Tu desarrollo personal es tu destino: en quien te conviertes se acaba reflejando directamente en lo que obtienes. Por eso, no hay mejor inversión que la que se hace en uno mismo. Y ¿cuál es la mejor forma de conseguirlo? Aprendiendo de los mejores, de las personas que han logrado los mejores resultados en diversas parcelas. Decía Bertrand Russell que «la mejor prueba de que algo puede hacerse es que antes alguien ya lo hizo». Las personas verdaderamente inteligentes aprenden de la experiencia de los demás. No hay nada que no esté a tu alcance si tienes una idea clara, precisa y concreta de lo que deseas, y una inquebrantable determinación para ir en su búsqueda. Se trata de ir descubriendo los pasos que dar sin desistir, de ponerse en movimiento e ir rectificando sobre la marcha sin venirse abajo. La cuestión no es si algo es o no posible, sino cómo conseguirlo. La vida siempre pone obstáculos a lo largo del camino, pero los límites los ponemos las personas. Los primeros se vencen con coraje y valentía; los segundos son el resultado de bloqueos mentales producto de nuestras creencias. Probablemente, si estás leyendo estas páginas, es porque tu vida no lleva el curso que te gustaría y, por tanto, te estás planteando mejorar ciertos hábitos. El hecho de haber llegado aquí es un primer paso importante. La experiencia enseña que los seres humanos pecamos a menudo de orgullo. Nos cuesta mucho solicitar ayuda porque se identifica pedir ayuda con ser débil. En realidad, es todo lo contrario. Todas las personalidades fuertes que alcanzan cotas elevadas en su vida tienen una virtud común: humildad para reconocer que necesitan aprender. Sí, tú también puedes. No tengas dudas. Los límites nunca están en las personas, están en los entornos. A lo mejor te ves muy «poquita cosa». Pero tú no eres eso; eso son tus creencias. Tus límites son los límites de tus creencias. Si tú crees algo, ese algo es, tanto para bien como para mal. Si tus creencias son limitantes, da igual lo duro que trabajes, porque tus resultados serán pobres. Por eso, si controlas tu mente, controlas tu vida. Nunca olvides las palabras de Don Ward: «Si vas a dudar de algo, duda de tus límites».