De la lectura y del arte de escribir. Rafael Tomás Caldera Pietri
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RAFAEL TOMÁS CALDERA
De la lectura y del arte de escribir
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2021 by RAFAEL TOMÁS CALDERA
© 2021 by EDICIONES RIALP, S. A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
(www.rialp.com)
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Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN (versión impresa): 978-84-321-5407-2
ISBN (versión digital): 978-84-321-5408-9
ÍNDICE
PRÓLOGO
SE CUENTA QUE RALPH Waldo Emerson, el famoso pensador de Concorde, Massachusetts, dijo en una conferencia en California en 1871 que «si un hombre es capaz de escribir un libro mejor, predicar un sermón mejor o fabricar una ratonera mejor que su vecino, por mucho que habite en medio de los bosques el mundo acabará abriendo un camino trillado hasta su puerta». Algo así podría decirse del venezolano Rafael Tomás Caldera quien, a pesar de vivir en un relativo confinamiento, ha llegado con su sabio y cálido magisterio a la cabeza y al corazón de tantos estudiantes y lectores de numerosos países del mundo.
Por eso me ha alegrado que Ediciones Rialp haya decidido publicar este volumen en España y que me haya pedido unas breves líneas para presentarlo. Acepté encantado, pues desde hace años —más de veinticinco— Rafael Tomás Caldera ha sido para mí a través de sus textos una permanente referencia intelectual y, sobre todo, humana. Aunque nunca por ahora hayamos podido darnos un abrazo, lo considero uno de mis maestros; mi gratitud hacia él es inmensa.
Rafael Tomás Caldera es abogado (Universidad Central de Venezuela), máster en Artes (Universidad de Notre Dame, EE. UU., 1970) y doctor en Letras (Universidad de Friburgo, Suiza, 1974). A su regreso a Venezuela se incorporó al Departamento de Filosofía de la Universidad Simón Bolívar de Caracas donde fue profesor e investigador hasta su jubilación en el año 2004. Ha colaborado también durante muchos años con el desarrollo de la joven Universidad Monteávila, también en Caracas. Sus publicaciones a lo largo de su carrera han sido muy numerosas: algunas son muy eruditas, solo para lectores especialistas, y otras —como las de este volumen— son maravillosas obras de arte para un público más general, preferentemente jóvenes estudiantes, deseosos de aprender y de mejorar.
En el año 2011 se incorporó a la Academia Venezolana de la Lengua para ocupar el sillón con la letra Q que antes había ocupado su padre Rafael Caldera, por dos veces Presidente de la República de Venezuela. Copio el primer párrafo de la lección El orador en la república, que en aquella ocasión solemne pronunciaba Rafael Tomás: «Quiere la tradición que quien se incorpora a la Academia haga el elogio de su predecesor. Nada puede resultarme más grato que cumplir con esa venerable costumbre, por la cual al mismo tiempo que se destaca la figura de quien nos ha precedido se reafirman los valores que sustentan esta noble corporación. Es propio de la Academia conservar y proponer lo más excelente en el uso y cultivo de la lengua, de tal manera que lo decantado en la tradición pueda servir de fermento renovador en la vida cultural de esa extensa comunidad de seres humanos para quienes la lengua castellana es su patria espiritual».
Me parece que estas palabras dicen mucho del propio Rafael Tomás Caldera y de su esforzado empeño por renovar la vida intelectual de Venezuela y de todo el mundo hispánico, esto es, de todos los que nos expresamos en la lengua castellana. A partir de un profundo conocimiento de la mejor tradición humanística y, a la vez, prestando una cuidadosa atención a las cuestiones más palpitantes del mundo contemporáneo, Rafael Tomás Caldera aspira a devolver a nuestra sociedad la esperanza ilusionada y solidaria que ha caracterizado siempre a la cultura cristiana.
Sus lectores sabemos bien de su admiración por tantos autores clásicos y modernos desde la antigua Grecia hasta la actualidad, y su amorosa detención en tantos escritores españoles, venezolanos y de todo el mundo. Basta con enumerar los nombres de los que comparecen expresamente en este breve volumen: Adler, Dámaso Alonso, Aristóteles, Azorín, Simón Bolívar, Borges, Cervantes, Dante, T. S. Eliot, el P. Gratry, Jean Guitton, José Hernández, Kierkegaard, Kipling, Antonio Machado, Menéndez Pidal, Platón, Ortega y Gasset, Pascal, Alfonso Reyes, Pedro Salinas, Arturo Uslar Pietri.
Este libro se publicó originalmente en las Prensas Venezolanas de Editorial Arte en Caracas en febrero de 1983. Han pasado casi cuarenta años y la actualidad de su mensaje no ha hecho sino crecer cada día más. El clamor unánime de maestros y profesores en tantos países es que los jóvenes que llegan a sus clases no saben leer ni escribir. Sin duda, exageran un poco, pero no mucho. No es fácil leer un libro, ni es fácil leer en voz alta hasta llegar a cautivar la atención del auditorio. Tampoco es fácil escribir bien. En este libro se encuentran algunas enseñanzas clave para la lectura y la escritura intelectual, en especial, «la práctica del artículo y de la prosa de ideas».
Este volumen puede leerse fácilmente de una sentada, pero recomendaría más bien una lectura lenta, sin dejarse arrastrar por las prisas. Hace algunos años el crítico literario George Steiner, recientemente fallecido, escribía que «el intelectual es, sencillamente, un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano». Y es así quizá como hay que leer este libro, con una octavilla como punto donde vayamos atesorando aquellas hermosas citas que nos han cautivado o aquellas sugerencias prácticas que nos dejen la impresión de que el autor las ha escrito para nosotros mismos.
Cada texto está encabezado por una breve introducción —bajo los títulos “Propósito” y “Explicación”, respectivamente— que da cuenta del alcance de las páginas que siguen. «En una época de especialización en los conocimientos y en la enseñanza, es importante recordar lo esencial», escribe en “De la lectura” con la aspiración de que su recordatorio de las líneas maestras del arte de leer sirvan «quizá de orientación para mejorar la práctica cotidiana». Y del arte de escribir dice en la “Explicación”: «Lo esencial, sin embargo y sin duda, es escribir. A diario. Luego observar a los maestros, cómo han hecho, cómo hacen. Buscar también quien pueda ayudarnos a ver, y corregir, los errores cometidos en los primeros pasos. [...] Escribir, borrar; escribir, borrar... Dar salida, sin traba, a la emoción y el pensamiento; enmendar la expresión para afinarla y hacerla más justa, más elocuente».
No debo añadir nada más. Solo reiterar mi agradecimiento a Rafael Tomás