Diario de Nantes. José Emilio Burucúa
Читать онлайн книгу.y cualquier respuesta contra ella, por más fuerte que sea, procura destruir aquella violencia inicial. “Las cenizas de Klaas golpean mi corazón”, escribió Charles de Coster en 1867. ¿Deberíamos “relativizar” acaso las cenizas de las víctimas de París o de los niños en el avión ruso en Egipto u otras muchas víctimas alrededor del mundo?
(El belga Charles de Coster escribió la novela de las aventuras de Till Eulenspiegel. Klaas, quemado por hereje, es el nombre del padre del personaje. De la boca de Till salen aquellas palabras.) A pesar de ser uno de sus redactores, solicito que lo quitemos de la declaración para alcanzar un consenso mínimo. Sudhir, Gabriela, Babacar y otros insisten en que, sin el segundo parágrafo, el texto parece un telegrama de pésame. A las nueve de la noche, Sudhir propone una nueva versión que espero sea la última. El primer parágrafo permanece intocado. El segundo:
En momentos de tantas pérdidas humanas y de tanto daño infligido a una nación, no es fácil conservar el sentido de equilibrio y no ser arrastrado por pasiones como la ira y la venganza. Aunque comprendemos que son necesarias medidas razonables para mejorar la seguridad, también recordamos el consejo atemporal de Buda: “El odio que se alimenta del combustible de las justificaciones debe ser conjurado por el agua de la compasión, no alimentado con la leña de las razones y las causas”. Las relaciones entre las fronteras deberían estar marcadas siempre por la amistad. Seguiremos trabajando codo a codo para estrechar los lazos de comunidad y entendimiento mutuo que nos mantendrán juntos a través de este tiempo oscuro.
Me encuentro entre quienes la aceptan sin más. Varios colegas han pensado que sonaría pretencioso y grosero recordar a los franceses la grandeza del trío Liberté-Égalité-Fraternité, que ellos mismos inventaron para bien de toda la humanidad. Sea.
Por la tarde, nos reunimos varios fellows (no diré quiénes). Se producen enfrentamientos bastante serios, entre quienes bregan en favor de un lenguaje diplomático, que no dé lugar a interpretaciones torcidas por intereses políticos, y quienes insistimos en decir algo más que un mero mensaje de condolencias. Me limito a contar que uno de nosotros, por lo menos, ya se sintió atemorizado ante las reacciones de los hommes communs del entorno nantés, fundadas en el color de su piel. Pregunto: ¿qué haremos si la reforma constitucional que propone Hollande afecta directamente nuestros derechos, escuetos, como extranjeros en Francia? ¿Volveremos a ser diplomáticos o bien haremos los petates y nos mandaremos mudar? Antes de abandonar la sala de reuniones, hemos escrito una enésima versión. Dudo de que tenga el consenso buscado.
El día académico se concentró en la visita de Mauro Moruzzi, embajador suizo para todo cuanto se refiere a la investigación, la ciencia y la enseñanza universitaria en su país. Dado que es un especialista en literatura italiana, Samuel Jubé me pidió que compartiese la mesa del almuerzo con él, el diplomático, su esposa, Livia Holden y Alain Supiot. El doctor Moruzzi, hijo de inmigrantes italianos, nació en Neuchâtel, tiene una educación francesa, habla italiano, alemán e inglés como si fuesen todas sus lenguas maternas. Es un caballero cultísimo, conocedor de la historia de su país y de la civilización europea. En el diálogo durante la comida, puso en duda el mito suizo del destino federativo desde los siglos de la Edad Media. Destacó la habilidad y el esfuerzo que Napoleón puso en juego para dar una primera Constitución escrita a la Confederación en 1803. Explicó de qué manera la idea federal tuvo el apoyo del Congreso de Viena, al mismo tiempo que Neuchâtel adquiría el estatuto de principado prusiano sin perder su carácter de cantón. Ese Congreso de 1815 acordó la neutralidad perpetua de Suiza. Moruzzi expuso rápidamente las confrontaciones religiosas que siguieron hasta 1847, el estallido de una guerra civil muy breve, que terminó con la derrota de los cantones católicos, y el establecimiento del Estado federal por medio de la Constitución de 1848. Me impresionó la precisión y la amplitud del cuadro. El invitado pasó a elogiar luego la obra del escritor viajero Nicolas Bouvier, suizo fallecido en 1998; consideró que se trata de uno de los más grandes escritores de lengua francesa del siglo XX. La conversación siguió su curso hacia la política científica de la República Helvética y su apoyo a la investigación médica en los trópicos. El Instituto Suizo Tropical de Salud Pública, dependiente de la Universidad de Basilea, posee dos sedes en África: en Ifakara, Tanzania, y en Abidján, Costa de Marfil. Marcel Tanner ha sido el director general durante casi veinte años. Él fue la persona que solucionó el problema de la propagación de la malaria en Tanzania, al darse cuenta de que las campañas de vacunación de niños eran eficaces cuando coincidían con el llamado simultáneo a las vacunaciones del ganado. Así de sencillo. Alain Supiot terció con algunos bocadillos sobre su propia participación en el trazado de la política científica francesa. Dijo algo que me dejó estupefacto: contra su opinión, por supuesto, el consejo científico de Francia siguió las directivas europeas y resolvió que, en el campo de las ciencias humanas, han de estimularse sólo cuatro líneas de trabajo: el uso de los big data para la investigación social, las cuestiones de gobernanza en el campo de la política, la investigación de la economía standard (es decir, la no investigación económica, pues si ya todo está estandarizado, ¿cuál sería el objeto de buscar algo nuevo?), y la aplicación de las neurociencias al estudio ¡de los comportamientos religiosos! Estoy afuera con mi macarrónico.
El embajador Moruzzi nos dio, por fin, una conferencia acerca de la enseñanza superior y la investigación en Suiza. Hay dos universidades federales y diez cantonales en el país, nueve universidades de ciencias aplicadas (siete públicas y dos privadas), catorce universidades cantonales de preparación para la enseñanza y dos institutos de tecnología avanzada, uno en Zúrich y otro en Lausana. Este sigue el modelo norteamericano y marca ahora los criterios de excelencia. El bachillerato habilita al ingreso en las universidades para todas las carreras, excepto medicina y deportes que exigen examen de ingreso. El 70% de los estudiantes asiste a los cursos en busca de una formación profesional, el 30% va en procura de una carrera académica de profesor e investigador. El gobierno federal aporta un 20% de los fondos del sistema; los cantones, el 30%; y el sector privado, el 50% restante, cuyo 85% es, a su vez, destinado a la investigación básica y aplicada. Por principio, no hay interferencia alguna del Estado en el diseño de las políticas científicas. Hubo una sola excepción, vinculada al campo de la energía nuclear, gradualmente desactivada a partir de 2011 como consecuencia del accidente de Fukushima. Existe una Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología, una suerte de interfase autónoma respecto de los gobiernos federal y cantonales, que provee un 25% de los recursos de la investigación. Entre 2007 y 2011, Suiza ascendió varios escalones en el porcentaje de su PBI aplicado al desarrollo de la ciencia: Israel destina el 4,21%; Corea, el 4,15%; Suiza, el 2,96%; los Estados Unidos, el 2,81%; Francia, el 2,23%. El doctor Moruzzi mostró un mapa iluminado de la densidad de papers y contribuciones científicas de los países de la Tierra. Europa es el fanal más importante. De la Argentina, se desprenden algunas lucecitas. Si Israel era el primer país del mundo en materia de publicaciones por habitante hasta mediados de los noventa y Suecia lo fue alrededor del 2000, Suiza ocupa ahora el primer lugar. El embajador dijo algo claro como el agua: la confederación se ha propuesto “ganar” la competencia científica global por tres medios, la excelencia, el liderazgo industrial y el enfrentamiento de los desafíos sociales. Nadie le preguntó por qué no había en Suiza un Instituto de Estudios Avanzados como el de Nantes. Pero nuestro hombre planteó la pregunta y dio la respuesta: el sector privado, principal responsable y depositario de la política científica del país, no lo ha considerado necesario.
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20 de noviembre
Entiendo que nos dirigimos hacia una declaración ceñida al primer parágrafo de pésame. Prevalecen la opinión cauta de Houben y su llamado a una reflexión en profundidad de las causas y las consecuencias de los sucesos. Es probable que lo sentido y vivido por mi amigo africano me haya arrastrado hacia el espejismo de la urgencia. Jan escribió su mensaje en francés. Lo traduzco íntegro, pues se me ocurre que hay en él la posibilidad de una convergencia:
Queridos Todas y Todos [sic]/ Dear All,
Es muy interesante observar y analizar nuestras discusiones, que llevan ya una semana, con algo más de distancia.
Algunas conclusiones:
1) No hay NINGÚN “consenso total” por NINGUNA de las distintas propuestas (parágrafo 1 solo,