      —Eso es algo que puedo hacer —una lenta sonrisa se extendió por el rostro del oni, y sus ojos relucieron rojos, sedientos de sangre—. Será divertido.

      Hakaimono llegaría a lamentar esas palabras más que ninguna otra en su existencia.

      01 Muchos nombres y términos usuales del japonés se encontrarán marcados en cursivas a lo largo del libro. No olvides consultar el glosario al final de este volumen.

      02 En Japón, por norma de uso suele anteponerse el nombre de la familia, el apellido, al nombre de pila.

      2

      SOMBRAS CONOCIDAS

      TATSUMI

      Los tengu nos desterraron de la montaña.

      Dejarnos vivir fue la gota que derramó el vaso, según parece. Su hogar había sido destruido, su daitengu asesinado y los fragmentos del pergamino del Dragón tomadas por el enemigo. Un demonio en su montaña sagrada era algo que no podían soportar, y cuando Yumeko se negó a que nos mataran, nos informaron en términos inequívocos que ya no éramos bienvenidos en el Templo de la Pluma de Acero. Que las puertas permanecerían ocultas por siempre para nosotros, y que si después del amanecer volvían a ver al portador de Kamigoroshi en la montaña, lo destruirían sin titubear.

      Y así, con


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