El color de su piel (versión latinoamericana). John Vercher
Читать онлайн книгу.EL COLOR DE SU PIEL
JOHN VERCHER
Traducción: Carmen Bordeu
“Uno de los mejores libros del año”.
—Chicago Tribune.
“Vercher explora hábilmente la identidad y la ética en esta primera novela. Los fanáticos de las historias sobre problemas sociales realistas se verán inmersos en los dilemas morales de un libro tan actual”.
—Library Journal.
“Vercher nos presenta personajes profundos y multifacéticos. Haciendo uso de las herramientas de una novela noir clásica construye una verdadera tragedia”.
—Booklist.
“Una historia triste y atrapante que tiene crudas observaciones sobre las diferencias raciales y de clase. Una novela que resulta tan urgente hoy como hace veinticuatro años”.
—Kirkus.
“El Color de su Piel cuenta una historia desgarradora y muy relevante sobre la raza, pero también sobre la familia, la amistad y la masculinidad. Un thriller que te interpela y te pone la piel de gallina”.
—Lucila Quintana, editora.
Vercher, John
El color de su piel / John Vercher. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Trini Vergara Ediciones, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
Traducción de: Carmen Bordeu.
ISBN 978-987-47931-7-1
1. Narrativa Estadounidense. 2. Identidad. 3. Justicia Social. I. Bordeu, Carmen, trad. II. Título.
CDD 813
Título original: Three Fifths
Edición original: Agora Books
© 2019 John Vercher
© 2021 Trini Vergara Ediciones
© 2021 Motus Thriller
España · México · Argentina
ISBN: 978-987-47931-7-1
Índice de contenido
Legales
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Agradecimientos
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John Vercher
Sinopsis
Manifiesto Motus
Para Michelle, J.J. y Miles. Son todo para mí.
CAPÍTULO 1
Marzo de 1995
LOS CONTENEDORES APESTABAN A ALIMENTOS a medio comer y al aroma agridulce de la cerveza rancia. Los faroles de la calle iluminaban los copos de nieve que sobrevolaban la quietud como luciérnagas atrapadas. El aire frío entumecía los pulmones de Bobby, que contuvo un jadeo. Se colocó el cigarrillo detrás de la oreja, tomó una bocanada del inhalador y luego encendió la cerilla. El azufre le atravesó la nariz y le nubló los ojos. Apartó el humo con la mano y vio, a través de la cerca que rodeaba el área de descarga, que había alguien al otro lado.
—¿Quién carajo es ese? —preguntó a Luis.
Luis se encogió de hombros. Bobby se acercó un poco y metió los dedos en la cerca de alambre. Un hombre blanco corpulento estaba sentado en el borde de la cabina de una camioneta roja aparcada en las sombras entre las luces de la calle. Sus brazos gruesos abrazaban las rodillas contra su pecho.
Bobby y Luis intercambiaron miradas nerviosas. Bobby palpó el bulto de dinero en su bolsillo y echó una rápida mirada a Luis. El esquelético cocinero de frituras era una cabeza más bajo que él y pesaba unos diez kilos menos. No sería de mucha ayuda si quienquiera que fuese este tipo decidiera entrar en acción.
—¿Quieres que demos la vuelta por el frente? —preguntó Bobby.
—No, tengo el coche aquí atrás. Vamos, hermano, no seas marica.
Bobby le mostró el dedo medio. “Carajo, si él no tiene miedo…”. Empujó y la puerta se abrió. El hombre levantó la cabeza y saltó de la cabina de la camioneta.
Bobby y Luis hicieron una pausa antes de continuar; mantenían la distancia aunque intentaban aparentar que no lo hacían. “No le muestres que estás asustado, pero tampoco lo mires”. Bobby asintió con la cabeza hacia el hombre y observó de reojo cómo el desconocido extendía las manos con expresión confundida.
Luis y Bobby aceleraron el paso.
—Eh, Bobby, ¿adónde vas? —dijo el sujeto.
Bobby se detuvo. Cuando se volvió, se quedó boquiabierto, con el cigarrillo pegado en el interior del labio. Aaron se había afeitado la cabeza por completo. Sus brazos pálidos estaban cubiertos de tatuajes, ahora ocultos por la oscuridad. Prendió un encendedor y la llama iluminó su rostro, revelando la topografía de un pasado violento. Una cicatriz en relieve se extendía por la parte inferior de un ojo, otra ascendía formando una curva desde el labio hacia la nariz. Bobby quería mirar hacia otro lado, pero en vez de eso entornó los ojos para ver mejor. Aaron cerró la tapa del encendedor y su rostro volvió a sumirse en las sombras.
—Maldición —exclamó Bobby—. Este hijo de puta está hecho un Hulk.
Aaron sonrió mostrando unos dientes grandes y brillantes. Bobby movió la barbilla hacia atrás con sorpresa. Aaron apretó los labios y ocultó su sonrisa.
—Mueve ese culo y ven