Impostergable diluvio. Atzimba Medina Bojórquez
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Colección Indócil ballenato
2
Primera edición, diciembre de 2011
Director general: Alejandro Zenker
Director de la colección Indócil ballenato: Víctor Roura
Cuidado editorial: Elizabeth González
Coordinadora de producción: Beatriz Hernández
Coordinadora de edición digital: Itzbe Rodríguez Ciurana
Portada: Xiluén Zenker
Agradecemos el apoyo para esta publicación al Centro Cultural El Juglar, A. C.
© 2011, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.
Calle 2 número 21, San Pedro de los Pinos.
Teléfonos y fax (conmutador): 5515-1657
ISBN 978-607-8312-24-5
Hecho en México
Índice
Rescoldo
Tan cerca del espacio limbo.
Tan sólidas amarras
atadas
al navío.
Tan arriba
inútilmente inalcanzable.
Tan sórdida
perfecta arquitectura
inalienable.
Tan adentro
inevitablemente en el declive.
Tan rocío
con brea y nácar,
sin aliento.
Tan lejos del espejo frío.
Tan cortas las extremidades.
Tan ciertas las lámparas azules,
las fugas
las constelaciones.
Tan febrero
abiertamente entre los dedos.
Tan ateo
el blanco cielo de los ojos.
Tan cautivas las notas en el chelo.
Tan de tarde
eternamente con la puesta
del misterio.
Tan de frente.
Tan preñados.
Tan holgadamente
destilados.
Tan moluscos los labios atrapados,
sumergidos en el fondo del océano.
Tan sublimes, amagados,
macerados de humedad
en el milagro.
Tan allá
rotundamente en el asilo
firmemente en el asirlo.
Tan estrecha la cintura río.
Tan esbelta la caída frágil.
Tan sin rumbo la estrategia inútil
en la fina arena
del reloj tardío.
Tan casual la escalera roja.
Tan abruptos los silencios pardos.
Tan vehemente y fugitivo
el audaz quejido,
resplandor de dos diamantes
reflejados a través
del cirio.
Tan así.
Tan fiel el lisonjero asalto.
Tan sin fin
donde yacen plenos, acaso,
estos sueños teñidos de cobalto.
Al alba
Llega desde la altura
inocua
envuelto el cabello
en la seguridad azul
de la entera, sigilosa
noche.
Cae en el abrazo tibio,
amoroso
martirio de la luna
cabildo púrpura del vacío
para el lascivo aliento
de una boca.
Al viento y en el ocaso
breve,
una estrella diminuta
—astro verde y en la mano—
le devuelve el lenguaje
tenue.
Felices las palmas nuevas
que nacen,
que crecen, que se multiplican,
que silenciosas conversan
sobre un pecho eclipsado
en el delirio.
Savia hay en lo profundo
con el lánguido plata
mercurio
relieve esculpido del recinto
como cálida cuna de marfil perfecto.
Hermosa de luz se queda el alma.
Abre la mañana, nívea
rosa, amarilla y nácar,
suave
nardo, dibujada entre grises
coágulos maduros del alba.
Fragmento indivisible,
ausencia