Una Vez Atraído . Блейк Пирс

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Una Vez Atraído  - Блейк Пирс


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algo de su tiempo en Phoenix mientras siguió analizando las cosas. Había sido capaz de salvar a una niña llamada Jilly. O al menos lo había intentado.

      Ella sacó su teléfono y marcó el número de un refugio para adolescentes en Phoenix, Arizona. Escuchó una voz familiar al otro lado del teléfono.

      “Habla Brenda Fitch”.

      A Riley le alegró que Brenda contestara la llamada. Había logrado conocer a la trabajadora social durante su caso anterior.

      “Hola, Brenda”, dijo. “Habla Riley. Quise llamar para ver cómo estaba Jilly”.

      Jilly era una chica que Riley había rescatado de la trata de blancas, una morena flaca de trece años de edad. Jilly no tenía familia excepto por un padre abusivo. Riley llamaba cada cierto tiempo para averiguar cómo estaba Jilly.

      Riley oyó a Brenda suspirar.

      “Me alegra que siempre llames”, dijo Brenda. “Ojalá más personas mostraran más preocupación. Jilly todavía está con nosotros”.

      A Riley se le cayó el alma. Esperaba que algún día le dijeran que Jilly se había ido con una bondadosa familia de acogida. Este no sería ese día. Riley estaba preocupada.

      “La última vez que hablamos, tenías miedo de que tendrías que enviarla de regreso con su padre”.

      “Ah, no, resolvimos eso de forma legal. Incluso tenemos una orden de restricción para mantenerlo lejos de ella”.

      Riley dio un suspiro de alivio.

      “Jilly pregunta mucho por ti”, dijo Brenda. “¿Quieres hablar con ella?”.

      “Sí. Por favor”.

      Brenda puso a Riley en espera. Riley de repente se preguntó si esta era una buena idea. Cada vez que hablaba con Jilly terminaba sintiéndose culpable. No sabía por qué se sentía de esa manera. Después de todo, había salvado a Jilly de una vida de explotación y abuso.

      “¿Pero la salvé para qué cosa?”, se preguntaba. ¿Qué clase de vida esperaba por Jilly?

      Oyó la voz de Jilly.

      “Hola, agente Paige”.

      “¿Cuántas veces debo decirte que no me llames así?”.

      “Lo siento. Hola, Riley”.

      Riley dejó escapar una risita.

      “Hola, Jilly. ¿Cómo te has sentido?”.

      “Supongo que bien”.

      En ese momento cayó un silencio.

      “Una adolescente típica”, pensó Riley. Siempre era difícil hacer que Jilly hablara.

      “¿Qué haces?”, preguntó Riley.

      “Me acabo de despertar”, dijo Jilly, sonando un poco aturdida. “Voy a desayunar”.

      Riley luego se acordó que era más temprano en Phoenix.

      “Siento llamarte tan temprano”, dijo Riley. “Sigo olvidando la diferencia horaria”.

      “No te preocupes. Más bien es amable de tu parte el llamarme”.

      Riley oyó un bostezo.

      “¿Irás a la escuela hoy?”, preguntó Riley.

      “Sí. Nos dejan salir todos los días de la prisión para hacer eso”.

      Era un chiste constante de Jilly el comparar el refugio a una prisión. A Riley no le parecía muy gracioso.

      Riley dijo: “Bueno, voy a dejarte desayunar y prepararte”.

      “Oye, espera un momento”, dijo Jilly.

      Hubo un momento de silencio. Riley pensó que oyó a Jilly sofocar un sollozo.

      “Nadie me quiere, Riley”, dijo Jilly. Ahora estaba llorando. “Las familias de acogida siguen escogiendo a otras. No les gusta mi pasado”.

      Riley estaba atónita.

      “¿Su 'pasado'?”, pensó. “Dios, ¿cómo podría una niña de trece años tener un 'pasado'? ¿Qué le pasa a la gente?”.

      “Lo siento”, dijo Riley.

      Jilly habló dificultosamente a través de sus lágrimas.

      “Es como... bueno, ya sabes, es...Riley, parece como si fueras la única persona a la cual le importo”.

      La garganta de Riley le dolía y sus ojos le ardían. No podía responder.

      Jilly dijo: “¿Podría irme a vivir contigo? No sería mucha molestia. Tienes una hija, ¿cierto? Ella podría ser como mi hermana. Podríamos cuidarnos. Te extraño”.

      Riley no podía hablar.

      “No...No creo que eso sea posible, Jilly”.

      “¿Por qué no?”.

      Riley se sintió devastada. La pregunta fue como un golpe en la cara.

      “Solo... no es posible”, dijo Riley.

      Todavía podía oír a Jilly llorando.

      “Está bien”, dijo Jilly. “Tengo que ir a desayunar. Adiós”.

      “Adiós”, dijo Riley. “Llamaré de nuevo pronto”.

      Oyó un clic cuando Jilly finalizó la llamada. Riley se inclinó sobre su escritorio con lágrimas corriendo por sus mejillas. La pregunta de Jilly seguía haciendo eco en su cabeza...

      “¿Por qué no?”.

      Había miles de razones. Ya estaba bastante ocupada con April. Su trabajo consumía demasiado de su tiempo y energía. ¿Y estaba preparada para lidiar con las cicatrices psicológicas de Jilly? Obviamente no.

      Riley se secó las lágrimas y se sentó derecha. Caer en la autocompasión no ayudaría en nada. Ya era el momento de volver al trabajo. Niñas estaban siendo asesinadas, y ellas la necesitaban.

      Ella cogió la carpeta y la abrió. ¿Era el momento de volver al campo de juego?

      CAPÍTULO TRES

      Diablito estaba sentado en el columpio del porche viendo a los niños pasar en sus disfraces de Halloween. Generalmente disfrutaba esta época del año. Pero le pareció una ocasión agridulce esta vez.

      “¿Cuántos de estos niños estarán vivos en unas semanas?”, se preguntaba.

      Él suspiró. Probablemente ninguno de ellos. La fecha límite estaba cerca y nadie le estaba prestando atención a sus mensajes.

      Las cadenas del columpio estaban chirriando. Estaba lloviendo ligeramente, y esperaba que los niños no se enfermaran. Tenía una cesta de dulces en su regazo, y estaba siendo bastante generoso. Se estaba haciendo tarde, y pronto no habría más niños.

      En la mente de Diablito, abuelo aún se estaba quejando, a pesar de haber muerto hace años. Y no importaba que Diablito era un adulto ahora, nunca estaba libre de ese viejo.

       “Mira a ese con la capa y la máscara de plástico negra”, dijo el abuelo. “Eso ni siquiera puede llamarse un disfraz”.

      Diablito esperaba que él y el abuelo no estuvieran a punto de tener otra pelea.

      “Él está disfrazado de Darth Vader, abuelo”, dijo.

      “No importa quién demonios se supone que es. Es un disfraz barato que fue comprado en una tienda. “Yo siempre hacía tus disfraces para Halloween”.

      Diablito recordaba esos disfraces. Para convertirlo en una momia, abuelo lo había envuelto en sábanas rotas. Para convertirlo en un caballero en armadura brillante, abuelo le había puesto cartulina cubierta con papel de aluminio, y él había llevado


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