Shine. Ana de Andrés

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Shine - Ana de Andrés


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con sus múltiples facetas e ineludibles desafíos.

      Este «desorden» y la crisis de los sistemas, estructuras y relatos que nos han traído hasta donde estamos nos enfrentan a dilemas que no tienen solución desde la misma lógica en la que se crearon, y que en modelos más autoritarios no se daban a igual escala porque no había espacio para ellos, porque los procesos de decisión estaban mucho más acotados y los actores clave limitados… y porque ni la web era omnipresente ni los medios de comunicación jugaban el mismo papel. Lo que estamos viviendo hace que parezca llegado el momento de aprovechar todos los «velos» que la crisis del coronavirus ha levantado para percibir lo que realmente había detrás de ellos y aplicarnos a su transformación. El momento de «resetear» y «resetearnos».

      En nuestras sociedades, cada vez más polarizadas, la política vive tiempos difíciles. Ya en el mundo BC presenciábamos una creciente desconfianza hacia los gobiernos y un aumento del populismo, el viraje hacia movimientos extremistas, la fragmentación de las fuerzas políticas y la aparición de cismas de naturaleza diversa en muchos países, que se han visto claramente agravados con lo que estamos viviendo. Todas estas corrientes son enemigas de la transformación y de las reformas en gran medida estructurales que necesitamos, tanto en nuestros países como en nuestras sociedades y organizaciones. De hecho, estos fenómenos nos están trasladando la creencia de que el futuro solo puede ser peor para la mayoría, una sensación de caos, de violencia incipiente, un creciente interés por las «salvaciones individuales» en detrimento de las colectivas, y un retroceso en áreas fundamentales.

      Necesitamos nuevos liderazgos para tiempos extraordinarios

      Esta época de grandes sombras, aunque también de mucha luz, convierte en urgente la tarea de no mirar hacia otro lado, a pesar del sentimiento de frustración y de poca tracción que a menudo sienten los que forman parte de las corrientes de transformación y descubrimiento de nuevos modelos políticos, sociales, económicos y organizacionales. Las nuevas realidades nos plantearán sin duda –ya lo están haciendo– situaciones en las que ya no sirvan los viejos remedios y se harán necesarios liderazgos capaces de vivir con holgura en la complejidad, en lugar de intentar ordenarla o gestionarla de modo más o menos eficiente. Parte de la clave de estos nuevos liderazgos está por tanto en saber vivir en este desorden, incorporándolo a nuestras vidas con naturalidad y aprendiendo a navegar por él con la casi sola compañía de nuestra esencia más elemental. Liderazgos visionarios que entiendan el potencial efecto multiplicador de nuestras instituciones cuando estas son capaces de asociarse con otras fuerzas transformadoras poderosas, dejando atrás la agenda pequeña y renunciando a demandar trofeos individuales en favor de los logros colectivos y una agenda grande.

      Líderes en red y responsabilidad colectiva

      Precisamente por todo eso, el liderazgo no podemos dejárselo a los líderes, aunque las clases dirigentes sean un elemento crítico. Necesitamos un liderazgo colectivo y distinto, que debería regirse por los dictados del futuro y no ser una repetición del pasado. Las transformaciones necesarias solo podrán venir de un movimiento global de agentes de cambio que apliquen sus energías a la transformación de lo micro y de lo macro al mismo tiempo. Personas capaces de descubrir y entender las dinámicas de transmisión entre lo local y lo sistémico, que entiendan cómo incidir en lo colectivo desde lo individual, y que estén dispuestas a navegar en la complejidad aprovechando las muchas oportunidades existentes. Solo ese liderazgo liberado de las cúpulas de las sociedades y de las organizaciones logrará que hagamos responsables a nuestros dirigentes de sus decisiones y acciones de una forma efectiva y consistente, y será la única fuerza que pueda contrarrestar la inercia y la inacción respecto a temas cruciales en los que nos habíamos ido instalando en las últimas décadas. En palabras de uno de mis clientes, alto directivo de Naciones Unidas y experto en geopolítica, en estos tiempos la prioridad debería ser elevar la calidad del followship (los seguidores) porque solo así elevaremos de verdad la del leadership (el liderazgo). El concepto de liderazgo como algo exclusivo ha quedado atrás, y la creación de esa fuerza contraria a la inercia hace necesario que cada uno de nosotros nos hagamos cargo de nuestra cuota de la responsabilidad.


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