El precio de una pasión peligrosa. Jane Porter
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28001 Madrid
© 2020 Jane Porter
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El precio de una pasión peligrosa, n.º 2838 - febrero 2021
Título original: The Price of a Dangerous Passion
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-213-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Prólogo
Nochevieja
CHARLOTTE SEGUÍA unas normas de comportamiento. Nunca se desviaba de ellas. Sin excepción. Y tampoco había tenido que esforzarse para cumplirlas, al margen del valor de sus clientes. Todos sus clientes eran igualmente importantes para ella, clientes que requerían sus servicios debido a su buena reputación profesional. Acudían a ella porque necesitaban que los ayudara con problemas relativos a la imagen, las relaciones públicas y las redes sociales. ¿Cómo iban a poder fiarse de su raciocinio si este le fallaba?
¿Si no lograba razonar con objetividad?
¿Si olvidaba el motivo por el que estaba allí?
Charlotte Parks sabía todo eso y, sin embargo, Brando Ricci estaba logrando que le resultara imposible recordar la importancia de las normas por las que se regía. Hacía semanas que había cerrado el caso con la familia Ricci-Baldi, bastante antes de las navidades. Estaba allí, como invitada, en la gran fiesta de Nochevieja que daba la familia Ricci, porque a la familia Ricci le gustaba dar grandes fiestas e invitar a todo aquel que los había ayudado. Y ella los había ayudado, había pasado el otoño entero en Florencia tratando de rebajar las tensiones causadas por una opinión pública negativa debido a luchas internas en el seno de la familia por cuestiones de poder y asuntos de herencias.
No todos los asuntos estaban resueltos, pero había mucha menos tensión y la familia había logrado presentar un frente unido de cara a la opinión pública. La fiesta de esa noche era para representar esa imagen de frente unido de cara a la galería.
No obstante, ella no debería estar allí. Su trabajo había acabado. Le habían pagado muy bien. No tenía motivos para haber regresado a Florencia con el fin de asistir a una fiesta.
La música cambió, se hizo lenta, y Brando la atrajo hacia sí, pegándole los senos a su pecho.
–Piensas demasiado –murmuró Brando, su aliento acariciándole la oreja.
–Sí. Sé que pienso, pero no demasiado. Pienso que eres peligroso.
–Yo nunca te haría daño. Te lo prometo.
Y Charlotte lo sabía. También sabía que él sería maravilloso en la cama, y fuera de la cama. Se atraían desde el momento en que se conocieron, en septiembre. Pero esa atracción le preocupaba, justo porque nunca le había gustado un hombre tanto como Brando.
–No debería haber venido –murmuró ella entrelazando los dedos con los de Brando.
El corazón le latía con fuerza. Tenía mucho calor. Estaba exquisitamente excitada. Hacía unos dos años que no se acostaba con nadie. Por una parte, quería rendirse a la pasión, a pesar de saber que era un error, que con ello podía poner en peligro su reputación profesional y… su corazón.
Alzó el rostro y clavó los ojos en el hermoso semblante de él. Brando era realmente guapo. Pero no solo era guapo, también era inteligente, fascinante y cautivador. Durante los meses que había trabajado con la familia Ricci, era con Brando con quien mejor se había entendido. A pesar de ser el miembro más joven de esa familia, era el que poseía más sabiduría y entendimiento. En los momentos en los que no había habido forma de que Enzo, Marcello y Livia se pusieran de acuerdo, ella había acudido a Brando con la esperanza de que este encontrara la forma de lograr que se entendieran. Y lo había conseguido.
Había vuelto aquella noche a Florencia por él.
Por ese momento…
–¿De qué tienes miedo? –preguntó Brando mirándola fijamente.
–Tengo miedo de perder la cabeza, de perder el control.
Brando