La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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La galvanoplastia espiritual y el futuro de la humanidad - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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      Omraam Mikhaël Aïvanhov

      La galvanoplastia espiritual

      y el futuro de la humanidad

      (La mística del hombre y de la mujer)

      Izvor 214-Es

      ISBN 84-932301-8-9

      Traducción del francés

      Tituló original:

      la galvanoplastie spirituelle et l’avenir de l’humanité

      © Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

      I

      LA GALVANOPLASTIA ESPIRITUAL

      “Todo lo que atareis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra será desatado en el cielo...” ¡Cuántos cristianos habrán leído estos versículos del Evangelio sin haber descubierto su sentido profundo! ¿Cómo se explica esta correspondencia entre el cielo y la tierra? En realidad, el cielo y la tierra representan los dos principios masculino y femenino que trabajan en el mundo, los dos polos positivo y negativo que se encuentran en todos los fenómenos de la naturaleza y de la vida. Entre estos dos polos se produce una circulación, intercambios ininterrumpidos, y estos intercambios implican siempre una correspondencia.

      Y en el versículo siguiente Jesús dic: “Si sobre la tierra dos de entre vosotros se ponen de acuerdo para pedir cualquier cosa, lo obtendrán de mi Padre que está en los cielos. Pues allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos...”

      Toda la creación es obra de los dos principios masculino y femenino que son el reflejo, la repetición de los dos grandes principios cósmicos creadores: el Padre celestial y la Madre divina son la polarización de un principio único, el Absoluto, el In-Manifestado, que la Cábala llama Ain Soph Aur: luz sin fin. En la naturaleza veréis los dos principios bajo diferentes formas y dimensiones. Mirad encima o debajo de la tierra, descended al fondo de los océanos o elevaos por los aires; no veréis otra cosa que los dos principios trabajando. Y lo veréis también en el ser humano, no solamente en su cuerpo físico sino en su psiquismo, donde el espíritu y el intelecto representan el principio masculino, y el alma y el corazón el principio femenino. El trabajo del intelecto con el corazón da origen a la acción. Todos nuestros actos son el producto de nuestro intelecto y de nuestro corazón, pensamientos de nuestro intelecto y sentimientos de nuestro corazón. Cuando nuestros pensamientos son justos y rectos, y nuestros sentimientos desinteresados, nuestros actos son constructivos.

      La acción es siempre hija del intelecto y del corazón. Diréis que se encuentran personas muy activas cuyo intelecto y corazón no están muy desarrollados... Es verdad, pero en este caso la acción también será hija del intelecto y del corazón... ¡de la ausencia de intelecto y de la ausencia de corazón! Actuar de una manera reflexiva y llena de amor, o tontamente y sin ningún sentimiento, supone siempre dar origen a actos que son el fruto del intelecto y del corazón. La naturaleza del hijo depende del grado de evolución de los padres: las acciones son inteligentes o estúpidas, buenas o malas, según el estado del intelecto y del corazón, siempre están presentes por lo tanto en el padre y en la madre, es decir el cielo y la tierra.

      Supongamos que plantáis una semilla. En ese momento “atáis algo a la tierra”, pues numerosos elementos del suelo van a incidir en su crecimiento. Pero también atáis algo en el cielo. Desde el instante en que enterráis una semilla en el suelo, se produce una unión entre la tierra y el cielo: la lluvia vendrá a regarla, el sol le enviará su luz y su calor. Habéis puesto simplemente una semilla en la tierra, sin embargo, mediante este gesto, habéis invitado al cielo a que participe en su crecimiento. Y cuando comemos, ¿qué hacemos? Introducimos una semilla (el alimento) en la tierra (nuestro estómago), y en seguida el cielo (el cerebro) envía corrientes hacia este alimento que hemos absorbido para transformarlo en energías, en sentimientos, en pensamientos... Desde el momento en que el alimento se encuentra en nuestro estómago, vienen a trabajar sobre él fuerzas de todas partes del organismo.

      Unir, desunir... estas dos palabras resumen las actividades del corazón y del intelecto. Es el corazón el que une mientras que el intelecto separa. El corazón sintetiza, reúne, aproxima, crea lazos con todo lo que ama, y algunas veces inclusive lazos estúpidos... Por el contrario, el intelecto analiza, separa y descompone. En nuestra época, el intelecto ocupa el primer lugar y lo destruye todo. Es necesario decidirse a devolver su lugar al corazón, porque es el que vivifica, el que anima, el que reúne por medio del calor y de la ternura. No debéis sacar como conclusión de mis palabras que es necesario aniquilar el intelecto. No, el intelecto debe trabajar en conexión con el corazón. ¿Cómo? Os contaré una pequeña anécdota.

      Un día llevaron ante el tribunal a dos hombres que estaban acusados de haber saltado por encima del muro de un jardín y haber robado unas manzanas. Todos los miraron con estupor porque el primero no tenía piernas, y el segundo era ciego. El primero dijo: “Señores jueces, veis que no tengo piernas, ¿Cómo podría yo coger las manzanas por encima del muro?” Y el otro dijo: “Y yo, señores jueces, no tengo ojos, ni siquiera puedo ver si hay manzanas para robar...” El tribunal los iba a absolver, persuadido de su inocencia, cuando un juez más astuto exclamó: “Está claro que por separado no han podido robar las manzanas. Pero si ponéis al lisiado sobre los hombros del ciego, ¡tenemos un hombre completo! Robaron las manzanas juntos...”

      ¿Qué representan los dos ladrones? El corazón y el intelecto. El que no ve es el corazón. Todo el mundo sabe que el corazón es ciego, pero puede caminar, e incluso galopar. Todos los impulsos, todos los deseos están en el corazón, el cual nos puede llevar a cualquier parte. El que ve y observa es el intelecto, pero por sí solo no puede caminar, y es el corazón quien debe llevarlo. Cuando el corazón y el intelecto están asociados, pueden hacer cosas extraordinarias: milagros o crímenes.

      La actividad del corazón y del intelecto puede ser estudiada en todos los campos: físico, matemático, botánico, psicológico... y es un estudio sin fin, pues en realidad se trata de la actividad de los dos principios masculino y femenino, los cuales se hallan en el origen de todas las manifestaciones.

      Yo puedo mostraros un aspecto estudiando el fenómeno de la galvanoplastia. Todo el mundo ha oído hablar de ello, pero cuando lo estudiamos, sólo lo analizamos en el plano físico, externo, sin intentar interpretarlo para comprender a qué corresponde en nosotros.

      Empezaré por recordaros en qué consiste el fenómeno.

      Se sumergen dos electrodos en un recipiente lleno de una solución de una sal metálica que puede contener oro, plata, cobre, etc. El ánodo, el polo positivo, es una placa del mismo metal que el de la sal disuelta en el recipiente. El cátodo, el polo negativo, es un molde de caucho recubierto de grafito, que representa una figura, una moneda, una medalla... Con la ayuda de un cable eléctrico se unen los dos electrodos a los dos polos de una pila y se hace pasar la corriente. El metal se deposita sobre el cátodo mientras que el ánodo, descomponiéndose, regenera el líquido de la solución.

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      Poco a poco el molde se recubre del metal de la solución y se obtiene una medalla recubierta de oro, plata o de cobre, según sea el metal elegido.

      Para hacer este experimento de la galvanoplastia se necesitan cuatro elementos:

      1. la pila que produce corriente.

      2. la solución donde se disuelvan los elementos que se depositarán en el cátodo.

      3. el electrodo positivo, el ánodo, constituido por el metal que recubrirá la imagen.

      4. el electrodo negativo, el cátodo, donde se encuentra la imagen que debe ser recubierta.


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