Rebeldes. Amy Tintera

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Rebeldes - Amy Tintera


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imaginaba a Callum disfrutando al dispararles a los animales; ni siquiera disfrutaba comiéndoselos.

      —Creo que mejor paso —dijo. Señaló el otro transbordador—. Vamos a trabajar en el que sigue.

      Micah asintió.

      —Entonces voy a por Jules y Kyle —me tocó el brazo—. ¿Quieres esperar aquí un minuto? Voy a traerte armas.

      Asentí, corrió de vuelta por las rejas y desapareció por la esquina.

      —¿Todo bien? —preguntó Callum, dando un paso hacia mí.

      Asentí y una sonrisa se me extendió por el rostro, mientras bajaba la mirada hacia sus brazos cubiertos de grasa. Parecía feliz y relajado. No estaba segura de haber visto esa expresión en su cara antes.

      —Bien —le dije. Decidí no contarle lo de Addie y los chips anticonceptivos. Era una conversación incómoda y de todos modos no era relevante para nosotros por el momento.

      Cerré la mano sobre mi brazo superior, donde estaba mi propio chip. Me lo dejaría puesto por si las dudas.

      —No te molesta que no vaya contigo, ¿verdad? —sonrió de oreja a oreja—. Creo que los dos sabemos que sería muy malo cazando.

      Di un paso hacia delante y me levanté de puntillas para rozar mis labios con los suyos.

      —No iba a decir eso. Pero sí, probablemente sea mejor que no vengas.

      Se carcajeó y se inclinó hacia delante para besarme de nuevo, mientras mantenía los brazos a los costados. Coloqué las manos en su pecho y me derretí en su beso, sin importarme los Reiniciados que nos rodeaban.

      —Esta noche, cuando regreses, hagamos esto —dijo, alejándose ligeramente y besándome en la mejilla—. Nada de atacar ni socializar ni cazar. Sólo esto.

      —De acuerdo.

      Lo acaricié con las manos hasta el cuello y suspiré.

      —Ahora desearía no ir de caza.

      —Creo que está bien que accedas. Si nos quedamos, lo tuyo probablemente será cazar. Cazar y salvar a la gente. Tus dos cosas favoritas.

      Solté una carcajada suave. No estaba segura de lo segundo —él era la única persona a la que había salvado—, pero cazar probablemente era lo mío. Era agradable pensar que podría haber algo aquí para lo que fuera buena. Nunca había sido buena en nada más que cazar a humanos para la CAHR y eso no era algo que planeara volver a hacer.

      —¡Wren! ¿Lista?

      Miré hacia atrás para ver a Micah de pie junto al transbordador con Jules y Kyle. Una joven Reiniciada estaba sentada en el asiento del piloto y el transbordador se encendió con un rugido. Me alejé de Callum con un suspiro.

      —Nos vemos.

      —Adiós. Que no te disparen.

      CAPÍTULO CINCO

       CALLUM

      Fruncí el ceño al ver todos los controles de vuelo destruidos frente a mí y toqué el lugar donde solía estar el botón. Este transbordador estaba en peor estado que aquél en el que Wren y Micah acababan de despegar, pero tal vez aún podía repararlo.

      —¿Necesitas algo de esto?

      Isaac estaba de pie junto a la puerta, con una bolsa de piezas surtidas de transbordador en las manos.

      —Puede ser —cogí la bolsa y la dejé caer en el asiento junto a mí—. Gracias.

      —De nada.

      Deslizó las manos en los bolsillos y se apoyó en la puerta. Su tendencia a jorobarse lo hacía parecer todavía más bajo de lo que era—. Limpiar el transbordador es el trabajo que casi todos evitan.

      Sonreí mientras revisaba el contenido de la bolsa.

      —Probablemente porque primero hemos tenido que sacar algunas partes de cuerpos —me encogí de hombros—. Pero soy muy bueno con la tecnología, así que he pensado que podría ser útil.

      —Muy bueno—dijo—. La mayoría de los Reiniciados llega sin saber mucho más allá de cómo golpear a la gente.

      Puse los ojos en blanco. La CAHR y sus estúpidas prioridades.

      —Ya lo creo.

      —¿De dónde dijiste que eras? —preguntó.

      —Austin.

      —Nunca he estado ahí; de hecho, nunca he estado en ninguna de las ciudades. ¿Es bonito?

      Lo miré confundido.

      —¿Nunca has ido a las ciudades? ¿Naciste aquí?

      —Sí.

      —Ah, ¿naciste como Reiniciado? —pregunté, sorprendido. ¿No habían dicho que a los bebés Reiniciados no les daban números?

      —No.

      —Oh —esperé que ahondara en su explicación, pero no lo hizo. Se estaba guardando algo y, por la manera en que evitaba mis ojos y fruncía el ceño, no era algo bueno.

      Eché un vistazo rápido a la escena detrás él. Alrededor de diez Reiniciados se paseaban por ahí, recogiendo piezas del transbordador o trabajando en la barda. Parte de la seriedad de ayer había desaparecido, pero los Reiniciados de la reserva no parecían esforzarse mucho por hablar con los recién llegados. De hecho, sólo Isaac se había acercado a mí.

      Volví la atención de nuevo al desastre que tenía enfrente. Tampoco yo me había acercado a alguno de ellos, así que quizá todos nos estábamos adaptando todavía. Cogí un botón y traté de hacerlo caber en el hueco del tablero. No tuve suerte.

      —Así que, Austin —dijo Isaac, cruzando los brazos sobre su pecho—. ¿Es bonito?

      Me encogí de hombros.

      —Está bien.

      Cuando pensaba en Austin, lo único que podía ver era a mis padres cerrándome la puerta en la cara y lo único que podía oír era el grito ahogado de ese hombre al que había asesinado, mientras cerraba los dedos alrededor de su garganta.

      Cerré los ojos y tragué saliva. En parte, sentía alivio por recuperar los recuerdos que había perdido. Habían comenzado a volver de nuevo, poco a poco, la noche anterior. Haberle saltado encima a esa mujer en el restaurante, el olor de su carne abrumándome. Esperar a Wren para que cogiera a Addie y distraerme con el movimiento en la siguiente casa. Romper la puerta y saltar sobre el hombre.

      Abrí los ojos con un suspiro. Isaac me miraba fijamente, con el rostro contraído de compasión.

      —Vosotros los de la CAHR estáis hechos un verdadero desastre, ¿no?

      —Es probable —dije, con un toque de diversión.

      —¿Cómo es ahí dentro?

      —Dentro de las instalaciones no lo pasas tan mal. Me dieron muchas palizas los primeros días, pero después eso paró y sólo Wren me pateaba el trasero, lo cual era más o menos divertido.

      Me miró perplejo.

      —En serio estáis hechos un desastre… Todos vosotros.

      —Ella era mi entrenadora —dije con una carcajada—. Era amable mientras lo hacía.

      —Ah, bueno, pues si era amable mientras lo hacía…

      —Las misiones en las que debíamos salir y capturar humanos eran horribles. Tal vez habría muerto en menos de un año de haberme quedado —suspiré—. Los humanos de verdad nos odian.

      Isaac asintió mientras daba un paso atrás.

      —Bueno, pues quizás a veces tienen algo


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