Los poderes de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Los poderes de la vida - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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      Omraam Mikhaël Aïvanhov

      LOS PODERES DE LA VIDA

      Traducción del francés

      ISBN 978-84-942863-7-7

      Título original:

      LES PUISSANCES DE LA VIE

      © Copyright reservado a Editions Prosveta, S.A. para todos los países. Prohibida cualquier reproducción, adaptación, representación o edición sin la autorización del autor y del editor. Tampoco está permitida la reproducción de copias individuales, audiovisuales o de cualquier otro tipo sin la debida autorización del autor y del editor (Ley del 11 de marzo 1957, revisada). - www.prosveta.es

      I

      La vida

      I

      Tengo que hablaros mucho dándoos muchas explicaciones, argumentos e imágenes, para que toméis conciencia de la importancia de la vida… y de que sin la vida no hay nada.

      Cuando yo era todavía muy joven, en Bulgaria, en el transcurso de una conferencia, el Maestro Peter Deunov, que sabía que yo estudiaba quiromancia, me hizo esta pregunta delante de toda la Fraternidad de Sofía: “¿Cuál es la línea de la mano que apareció primero?” Respondí: “La línea de la vida. – ¿Y después? – La línea del corazón. – ¿Y después? – La línea de la cabeza.” Era verdad, y el Maestro estuvo contento con mi respuesta.

      Al principio está la vida. Mirad a las criaturas: en primer lugar tienen la vida, y sólo después llegan, más o menos, a sentir y a pensar.

      La vida… esta palabra resume todas las riquezas del universo que están ahí, indiferenciadas, caóticas, esperando que una fuerza venga a organizarlas. Así, en la palabra “vida” están incluidos todos los desarrollos futuros. Ya en una célula están contenidos en potencia todos los órganos que un día deben aparecer, como en una semilla que hay que plantar, regar, cuidar, para ver lo que saldrá de ella. Así pues, pasado un cierto tiempo, como para la semilla, de este caos, de este magma, de esta realidad indeterminada que es la vida, todo empieza a salir y a tomar forma.

      Los humanos trabajan, se divierten, se dedican a toda clase de ocupaciones, pero su vida se ensucia, se debilita, periclita, porque no le hacen ningún caso. Piensan que, como tienen la vida, pueden servirse de ella para obtener esto o aquello, para ser ricos, sabios, gloriosos… Y tiran de ella, tiran de ella… y cuando ya no les queda nada, se ven obligados a detener todas sus actividades. Actuar así no tiene sentido, porque si perdemos la vida, ya no nos queda ningún recurso. Por eso los Sabios han dicho siempre que lo esencial es la vida, y que por tanto hay que preservarla, purificarla, santificarla, eliminar todo aquello que la obstaculiza o la bloquea, porque después, gracias a la vida lo obtenemos todo: la inteligencia, la fuerza, la belleza, el poder.

      La vida es el depósito del que emergen cada día nuevas creaciones que se ramificarán hasta el infinito. A partir de esta vida indiferenciada y sin expresión que está ahí como una simple posibilidad, el espíritu crea sin cesar nuevos elementos, nuevos medios, nuevas formas… La vida representa la materia primordial, y por eso es tan importante.

      Pero los hombres se ocupan de todo salvo de la vida: si pensasen primero en la vida, en guardarla, en protegerla, en conservarla en la mayor pureza, tendrían cada vez más posibilidades de obtener lo que desean, porque es esta vida iluminada, clara, intensa, la que puede darles todo. Como no tienen esta filosofía, malgastan su vida, piensan que, como están vivos, todo les está permitido. Dicen: “Puesto que tenemos vida, hay que hacer algo con ella…” Pero raramente llegan a realizar lo que desean, porque lo han saqueado todo. Deben tener ahora otra filosofía, deben saber que la forma en la que piensan actúa ya sobre su vida, sobre sus reservas, sobre la quintaesencia de su ser, y que si piensan mal, lo malgastan todo. Así es cómo hay que instruir a la humanidad.

      Tomemos un ejemplo: un chico tiene un padre muy rico. Cursa sus estudios, trabaja, y su padre le ayuda. Pero, he ahí que el hijo empieza a hacer tonterías que comprometen el prestigio del padre, entonces el padre le corta los víveres, deja de darle dinero… ¿Qué falta ha cometido el hijo? Ha cometido la mayor falta que es la de comprometer su propia vida, es decir las condiciones, las energías y las corrientes cuyo símbolo aquí es el dinero. Y nosotros, si hacemos lo mismo usando y abusando de nuestra existencia como nos apetece, permitiéndonos transgredir todas las leyes, entonces destruimos nuestras reservas, dejamos de tener esta corriente, estas fuerzas, estamos en la miseria, quizá no la miseria material, física, sino la miseria interior. La vida es la única riqueza que existe. Y cualquiera que sea el nombre que le demos: riqueza, subsidios, aceite, quintaesencia, hablamos de lo mismo, porque la palabra “vida” puede ser reemplazada por todos estos términos. La vida sigue siendo pues lo más importante, y si el hombre no es inteligente ni instruido, destruye la fuente de sus posibilidades, de sus gozos, de sus inspiraciones.

      Observad a los humanos… ¿Por qué dedican su vida a tratar de obtener cosas que no son tan importantes como la vida misma? Trabajan durante años para ser ricos y se encuentran, un día, tan agotados, tan asqueados, que si ponemos en una balanza lo que han obtenido y lo que han perdido, nos damos cuenta de que lo han perdido todo para ganar muy poco. Pero los hombres son así, están dispuestos a perderlo todo porque no les han enseñado que es más importante tener la fuerza, la salud y la alegría – aunque no tengan ninguna otra cosa – que ganar unas riquezas de las que no se podrán aprovechar, porque ya estarán en las últimas. Hay un proverbio que dice: “Más vale un perro vivo que un león muerto.” Pero muchos prefieren ser leones muertos…

      Sí, mis queridos hermanos y hermanas, lo que falta es la verdadera filosofía. Desde la infancia se debe enseñar a los humanos a no malgastar su vida para poder consagrarla a un fin sublime, porque entonces es cuando se enriquece, cuando aumenta en fuerza y en intensidad. Es exactamente como un capital que hacemos fructificar. Habéis colocado este capital en un banco de arriba, y entonces, en vez de despilfarrarlo, perderlo, aumenta, y después, como sois más ricos, tenéis la posibilidad de instruiros mejor, de trabajar mejor, de ser bellos y gloriosos. ¿Acaso no es preferible razonar así?

      Cada día os asombráis de ver cuán cierto es lo que os digo; os lamentáis, decís que nunca habéis oído cosas semejantes, pero a pesar de ello seguís como antes y lo que habéis escuchado se queda en alguna parte, pero no lo utilizáis. Ahora debéis consagrar vuestra vida a actividades luminosas y divinas: entonces, no sólo no


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