Una chica como ella. Marc Levy
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Editado por HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
Una chica como ella
Título original: Une fille comme elle
© Marc Levy / Versilio, 2018
© 2020, para esta edición HarperCollins Ibérica, S.A.
© Traducción del francés de Isabel González-Gallarza
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos comerciales, hechos o situaciones son pura coincidencia.
Diseño de cubierta: Burson-Marsteller i&e, con ilustración de Tom Haugomat
© Ilustraciones de interior de Pauline Lévêque
ISBN: 978-84-9139-569-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
A ti, mi cómplice desde hace tanto tiempo.
A mis hijos, que siempre me maravillan
Mi diario día a día
El día en que se me paró el reloj
Primero fue un olor como a fuegos artificiales, y luego la negrura que envuelve el cielo nocturno cuando se apaga el castillo final.
Recuerdo haber entreabierto los párpados y visto los ojos de mi padre, donde la rabia se mezclaba con las lágrimas. Y a mis padres juntos, uno al lado del otro: una escena tan inverosímil que pensé que la morfina me la estaba jugando.
La enfermera me tomaba la tensión. Algunas noches al dormirme vuelvo a ver su rostro. Me han dicho que tengo una sonrisa bonita, mis amigos decían que me da encanto; la de Maggie no tiene ni punto de comparación. Los que se la cruzan fuera del hospital solo ven a una mujer de formas generosas, pero los que la conocen saben que ese cuerpo alberga un corazón en proporción, y que no me digan nunca más que solo la delgadez es hermosa.
Julius estaba apoyado en la puerta, la gravedad de su mirada me asustó; él se dio cuenta y sus facciones se suavizaron. Me habría gustado hacer alguna broma, encontrar la palabra adecuada para relajarlos a todos. Podría haberles preguntado, por ejemplo, si había ganado la carrera, estoy segura de que papá se habría reído, bueno, igual no. Pero de mi boca no salía sonido alguno —ahí ya sí que me asusté de verdad. Maggie me tranquilizó: tenía un tubo en la garganta, sobre todo no debía tratar de hablar, ni tragar saliva siquiera. Ahora que había recuperado el conocimiento, me lo quitarían. Ya no tenía ninguna gana de hacer reír a mi padre.
Chloé
*
1
Al final de la tarde, cuando empieza su hora punta, Deepak ya ha hecho tres viajes. Ida y vuelta a la séptima planta para subir al señor Williams, comentarista del canal Fox News; otro para bajar al señor Groomlat, el contable que ocupa un despacho en la primera planta; y otro hacia la sexta, con el golden retriever de los Clerc, una pareja de franceses. Su ama de llaves recogerá al perro en el rellano y le dará a Deepak un billete de diez dólares, que este le