La Casa Perfecta. Блейк Пирс

Читать онлайн книгу.

La Casa Perfecta - Блейк Пирс


Скачать книгу

      “Percibí un cambio en el aire de las instalaciones”, le contestó, con su tono de Luisiana más exagerado que nunca. “El aire parecía más dulce y pensé que podía escuchar cómo piaba un pájaro afuera”.

      “Por lo general, no sueles tener tantos cumplidos”, notó Jessie. “¿te importa decirme qué es lo que ha conseguido que te pongas de un humor tan generoso?”.

      “Nada en concreto, señorita Jessie. ¿Es que no puede un hombre apreciar la pequeña alegría que resulta de tener una visita inesperada?”.

      Algo en el modo que pronunció la última línea hizo estremecer el cuero cabelludo de Jessie, como si el comentario estuviera cargado de significado. Se quedó allí sentada un momento, dejando a su mente que trabajara, ignorando por completo las restricciones temporales. Sabía que Kat le dejaría manejar la entrevista de la manera que ella quisiera.

      Dándole vueltas a las palabras de Crutchfield en su cabeza, se dio cuenta de que podían referirse a más de una sola cosa.

      “Cuando hablas de visitas inesperadas, ¿te refieres a mí, Crutchfield?”.

      Él se la quedó mirando durante varios segundos antes de hablar. Finalmente, con lentitud, la amplia, forzada, sonrisa en su rostro se transformó en una expresión burlona más malévola, y también más creíble.

      “No hemos establecido las reglas de juego para esta visita”, le dijo, girándose de repente sobre sus espaldas.

      “Creo que hace mucho que han terminado los días de las reglas de juego, ¿no crees, Crutchfield?”, le preguntó. “Hace mucho que nos conocemos, y podemos simplemente charlar, ¿no es cierto?”.

      Regresó a la cama empotrada en la pared de la celda y se sentó, con la expresión ligeramente oculta en la penumbra.

      “Entonces, ¿cómo puedo estar seguro de que vas a ser tan honesta como quieres que yo sea contigo?”, le preguntó.

      “Después de que le ordenaras a uno de tus compinches que entrara al apartamento de mi amiga y le diera un susto tal que todavía no pega ojo por las noches, no estoy segura de que te hayas ganado mi confianza o mi buena voluntad”.

      “Sacas ese incidente a colación”, le dijo él, “pero olvidas mencionar las múltiples ocasiones en que te he ayudado, tanto en lo profesional como en lo personal. Por cada supuesta indiscreción que ha habido por mi parte, te he compensado con información que te ha resultado inestimable. Lo único que estoy pidiendo son ciertas garantías de que esto no va a ser solo trabajo mío”.

      Jessie le miró con dureza, intentando determinar la buena voluntad que podía mostrar al tiempo que mantenía una distancia profesional.

      “¿Y qué es exactamente lo que estás buscando?”.

      “¿Ahora mismo? Solo tu tiempo, señorita Jessie. Preferiría que no tardaras tanto en regresar por aquí. Han pasado setenta y seis días desde que me concediste la gracia de tu presencia. Un hombre un poco más inseguro podría ofenderse ante tan larga ausencia”.

      “Muy bien”, dijo Jessie. “Prometo visitarte de manera más regular. De hecho, me aseguraré de pasar por aquí al menos otra vez esta semana. ¿Cómo suena eso?”.

      “Es un comienzo”, dijo sin entusiasmo.

      “Genial. Entonces regresemos a mi pregunta. Antes dijiste que apreciabas la alegría que te producía tener una visita inesperada. ¿Te estabas refiriendo a mí?”.

      “Señorita Jessie, aunque siempre sea una delicia regodearme en tu compañía, debo confesar que mi comentario sin duda alguna se refería a otro visitante”.

      Jessie podía escuchar cómo se tensaba Kat en el rincón de atrás.

      “¿Y a quién te refieres?”, le preguntó, manteniendo el mismo volumen.

      “Creo que ya lo sabes”.

      “Me gustaría que me lo dijeras tú”, insistió Jessie.

      Bolton Crutchfield se volvió a poner de pie, ahora más visible debajo de la luz, y Jessie pudo ver que estaba dándole vueltas a la lengua en la boca, como si fuera un pez en un anzuelo con el que estuviera jugueteando.

      “Como te aseguré la última vez que hablamos, pensaba tener una charla con tu papi”.

      “¿Y la has tenido?”.

      “Sin duda alguna”, respondió tan casualmente como si le estuviera dando la hora. “Me pidió que te transmitiera sus saludos cordiales, después de que le ofreciera los tuyos”.

      Jessie le miró de cerca, en busca de cualquier indicio de engaño en su rostro.

      “¿Hablaste con Xander Thurman,” reconfirmó, “en esta habitación, en algún momento de las últimas once semanas?”.

      “Así es.”

      Jessie sabía que Kat estaba deseando hacer sus propias preguntas para intentar confirmar la veracidad de su afirmación y de cómo podía haber sucedido. Pero, en su mente, eso era secundario y podía abordarlo más tarde. No quería que la conversación se desviara del tema así que lo continuó antes de que su amiga pudiera decir nada.

      “¿De qué hablasteis?”, le preguntó, intentando mantener un tono de neutralidad.

      “Pues bien, tuvimos que ser bastante crípticos, para que los que nos estaban escuchando no descubrieran su verdadera identidad. Pero el tema central de nuestra charla fuiste tú, señorita Jessie”.

      “¿Yo?”.

      “Sí. Si recuerdas, él y yo hablamos hace un par de años y me advirtió que puede que un día me visitaras. Que tendrías un nombre diferente del que él te había puesto, Jessica Thurman.”

      Jessie se estremeció involuntariamente ante el nombre que no había escuchado salir de los labios de nadie más que de sí misma en dos décadas. Sabía que él había visto su reacción, pero no había nada que pudiera hacer por evitarlo. Crutchfield sonrió complacido y continuó.

      “Quería saber cómo le iba a esta hija suya perdida hace tanto tiempo. Estaba interesado en todo tipo de detalles, cómo te ganas la vida, dónde vives, el aspecto que tienes ahora, cómo te llamas en este momento. Está deseando reconectar contigo, señorita Jessie”.

      Mientras hablaba, Jessie se obligó a sí misma a respirar muy lentamente hacia dentro y hacia fuera. Se recordó cómo destensar el cuerpo y hacer lo mejor posible por parecer tranquila, aunque fuera una fachada. Tenía que parecer imperturbable mientras le hacía la siguiente pregunta.

      “¿Y le contaste alguno de esos detalles?”.

      “Solamente uno”, dijo con malicia.

      “¿Y de cuál se trata?”.

      “El verdadero hogar está dónde uno tiene a los suyos,” dijo él.

      “¿Qué diablos significa eso?”, exigió Jessie, que sentía cómo se aceleraba por momentos el latido de su corazón.

      “Le dije la ubicación del lugar al que llamas hogar”, le dijo, con toda naturalidad.

      “¿Le diste mi dirección?”.

      “No fui tan específico. Para ser honestos, no conozco tu dirección exacta, a pesar de todo lo que he hecho para descubrirla. Pero sé lo suficiente como para que te acabe encontrando si es listo. Y como ambos sabemos, señorita Jessie, tu papá es muy listo”.

      Jessie tragó saliva y reprimió las ganas de ponerse a gritar. Todavía estaba respondiendo a sus preguntas y necesitaba tanta información como pudiera obtener antes de que se detuviera.

      “Entonces, ¿cuánto tiempo me queda antes de que venga llamando a mi puerta?”.

      “Eso depende de lo que él tarde en reunir las piezas”, dijo Crutchfield encogiendo los hombros de manera exagerada. “Como ya


Скачать книгу