La Santa Biblia - Tomo III. Johannes Biermanski

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La Santa Biblia - Tomo III - Johannes Biermanski


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se les cazaba por los valles donde estaban escondidos, entre bosques espesos y cumbres roqueñas.

      Ningún cargo se le podía hacer al carácter moral de esta gente proscrita. Sus mismos enemigos la tenían por gente pacífica, sosegada y piadosa. Su gran crimen consistía en que no querían adorar a Dios conforme a la voluntad del papa. Y por este crimen se les arrojaba toda clase de humillaciones, insultos y torturas que los hombres o los diablos {demonios}podían inventar.

      Una vez que Roma resolvió exterminar la secta odiada, el papa expidió una bula en que los condenaba como herejes y los entregaba a la matanza. (Véase el Apéndice.)

      EL Apéndice: EDICTO CONTRA LOS VALDENSES. - El texto completo del expedido, en 1487, por Inocencio VIII contra los valdenses (cuyo original se halla en la biblioteco de la universidad de Cambridge) puede leerse en latín y francés en la obra de J. Léger, "Histoire des églises vaudoises," lib. 2, cap. 2, págs. 8-10 (Leide, 1669).

      No se les acusaba de holgazanes, ni de deshonestos, ni de desordenados, pero se declaró que tenían una apariencia de piedad y santidad que seducía "a las ovejas del verdadero rebaño." Por lo tanto el papa ordenó que si "la maligna y abominable secta de malvados," rehusaba abjurar, "fuese aplastada como serpiente venenosa." (Wylie, lib. 16, cap. 1.) ¿Esperaba este altivo potentado encontrarse otra vez con estas palabras ? ¿ Sabría que se hallaban archivadas en los libros del cielo para confundirle en el día del juicio? "En cuanto lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos mis hermanos," dijo Yahshua, "a mí lo hicisteis." (S. Mateo 25:40.)

      En esta bula se convocaba a todos los miembros de la iglesia en una cruzada contra los herejes. Como incentivo para persuadirlos a que tomaran parte en tan despiadada empresa, "absolvía de toda pena o penalidad eclesiástica, tanto general como particular a todos los que se unieran a la cruzada, quedando de hecho libres de cualquier juramento que hubieran prestado; declaraba legítimos sus títulos sobre cualquiera propiedad que hubieran adquirido ilegalmente, y prometía la remisión de todos sus pecados a aquellos que mataran a cualquier hereje. Anulaba todo contrato hecho a favor de los valdenses; ordenaba a los criados de éstos que los abandonasen; les prohibía a todos que les prestasen ayuda de cualquiera clase y los autorizaba para tomar posesión de sus propiedades." (Wylie, lib. 16, cap. 1.) Este documento muestra a las claras qué espíritu satánico obraba detrás del escenario; es el rugido del dragón, y no la voz del Mesías, lo que en él se dejaba oír.

      Los jefes papistas no quisieron conformar sus carácteres con el gran modelo dado en la ley de YAHWEH, sino que levantaron modelo a su gusto y determinaron obligar a todos a ajustarse a éste porque así lo había dispuesto Roma. Se perpetraron las más horribles tragedias. Los sacerdotes y papas corrompidos y blasfemos hacían la obra que Satanás les señalara. No había cabida para la misericordia en sus corazones. El mismo espíritu que crucificara al Mesías y que matara a los apóstoles, el mismo que impulsara al sanguinario Nerón contra los fieles de su tiempo, estaba empeñado en exterminar a aquellos que eran amados de Dios.

      Las persecuciones que por muchos siglos cayeron sobre esta gente temerosa de Dios fueron soportadas por ella con una paciencia y constancia que honraban a su Redentor. No obstante la guerra que se les hizo y la inhumana matanza a que fueron entregados, siguieron enviando a sus misioneros a derramar la preciosa verdad. Se les cazaba hasta darles muerte; y con todo, su sangre regó la semilla sembrada, que no dejó de dar fruto. De esta manera fueron los valdenses testigos de Dios siglos antes del nacimiento de Lutero. Esparcidos por muchas tierras, arrojaron la semilla de la Reforma que brotó en tiempo de Wicleff, se desarrolló y echó raíces en días de Lutero, para seguir creciendo hasta el fin de los tiempos mediante el esfuerzo de todos cuantos estén listos para sufrirlo todo "a causa de la Palabra de YAHWEH y del testimonio de Yahshua." (Apocalipsis 1:9.)

      Extraído de: "El Conflicto de los Siglos durante la Era cristiana," por Señora Elena G. White, Pacific Press Publishing Assn., 1913, págs. 69-87

      Editor: El santísimo nombre del Padre, YAHWEH, fue utilizado en vez de la denominación 'SEÑOR' o 'Dios'; y en el texto: el nombre del Hijo 'Yahshua el Mesías'. [...], {...}

       Juan Wicleff

      ANTES de la Reforma hubo tiempos en que no existieron sino muy pocos ejemplares de la Biblia; pero Dios no había permitido que su Palabra fuese completamente destruída. Sus verdades no habían de quedar ocultas para siempre. Con igual facilidad podía quitarles las cadenas a las palabras de vida como abrir las puertas de las cárceles y quitarles los cerrojos a las puertas de hierro para poner en libertad a sus siervos. En los diferentes países de Europa hubo hombres que se sintieron impulsados por el Espíritu de YAHWEH a buscar la verdad como un tesoro escondido, y que, siendo guiados providencialmente hacia las Santas Escrituras, estudiaban las sagradas páginas con el más profundo interés. Deseaban adquirir la luz a cualquier costo. Aunque no lo veían todo a las claras podían sí echar de ver muchas verdades que hacía tiempo yacían sepultadas. Iban como mensajeros enviados del cielo, rompiendo las ligaduras del error y la superstición, y exhortando a los que por tanto tiempo habían permanecido esclavos, a que se levantaran y afirmaran su libertad.

      Fuera de lo sucedido entre los valdenses, la Palabra de YAHWEH había quedado confinada dentro de los límites de idiomas conocidos tan sólo por la gente instruída; pero llegó el tiempo en que las Sagradas Escrituras iban a ser traducidas y entregadas a gente de diversas tierras en propio idioma. Había ya pasado la obscura media noche para el mundo; fenecían las horas de tinieblas, y en muchas partes aparecían señales del alba que estaba para rayar.

      En el siglo XIV salió en Inglaterra "el lucero de la Reforma," Juan Wicleff, que fue el heraldo de la Reforma no sólo para Inglaterra sino para toda la cristiandad. La gran protesta que contra Roma le fue dado lanzar, no iba a ser nunca acallada, porque había despertado la lucha que iba a dar por resultado la emancipación de los individuos, las greyes {asambleas} y las naciones. Había recibido Wicleff una educación liberal y para él el amor de YAHWEH era el principio de la sabiduría. Se distinguió en el colegio por su ferviente piedad, a la vez que por su talento notable y su profunda erudición. En su sed de saber trató de conocer todos los ramos de la ciencia. Fue educado en la filosofía escolástica, en los cánones de la iglesia y en la ley civil, especialmente en la de su país. En sus trabajos posteriores le fue muy provechosa esta temprana enseñanza. Debido a su completo conocimiento de la filosofía especulativa de su tiempo, pudo exponer los errores de ella, y el estudio de las leyes civiles y eclesiásticas le preparó para tomar parte en la gran lucha por la libertad civil y religiosa. A la vez que podía manejar las armas que encontraba en la Palabra de YAHWEH, había adquirido la disciplina intelectual de las escuelas, y comprendía la táctica de los hombres de escuela. El poder de su genio y sus conocimientos extensos y profundos le granjearon el respeto, tanto de amigos y enemigos. Sus partidarios veían con orgullo que su campeón sobresalía entre los intelectos más notables de la nación; y sus enemigos se veían imposibilitados para arrojar desdén sobre la causa de la Reforma, exponiendo si lo hubieran podido la ignorancia y debilidad de sus adherentes.

      Estando Wicleff todavía en el colegio se dedicó al estudio de las Santas Escrituras. En aquellos remotos tiempos cuando la Biblia existía sólo en los idiomas primitivos, érales permitido sólo a los eruditos allegarse a la fuente de la verdad, que a las clases incultas les estaba vedada. De esta suerte, quedaba preparado el camino para el trabajo futuro de Wicleff como reformador. Algunos hombres ilustrados habían estudiado la Palabra de YAHWEH y habían encontrado la gran verdad de su gracia gratuita, revelada en ella. En lo que enseñaban ponían de manifiesto esta verdad e inducido a otros a aceptar los oráculos divinos.

      Cuando la atención de Wicleff fue dirigida a las Sagradas Escrituras, se consagró a escudriñarlas con el mismo empeño que había desplegado para adueñarse por completo


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