Bajo Las Garras Verdes. Ivo Ragazzini
Читать онлайн книгу.dinastía, a cambio de su coronación como rey de los romanos5 por el papa Nicolás III hace unos años y debíais habérselos entregado y poneros a nuestro servicio desde hace ya tiempo. Además, el derecho al suelo solo puede concederse a cristianos bautizados y no a apóstatas, como son muchos gibelinos ---respondió un legado pontificio.
---La donación realizada por Rodolfo no es válida, porque nunca ha venido a reclamar y tomar posesión de nuestras tierras como emperador tras la muerte de Federico II. Tampoco ha venido nunca a Italia para coronarse como rey de los romanos, así que no le pertenecen. Estas tierras nos las donó Federico II para que fueran nuestras, las gobernáramos y defendiéramos como tierras del imperio y desde entonces nos pertenecen y pretendemos defenderlas ---rebatió la delegación de Forlí.
---Esa donación es, por el contrario, válida y legítima, porque Rodolfo ha cedido esas tierras al papa. Si os ha abandonado, no es culpa nuestra y deberíais reclamarle a él, no a nosotros ---replicó el legado pontificio.
---No tenéis el privilegio de exponer aquí cómo fueron realmente las cosas y cuál fue la realidad. Habéis buscado combatirnos por ser fieles al imperio y hemos tratado de defendernos según las tradiciones militares imperiales que hemos heredado, de no temer y no rendirnos nunca delante del enemigo y ahora, después de haber derrotado a los boloñeses repetida y lealmente en todos los lugares de la Romaña, os veis obligados a dirigiros al rey de Francia para que mande un ejército de fanáticos para destruirnos como a los herejes albigenses. Eso no es honroso ---respondió el gibelino Guido Bonatti.
---Eso es falso. Hemos sido derrotados por la traición de los Lambertazzi, que, mientras estaban en Bolonia, llegaron a acuerdos secretos con vosotros, y es por eso que los expulsamos de nuestra ciudad y ahora os expulsaremos a vosotros y a ellos de vuestras tierras, que nos pertenecen debido a la donación de Rodolfo de Habsburgo ---respondió irritado un noble güelfo de los Geremei.
---Habláis con el odio propio de las personas derrotadas en la batalla. Habéis probado a atacarnos en la llanura y entre los montes, siendo derrotados continuamente y ahora estáis aquí para pedir ayuda al papa y a los franceses, creyendo que nos intimidáis, pero habéis infravalorado nuestras tradiciones militares imperiales y la capacidad de nuestro capitán Guido de Montefeltro, que se remontan a la vieja escuela militar de Federico II. Solo pedimos hablar con el papa para que detenga este ejército, se haga la paz con Bolonia, se deje volver a los Lambertazzi a su ciudad legítima y no se derrame más sangre por ambas partes ---replicó Guido Bonatti.
De inmediato se levantaron voces y murmullos de desaprobación por parte de la delegación boloñesa.
---A vuestras tradiciones militares imperiales ya las hemos derrotado en Tagliacozzo y Benevento.6 En cuanto a vosotros, solo habéis atacado y arrasado bárbaramente el castillo de los Calboli,7 después de que hubieran pedido una tregua en Romaña y no veo en esto grandes tradiciones militares. En cuanto a los Lambertazzi, nunca volverán a Bolonia. Y los que los protegéis solo queréis un lugar seguro en el que estén, porque tendríais bandidos y delincuentes junto a ellos ---replicó el noble güelfo de los Geremei.
---No deberíais creer todas las patrañas que cuentan los derrotados. Los Calboli pidieron una tregua solo después de fracasar en entregarnos, traicionando a Romaña. Os repito que estáis hablando debido a las derrotas y la rabia por no haber conseguido conquistar nuestras tierras, pero estamos aquí para solucionar estas cosas. Nosotros, si es el caso, no nos rendiremos ni siquiera ante los franceses, pero antes queremos hablar con el nuevo papa para evitar más sangre y decirle que no haga caso de las quejas de gente derrotada que no tiene otro modo de derrotarnos ---respondió con firmeza Guido Bonatti.
---No. No hablaréis con el papa. El papa, como su predecesor, está harto de oír vuestros discursos y razones. Habéis desecho y destruido el castillo de los Calboli en Romaña, habéis hecho caer Cesena y Rávena con vuestro terror y ya habéis sido excomulgados y vetados por esto por el obispo de Rávena. Ahora solo os queda someteros y expulsar de vuestras tierras a los Lambertazzi y a todos los gibelinos, enfervorizados por el odio contra los güelfos y la Iglesia ---respondió el noble de los Geremei.
---A los Lambertazzi los habéis expulsado de todas partes sobre las que ejercéis vuestro señorío y, aunque quisiéramos, no podríamos llevarlos a ningún lugar donde no sean vetados y excomulgados por vosotros. Reconoced como municipio libre a Forlí y la paz entre nosotros será duradera. Haced saber esto pronto al papa ---dijo con resolución Guido Bonatti.
---No. El papa Martín ya ha partido hacia Aviñón y vuestro emperador Rodolfo de Habsburgo nos cedió esas tierras y por tanto ahora son nuestras. Entregádnoslas y expulsad a los Lambertazzi y a todos los gibelinos rebeldes de vuestras tierras si queréis verdaderamente la paz ---concluyó el noble de los Geremei con el asentimiento del legado pontificio.
La Romaña de los paganos
Aviñón, 1281. El papa Martín IV y sus legados militares y pontificios hablan de los planes de expansión del papado en la Romaña.
---Excelencia, es increíble que haya todavía lugares en Italia que siguen tradiciones paganas e impiden la expansión y el sometimiento cristiano después de más de treinta años desde la muerte de Federico II ---dijo un legado del papa.
---¿De qué lugares habláis? ---preguntó el papa.
---De Forolivii y la Romandiola.8 Estos no solo afirman que su tierra era parte del antiguo imperio romano, sino que asimismo creen que fueron fundados por una famosa sacerdotisa pagana y todavía hacen fiestas en su honor, que parecen más paganas que cristianas ---respondió el legado.
---¿Qué tipo de fiestas hacen? ---preguntó el papa.
---Hacen una especie de fiesta en la que una mujer es adorada como una reina del fuego, entre luces y llamas de todo tipo ---trató de explicar el legado lo mejor que pudo.
---¿Estáis hablando de una mujer o de un satanás? ---preguntó un poco sorprendido el papa.
---No, esperad, Santidad. Tal vez sea mejor que os lo explique yo ---intervino un historiador pontificio presente en la reunión.
---Contadme ---dijo el papa.
---Festejan una especie de calendas doradas,9 es decir, fiestas amburbales,10 dedicadas secretamente a una antigua sacerdotisa romana patrona del lugar, donde se hornean panes de mijo y espelta con granos de sal sagrada, proveniente de las cercanas salinas de Cervia,11, con muchos ritos y fuegos a lo largo de los caminos que conducen a Forolivii, mientras pasa la sal sagrada ---explicó el historiador pontificio.
---Ya he oído algo parecido. En muchos sitios se festejan aún las calendas doradas, pero no sabía esa historia de los panes de espelta y sal ---dijo el papa.
---Efectivamente hay muchas otras ciudades y lugares que aún festejan las calendas doradas y no será difícil transformar también estas fiestas en candelarias dedicadas a Nuestra Santísima Madre ---sugirió el legado pontificio al papa.
---Es verdad. Por lo que recuerdo, las calendas doradas se festejan en bastantes sitios y también aquí en Francia. Por ejemplo, en muchos lugares tuestan crêpes saladas en lugar de panes de espelta y sal ---dijo el papa francés---. ¿Por qué motivo, según vos, todavía hacen estas cosas? ---preguntó al historiador.
---Por lo poco que sabemos, remontándonos al papa Gelasio en el lejano siglo V, las calendas doradas se festejaban en los primeros días de febrero con fuegos y luminarias por los caminos y normalmente eran fiestas dedicadas a una sacerdotisa o diosa elegida como patrona o protectora desde los tiempos de Roma y los césares. Luego alguien intentó transformarlas en candelarias o fiestas de las velas encendidas ---respondió el historiador pontificio.
---¿Patronas paganas? ---preguntó sorprendido el papa.
---Sí, Eminencia. Sois francés y conocéis poco las tradiciones italianas, pero eran habitualmente sacerdotisas, esposas o hijas de altos funcionarios romanos que inauguraban12 o se convertían en patronas de un lugar itálico con una ceremonia