La imitación de Cristo. Tomás de Kempis

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La imitación de Cristo - Tomás de Kempis


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en gran parte con ellos.

      Ascetismo interior

      Su voluntarismo (esforzarse en...) y su intimismo les lleva a exigirse un ascetismo espiritual, sencillo en sus manifestaciones, pero radical y profundo, práctico. A un exigente desprendimiento y pureza de corazón. Es una especie de «humanismo devoto» a la manera de san Francisco de Sales o santa Teresa del Niño Jesús. Su literatura es moralizante según la necesidad de reforma que pedían los tiempos. Por eso no nos extraña que simpaticen en su tanto con la ascética estoica (Kempis cita literalmente a Séneca, ep. 7: «Cuantas veces estuve entre los hombres, volví menos hombre»). Por eso, recogimiento, obediencia, humildad, desprecio de la vanidad del mundo. Se compendia todo en la frase contemptus mundi, con que es también conocido el Kempis. Sin embargo no son estoicos ni pelagianos. Se trata en definitiva de seguir a Cristo interior y exteriormente, y por lo tanto contando siempre con su gracia: de imitatione Christi.

      Su practicismo les condujo al metodismo, sobre todo en la práctica de la oración. Se adelantaron al «renacimiento» que lo exaltó hasta el extremo. Los nuevos «devotos» quieren ser ordenados en todo, rítmicos, exactos. El Rosetum exercitorium spiritualium de J. Mombaer (1494) donde se incluye la Scala meditatoria de W. Gansfort (20,45,2), es el colmo de la metodización exagerada, mecanizada: contar por los dedos, versos mnemónicos, etc., demuestra ya una decadente y cansada esterilidad.

      La interioridad

      Es causa y efecto de todo lo anterior. Cuando el nivel espiritual está en baja forma aparecen como reacción los grupos y los movimientos que quieren superarlo, y suelen refugiarse en un cultivo intenso del intimismo personal que se hace poco a poco contagioso (algunos también tienen el carisma de la acción, como Grot que es a la vez un contemplativoactivo). Pero los «devotos» se dedican principalmente a la oración personal, y esto metódicamente. Oración meditativa con sus tiempos señalados para ella, con sus recursos sensoriales e imaginativos, con sus temarios previstos y ordenados. Es quizá la nota más acentuada y llamativa de la «devotio moderna» y que más presencia dejó en la espiritualidad del renacimiento y aún después. La «lectio, meditatio, oratio, contemplatio» de los monasterios cartujanos y cistercienses se precisa y canaliza más y mejor. Pero no se lanzan a grandes elevaciones místicas. Sí gustan de «sentir» la presencia de Dios, el encuentro con Cristo, pues son afectivos, pero todo suavemente, mesuradamente, muy al alcance de todos.

      Pero todo este estilo y espíritu comportaba un defecto importante que se le ha achacado siempre a este movimiento espiritual: el individualismo. Cierto que ellos piensan en sus comunidades y cuentan con la caridad fraterna que ha de darse entre todos. Pero dentro de eso parece que cada cual es sólo cada cual, con su dirección espiritual privada. El horizonte eclesial universal apenas lo descubren, la evangelización no les inquieta, su eclesiología es corta, la liturgia se vive (son muy eucarísticos), pero individualmente. Y este subjetivismo así lo trasmitieron, un subjetivismo que se aviene muy bien con la cultura renacentista que les pisa enseguida los pasos.

      Autores más representativos

      No escribieron mucho original. Son austeros hasta en esto. Grot escribió sus Conclusa et proposita, y sermones y cartas, que interesan para conocer el espíritu del movimiento, así como el Modus vivendi Deo, los Qaedam puncta, las Notabilia verba y las Consuetudines de los Hermanos de la Vida Común de Radewijus. Gerardo Zerbolt de Zutphen con sus obras De reformatione virium animae, y De spiritualibus ascensionibus. Teodorico Dirc de Herxen, autor de varios rapiarios. Juan Busch, autor de varias obras, entre otras el Cronicon Windeshemense donde inserta la Epistola de vita et passione D. N. J. Christi et aliis devotis exercitiis, anónima, pero muy expresiva de la espiritualidad del movimiento. De Tomás de Kempis luego hablaremos. Gerlatio Peters y Enrique Mande, canónigos agustinianos y los más místicos de los «devotos». Wesel Gansfort, Tractatus de cohibendis cogitationibus, gran instrumento para la metodización, que llega a su culmen, ya lo dijimos, con el Rosetum de Mombaer.

      Muchos otros se podrían indicar más o menos tocados por el aliento de esta escuela. Pero la «devotio moderna» es más un espíritu y un estilo que se insinuó por doquier, y cuyos datos concretos son difíciles de apresar.

      Por eso su influencia ha sido inmensa. A pesar de ser tan incompleta, su insistencia en los temas de la renuncia al mundo, del dominio de las pasiones, de la imitación de Cristo, y sobre todo de la práctica de la oración metódica, ha sido enorme. El individualismo de la devoción del siglo XV a nuestros días es su gran déficit, pero en parte quedó compensado por el bien que ha hecho con aquella práctica oracional, que se impuso en las órdenes religiosas (hasta en las monásticas) como obligación, y que llegó hasta los seglares a través de los libros y ejercicios innumerables que se multiplicaron desde el XVI hasta hoy.

      En España, aparte del Kempis, la gran influencia de la «devotio moderna» se realizó por medio del Ejercitatorio de la vida espiritual, del abad de Montserrat García de Cisneros, que está cargado de textos de «devotos» (Grot, Zerbolt, Kempis, Mombaer...), y con el que tiene mucho que ver el genial librito de los Ejercicios de san Ignacio de Loyola. Su estancia en aquel monasterio lo explica. La Compañía de Jesús después fue una de las instituciones que más divulgaron por todas partes la práctica de la oración meditativa personal y la hicieron popular. Esta, con unos u otros recursos y métodos antiguos o modernos, orientales u occidentales, sigue siendo abundantemente practicada.

      El «Kempis»

      Llamémosle así por ser un nombre breve y muy conocido. Y digamos que es una obrita exponencial de la espiritualidad de la «devotio moderna». Quizá bastaría esta presentación para decirlo todo. Pero ello mismo invita y exige hablar más.

      El total está formado por cuatro libros de varios temas, fuera del IV que trata sólo de la eucaristía. El título general, sin embargo, agrupa bien todo: De imitatione Christi. También fue conocido con el nombre más bien negativo de Contemptus mundi, base ascética de su espiritualidad.

      Como indicaba, es exponencial de la escuela de la «devotio moderna». Por eso todos los rasgos y las limitaciones de aquella se encuentran allí en toda su pureza. Antiespeculativo, voluntarista. Afectivo, y esto más y más según se avanza en la lectura de los cuatro libros, sobre todo el tercero. Es curioso cómo en el libro primero se llama casi siempre al Señor: Cristo. En los siguientes predomina el nombre de Jesús. También en el tercero son frecuentes los diálogos entre el Señor y el discípulo o siervo. Hay más ternura, más intimidad.

      Escribe en un latín bajomedieval sencillo. Se repite, bastantes veces se hace un tanto pesado, pero es penetrante, insinuante. A base de frases breves, de sentencias. Él no escribe un tratado ni hace teología científica, quiere recordar y meter en el alma de sus novicios y lectores las grandes máximas de la vida práctica espiritual, el desprecio del mundo, el seguimiento interior de Cristo. Resulta bastante desordenado, muchos capítulos pueden intercambiarse de libros y no pasa nada. No digamos las sentencias que, de hecho, se reiteran con relativa frecuencia. Pero el conjunto y algunos capítulos resultan deliciosos. No olvidemos nunca al leerlo que el Kempis se escribe directamente para monjes y «devotos». Pero no lo es a pesar de las apariencias. Apenas cita autores, fuera de la Biblia, de la que hay más de mil citas. Pocos nombres (Ovidio, Aristóteles, Séneca, san Agustín...). Influencias sin duda de otros (Grot, Radewijns, Bernardo, Buenaventura, Lodulfo el Cartujano, J. de Dambach, E. Seuse o Suso, David de Augsburgo, J. Ruysbroeck, E. Egher de Kalkar, J. de Schoonhoven...).

      El estudio de estas influencias, más o menos, necesitaría un trabajo largo y difícil. Imposible aquí de hacer. Pero el autor ha sabido hacer una obra personal, empapada de biblismo y de la tradición espiritual medieval, en especial de aquellos aspectos que Gerardo y Florencio acentuaron para sus planes de reforma y de vida cristiana cultivada en serio. Por eso el Kempis podría ser firmado por cualquier «devoto», sobre todo de los fundadores del movimiento, y no hubiese extrañado nada. Porque es una admirable síntesis de la sustancia real y formal de la escuela.

      Digamos ahora algo de cada libro en particular.

      Libro I

      Advertencias útiles para la vida espiritual

      Es


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