El fantástico mundo del gato canoso Si una historia se va transmitiendo a través de muchas generaciones, bien podríamos imaginar que el tiempo no separa a los lectores de distintas épocas. Una lectura compartida demuele las distancias. En el fantástico mundo del gato canoso, algunos cuentos nos llegan como segundas versiones de historias repetidas, tantas veces representadas que ya nada nos dicen. No iluminan al que los escucha y se terminan convirtiendo en el ruido de fondo de una herencia imprecisa. No podemos participar de ellas al no reconocerlas como algo vivo. Esto en cuanto a las historias. Pero las versiones cambiadas abren el panorama del lector para que pueda participar. ¿En qué? En reconocer todas las posibilidades que se ocultan en el hecho de contar un cuento. Alguien escucha –o lee– y se pregunta por la verdad; o mejor, por la posibilidad de que todo no sea como nos lo cuentan una y otra vez. Cualquier cuento puesto a circular nos puede volver con un rostro cambiado. Cualquier cuento nos adivina el futuro si cumplimos la parte que nos toca. Una obediencia a la historia nos lleva a la repetición y al destino escrito. Varias cosas atentan contra esto. Puede ser la ignorancia de confundir a Papá Noel con la Mazorca; o creerse un druida. O el rescate de una herencia familiar en imágenes o Bogart paseando por Parque Chas… Los cuentos del gato canoso nos hablan de todas las posibilidades de combinación que existen cuando desconfiamos del final de cualquier historia. O cuando no importa tanto el momento histórico en que transcurren si nos animamos a traerlas al presente y ponemos a conversar cierta lectura del pasado con una de este tiempo. Alguien está contando algunos secretos. No tiene todos los datos que hacen falta para que sea una verdad revelada, pero una verdad a medias a veces sirve para abrir los ojos.