Solidaridad y misericordia. Francisco Javier de la Torre Díaz

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Solidaridad y misericordia - Francisco Javier de la Torre Díaz


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      PRÓLOGO

      LA RICA TEOLOGÍA MORAL Y BIOÉTICA DEL PAPA FRANCISCO

      El papa Francisco tiene una rica teología moral y una bioética integral muy honda. Su mirada amplia, orgánica y sintética de la realidad, siguiendo en gran parte los pasos de Pablo VI, dota a sus reflexiones de una profundidad y novedad significativas. Si un nuevo paradigma implica no tanto nuevos datos cuanto una nueva manera de ver la realidad, el magisterio moral del papa supone el comienzo de un nuevo paradigma moral en la tradición de la Iglesia.

      El libro que presentamos se encuadra dentro del Grupo de Trabajo en Bioética de las Universidades de Jesuitas de España (UNIJES). En la Facultad de Teología de Granada, el 6 de abril de 2019, se organizaron las I Jornadas de Bioética de UNIJES, tituladas La bioética del papa Francisco. La Jornada fue inaugurada por el rector de la Facultad de Teología de Granada, Gonzalo Villagrán, y contó con la presencia de Mons. Marcelo Sánchez Sorondo, de la Academia Pontificia de Ciencias. Este libro recoge dos ponencias de esa Jornada.

      Detrás de la sencillez del papa Francisco hay un hombre sólido, con una teología social y política bien definida, una teología del pueblo de Dios bien arraigada en el Concilio Vaticano II (especialmente Lumen gentium 9-17) y una teología viva preocupada por la evangelización «alegre» de la gente.

      La clave de comprensión de esta teología está en que, para el papa Francisco, la vida real de la gente es más importante que las ideas (EG 231-233). Su magisterio critica una serie de concepciones demasiado abstractas, demasiado conceptuales y distantes de la fe, y busca entroncarse más hondamente en las historias de la Biblia, de la gente concreta, la experiencia de la realidad. Francisco «quiere pastores con olor a oveja», cercanos a las «villas miseria», a las «periferias» sociales y existenciales, al sufrimiento y la vida cotidiana de la gente. El papa no quiere una teología de escritorio, sino una teología en contacto con la vida, una teología del pueblo, como aprendió de su maestro, Lucio Gera (1924-2012). No cree en síntesis especulativas o ideológicas que reducen la riqueza de la pluralidad, sino en tensiones llenas de contraste, como aprendió de Romano Guardini, autor sobre el que comenzó a hacer su tesis doctoral.

      La novedad de este papa supone una cierta discontinuidad con los papas anteriores. Cierta discontinuidad entre los papas es algo inevitable. La historia de la Iglesia muestra cómo cada papa marca el ministerio petrino en la Iglesia católica con las notas del Espíritu de Dios en ese tiempo. A los pocos meses, el papa Francisco, en la entrevista concedida al P. Spadaro, de La Civiltà Cattolica, afirma claramente:

      Las enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes. Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte, es lo que más apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de Emaús [...] Tenemos, por tanto, que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio. La propuesta evangélica debe ser más sencilla, más profunda e irradiante. Solo de esta propuesta surgen luego las consecuencias morales.

      Para Francisco, lo central es Cristo y su Evangelio. El Evangelio es la clave de renovación de la Iglesia y la clave de renovación del Concilio Vaticano II a la luz de la cultura contemporánea. «Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (EG 11).

      ¿Qué supone esto para una teología moral y una bioética católicas?

      1) (Bio)ética global, bioética de la solidaridad y bioética ecológica. Su punto de partida es la fragilidad de los vínculos religiosos, sociales y familiares. En su intervención en Aparecida, después de hacer un fino análisis de la situación, señala tres conclusiones que son el centro de sus preocupaciones: en el orden religioso se está produciendo una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico; en la dimensión social hay una inequidad escandalosa que lesiona la dignidad personal y la justicia social, y en la cultura es evidente la crisis de los vínculos familiares y sociales fundantes de los pueblos. Lo central es la ruptura generacional, la quiebra social y la crisis de los vínculos. Al papa Francisco le preocupa la orfandad de nuestra cultura, las discontinuidades, los desarraigos, la caída de las certezas. Por eso, ante tanto desarraigo y desvinculación, lo que propugna es una cultura de la solidaridad.

      La bioética del papa Francisco tiene una mirada amplia, integral y profundamente social, preocupada por el consumo y la falta de solidaridad. En Laudato si’ 120 señala:

      Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano, aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades: «Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social» (Caritas in veritate 28) (LS 120).

      La ética de la solidaridad ante la fragilidad culmina en una ética ecológica que se opone a la lógica del consumo, a la lógica del «usar y tirar» (LS 123), del tratar a los otros como meros objetos, lo cual llega a la explotación sexual de los niños, al abandono de los ancianos, a la compra de órganos de los pobres y al «descarte de niños porque no responden al deseo de sus padres». Su ecología y solidaridad integral, llena de entrañas de misericordia, se opone también a la lógica del dominio: «Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner solo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona» (LS 117).

      La bioética de la solidaridad y de la ecología de Francisco tiene una mirada amplia, sintética, orgánica e integral de los temas (LS 141; 192; 197). El papa plantea un modo de vida más desacelerado (LS 193), más sobrio (LS 223), más en comunión y en alianza y relación con los otros (LS 219; 240), más contemplativo y amante de la belleza (LS 234; 235), más de descanso dominical (LS 237). Como repite tantas veces, «todo está conectado». No cabe el individualismo, sino una visión global; no cabe el descarte y la exclusión, sino la compasión y la integración; no cabe el dominio y la lógica tecnocrática, sino la solidaridad y la sabiduría.

      2) (Bio)ética gradual y dinámica. La ley de la gradualidad implica una mirada «positiva» del crecimiento moral, que considera atentamente nuestros condicionamientos y limitaciones, nos libera de obstáculos y concibe a los individuos en camino. Una mirada profunda de la gradualidad nos hace mirar positivamente la historia, los conflictos, las crisis y las limitaciones. La historia y la vida son realidades abiertas, dinámicas, plenas de eventos de libertad y creatividad. Las dificultades no son solo limitaciones por no alcanzar un ideal o no realizar una norma, sino que son hechos que nos invitan a una mirada más honda para descubrir el abierto y valioso fondo de las cosas y los acontecimientos. Desde la gradualidad y la fragilidad entendemos que lo central no es aspirar a bellos ideales ajenos a la realidad. En el fondo, supone integrar seriamente el enfoque aristotélico de las cosas, que parte de la realidad, y resituar cierto platonismo, que parte de la idea. Como afirma el papa Francisco, «la realidad es más importante que la idea. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad» (EG 231-233). La primera que nombra son los purismos angélicos. Por eso «no dice tanto lo que hay que hacer, sino que propone lo que podemos hacer mejor» (EG 159).

      3) (Bio)ética inspiradora y propositiva más que normativa. Para el papa hay que reducir el peso y el número de las normas. El papa Francisco nos recuerda que la Iglesia, en su constante discernimiento, «puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia,


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