La urgencia de ser santos. José Rivera Ramírez

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La urgencia de ser santos - José Rivera Ramírez


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fuerza el comunismo; pero es que además –dice– que los comunistas piensan que el comunismo es una nueva fe y les gusta hacer paralelos con los primeros tiempos del cristianismo; y ahí está lo malo, que los segundos tiempos del cristianismo en que vivimos no se parecen a los primeros; se parecen más los comunistas; él va explicando por qué muchos intelectuales se pueden hacer comunistas y una de las cosas que dice es esta: que la religión ya no tiene fuerza, no tiene atractivo; es una cosa que es necesaria para el ser humano, pero no tiene fuerza. ¡Eso lo dice un polaco, uno de los sitios donde la Iglesia parece que funciona! pero funciona de tal forma que ya no atrae al que no tiene mucha fe; sólo atrae al Papa que tiene mucha, por supuesto. Pero esto es tremendo, porque la Iglesia somos nosotros y somos nosotros de una manera muy fontal, de una manera muy especialmente expresiva.

      El beato Ezequiel convierte a mucha gente, pero el proceso de descristianización sigue en Colombia. Y vas viendo cómo hay una serie de aspectos que uno dice “pero es que esto no estaba bien”. El tiene mucho amor a los pobres, pero tiene una actitud con los ricos –y le repatean bastante– que, en fin, no se atreve a... porque el ambiente era aquel. Podemos ir con un deseo sincero de santificación pero no suficientemente intenso respecto a la gracia de Dios. Y entonces, sin darnos cuenta, con esta peligrosidad de que si hacemos examen de conciencia no lo vemos siquiera, porque teníamos que ver antes unos presupuestos que son los que nos oscurecen, no vemos nada malo. Estamos cediendo a una serie de aspectos que son literalmente del reino de Satanás, porque son del reino de este mundo, son mundanos, pero es la mundanidad que está dentro de la Iglesia. Y podemos caer por dos capítulos: por un capítulo de reacción en contra o por otro capítulo de dejarnos influir.

      Santidad eximia y santidad heroica

      La oración de intercesión por los pastores

      Es más, somos los encargados de pedir perdón por el pueblo: el pueblo –pienso que por eso muchas cosas en la Iglesia no han avanzado más– no se merece que Dios nos ilumine a nosotros; en un momento determinado yo me santifico igual predicando una cosa que otra, pero la gente necesita una, no necesita la otra, el que Dios me ilumine, muchas veces no va a ser el fruto de mi buena voluntad, de mi apertura, va a ser el fruto de la petición de los demás. Durante el concilio –teniendo asegurada la asistencia del Espíritu Santo– tanto Juan XXIII como Pablo VI, estaban recordándonos continuamente que pidiéramos luces al Espíritu Santo ¿Por qué? Porque una cosa es no equivocarse y otra cosa es decir las cosas más prudentes, una cosa es no cometer una imprudencia y otra hablar de la manera más prudentemente posible. Podemos no predicar una cosa mala, pero podemos omitir miles de cosas necesarias para que haya el minimun de evangelización y omitir las predicaciones que eran necesarias para que la gente se convirtiera. Esto nos lleva a estar continuamente abiertos al Espíritu Santo. Lo mismo que tenemos que tener siempre conciencia de que somos personas humanas –ya la tenemos– y obramos como personas más o menos, tenemos que tener la conciencia continua de que estamos movidos por el Espíritu Santo y obraremos más o menos espiritualmente. Por eso, siempre que vemos que una actitud o una orientación nos lleva a estar más abiertos al Espíritu Santo, esta orientación es acertada, [pero] siempre que veamos que nos lleva a sustituirle es que no está acertada.

      Resumiendo, estamos llamados a la santidad, la santidad es el modo de ser divino, estamos llamados a estar divinizados, pero estamos llamados a llegar a la perfección. La cumbre de la perfección para todos es la caridad y nosotros tenemos nuestra llamada, personal de cada uno. Nuestra llamada personal es de ministros de Cristo; esto supone una intimidad ya con Jesucristo, una intimidad realmente especial que tiene que ser también una intimidad subjetivamente especial. Cristo nos la quiere dar. De esta intimidad especial, distinta del común, depende nuestra labor pastoral, depende nuestra fructuosidad. Y esta llamada nos lleva a una santidad eximia ya y a un estado de fervor, de dependencia consciente del Espíritu Santo, siempre con el temor de que, como estamos luchando no contra la carne y contra la sangre sino contra el príncipe de este mundo, es decir, contra el demonio, que es todavía más listo que yo –“que yo” quiere decir que cada uno de nosotros–, tenemos que estar en una alerta continua, “para no caer en la tentación”.

      Santidad, discernimiento y Espíritu Santo

      Aun a los santos les ha podido pasar o que no han llegado a la santidad que tenían que llegar o que no les ha iluminado Dios como les quería iluminar porque la gente no se lo ha merecido. Entonces tenemos que poner un plus de santidad para alcanzar que la gente nos entienda. [Tomemos también] conciencia de que podemos llegar a santos pero habiendo pasado por épocas de no fervor en que hayamos “hecho polvo” a mucha gente, escandalizado a mucha gente, no porque hayamos hecho cosas que le chocan, sino precisamente porque le hemos apoyado las tendencias mundanas. Por ejemplo: ¿cómo tenemos el discernimiento para convencer a la gente de que no tiene que irse a las piscinas ni a las playas? Pues no lo sé; no sé si hay que hablar primero a los obispos, o primero a ellos; este discernimiento tiene que darlo el Espíritu Santo. Es muy complicado en cada momento, porque una palabra demasiado exigente puede hundir a una persona y una palabra poco alta puede no darle ganas de elevarse. En fin, que estamos manejando la sangre de Jesucristo, sencillamente, y esto nos tiene que llevar a este hambre y sed del Espíritu Santo, que es una de las formas –lo recuerdo siempre– que excita a la santidad. La santidad es el desarrollo pleno de nuestra personalidad que, al irse desarrollando, está abierta al Espíritu Santo, que es el que la desarrolla. Es estar movido por el Espíritu Santo y este vivir como hijo de Dios, pero participando de su acción paternal.

      9 Antiguo partido político, integrado ahora en el Partido popular; era un partido de “derechas”, en ciertas cosas más afín a los planteamientos de la Iglesia; el psoe (partido socialista obrero español) es un partido de “izquierdas”, más opuesto, en cuestiones de moral familiar, defensa de la vida, educación, a los planteamientos morales de la Iglesia.

      10 Parece referirse al seminarista de veinte años, que ya debería tener un nivel de santidad bastante alto.

      3. La continuidad de la llamada y el riesgo de no escuchar

      La llamada a la santidad como conciencia de la actividad gratuita y constante de Cristo

      La llamada a la santidad es una llamada. Por consiguiente [mantengamos] la conciencia de que la iniciativa siempre es de Dios. Esto no significa una continuidad de conciencia refleja de


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