El cascabel del gato. F. Mª Samaniego
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FÁBULAS Y LEYENDAS
“El cascabel del gato”
Autor: Félix M.ª Samaniego
Adaptación: Isidro Sánchez
Ilustraciones: Agustí Asensio
Dirección de la obra: J.M. Parramón Homs
© Copyright ParramónPaidotribo-World Rigths
Published by Parramón Paidotribo, S.L., Badalona, Spain
ISBN Obra Completa: 84-7712-393-4
ISBN Tomo 14: 84-7712-407-8
ISBN Epub: 978-84-9910-354-9
Sucedió una vez que un gato no dejaba vivir en paz a los ratones que habitaban hasta el último rincón de una casa muy grande, situada a las afueras de una ciudad. Día y noche, el gato perseguía, sin darles un instante de respiro, a familias enteras de ratones, que, a pesar de las malas pulgas del gato, habían ido instalando sus ratoneras desde el sótano al tejado.
Una de estas familias, compuesta por Mostachete, su hermano mayor, Zapirote, y los padres de ambos, tenían una ratonera muy cerca del comedor y de la cocina.
Sucedió una vez que un gato no dejaba vivir en paz a los ratones que habitaban una casa muy grande.
La familia de Mostachete y Zapirote, vivían en una ratonera, cerca de la cocina y del comedor de la casa.
Aquella noche, Mostachete y Zapirote se dieron una vuelta por el comedor. Y cuando treparon a la larga y lujosa mesa, no supieron por dónde empezar: había pasteles de todos los sabores, grandes copas de nata, bombones y, sobre todo, la mayor variedad de quesos que habían visto.
Para no perder tiempo, el hermano mayor hundió los bigotes en un pastel de chocolate, mientras metía las manos en una copa de nata y con las patitas extendidas, cogía dos bombones. Luego con la cara llena de chocolate, se dedicó a chuparse la nata de los dedos y a mordisquear los bombones.
Aquella noche los dos ratoncitos vieron que la mesa del comedor estaba llena de los más ricos manjares.
Zapirote hundió sus bigotes en un gran pastel mientras metía las manos en una copa de rica nata.
—¿A qué esperas? —le preguntó a su hermano con la boca llena.
Pero Mostachete opinaba que donde se pusiera un buen pedazo de queso sobraban los dulces y las golosinas. Y acababa de descubrir una larga hilera de platitos, conteniendo cada uno de ellos una clase distinta de queso.
Sorteó copas, botellas y platos, mientras iba dejando relucientes los platitos que encontraba a su paso.
—¿A qué esperas? —le preguntó a su hermano. Pero Mostachete prefería hartarse de buen queso.
Había descubierto una hilera de platos con ricos quesos, y los estaba dejando vacíos y relucientes.
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