knifer. Adrian Andrade
Читать онлайн книгу.¿Cómo llegué aquí? No tenía la menor idea. Todo parecía una confusa repetición. De repente escuché un susurro de auxilio detrás de mí y al rotar observé a Robert, acostado en la pradera, herido por la misma resistencia japonesa que se acercaba.
Me acordé de lo que me había dicho Blake sobre no arriesgar varias vidas por el precio de una y di la orden de retirarnos porque en ese momento no había oficiales presentes.
—¡Por favor, no me dejen! —suplicó Robert como cualquiera lo haría.
—¡No podemos dejarlo, no es lo correcto! —Edgar lo defendió.
—Si podemos y lo haremos —señalé con la mano la siguiente dirección, cubriéndome del fuego enemigo.
—¡Tú no tienes ninguna autoridad sobre nosotros! —retó Edgar.
Era obvia la incapacidad de Edgar para aceptar el trágico destino de Robert, sin embargo, no había tiempo para especificárselo y además no era mi obligación hacerlo.
—Adelante pues, no me importa, es tu vida y eres libre de terminarla como quieras.
Edgar miró a Jack para buscar consentimiento, pero Jack se hallaba dudoso.
—¡Edgar, Jack, Chris! ¡Se los suplico!
Al escuchar mi nombre sentí nostalgia, pero no había nada que pudiéramos hacer. El enemigo nos estaba rodeando y debíamos partir.
—¡No me dejen! ¡Regresen! ¡Nooooooooooooo…!
Sus gritos fueron silenciados y supuse lo lógico. Al menos ya se encontraba en paz, aunque no podía dejar de pensar en su repentina cobardía. No aceptar su fin y querer arriesgar las vidas de otros no era nada ético.
Miré a Edgar y le dije:
—Hiciste lo correcto.
Edgar no supo responder, llevaba en su rostro una carga de culpabilidad. Imprevistamente, el panorama se llenó de humo gris. No podía respirar y no podía ver hacia donde iba. Entre las tinieblas pude notar la silueta de una persona borrosa. No podía distinguir si se trataba de un amigo o enemigo. Así que me acerqué sosteniendo mi rifle.
—Ya no necesitas ese rifle, Christian —su voz resultó familiar.
Fui valiente e intenté descubrir la identidad de aquél rostro oscuro.
—Acaso olvidaste que ya me mataste —la oscuridad se iluminó y pude distinguir a Robert. Sin duda, esto se trataba de una pesadilla—. No mereces estar vivo, es más, te puedo asegurar que tu padre está decepcionado de escuchar en lo que te has convertido…
—¡No…! —me desperté gritando y apuntando con el cuchillo al sargento Parker, quien me sujetaba la mano y me miraba con intranquilidad.
—¡Demasiado ruido Cabo! ¡Si me permites! —me quitó el cuchillo de la mano.
—Estás empapado, probablemente se trate de fiebre, llamaré al enfermero.
—No es necesario Sargento, sólo fue un mal sueño.
—De igual modo lo llamaré.
—¿Sólo vino a revisarme?
—No —se detuvo—, han solicitado tu asistencia en el USS Constelación.
Me quedé sorprendido al escuchar que me solicitaban en uno de los cruceros altamente protegidos por su blindaje. La razón era porque ahí se planeaban las operaciones de batalla. Posiblemente se trataba de una reunión entre los comandantes.
—El teniente McKenzie y yo zarparemos de inmediato, pero dejaré indicaciones para que te transporten una vez que lo revise el enfermero. Tienes veinte minutos, recomiendo los aproveches y en el proceso te cambies de ropa.
—Así lo haré, Sargento —hice el saludo.
—No intentes hacer nada estúpido.
—Intentaré no hacer ver a otro estúpido.
—¡Para qué me molesto!
Tras quejarse, el Sargento salió de la carpa.
—¿Es cierto lo de Robert?
—¡Estúpido! —grité—. ¡Me asustaste!
—¿Es cierto? —insistió.
—¿De qué carajos hablas?
—Tiendes a hablar mientras duermes.
—¡Y qué te importa!
—¡Lo dejaste morir!
—¡Robert ya estaba muerto y a qué viene todo esto!
—Si me hieren, me abandonarás también.
—Depende.
—¿Depende? —repitió el tonto tal como esperaba.
—Así es, de qué tan estúpido seas. Acaso olvidaste quién te dio ese rifle que siempre cargas, y supongo que también olvidaste de mi petición por mantenerte en reserva.
—Eso no contesta mi pregunta.
—Novato, si te quisiera muerto ya lo estarías.
Tomé mis cosas y me preparé para salir de la carpa.
—Deberías abandonar tu actitud inmadura y comenzar a comportarte como un soldado.
—Eso intento, pero me cuesta confiar en ti.
—Descuida, si fuera tú tampoco confiaría en mí.
—Eso es reconfortante.
—Estamos en guerra novato, y en una guerra se hace lo necesario para sobrevivir. Es obvio que no te ha caído el veinte pero no te preocupes, tengo un presentimiento que pronto no sólo lo verás, sino lo sabrás. Ahora si me disculpas, ya se me hizo tarde.
—Lo siento —alcancé a escuchar.
—¡Guárdalo para otra ocasión! —le grité.
Al fijarme en la hora, decidí ignorar la visita al enfermero y sólo opté por desechar la ropa mojada por otra limpia. Lo ideal hubiera sido tomarme un baño pero con este aire fresco y el agua helada, probablemente atraparía un resfriado y no querría sumarme esto a una posible cruzada.
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Para cuando abordé el USS Constelación la reunión había finalizado. Al parecer sólo el personal oficial estuvo presente en el puente de comando por lo que ni siquiera yo hubiera podido estar. Admito que esto fue un alivio puesto que seguramente me hubieran expulsado por conducta inapropiada.
—Cabo Copeland llegas en un momento ideal —me recibió el teniente McKenzie acompañado por los sargentos Walker y Parker. Curiosamente los apellidos casi concordaban, excepto por la primer y tercer consonante.
—Si Señor —lo saludé y presté atención.
—La ruta hacia el Castillo de Shuri ha resultado dificultoso, nuestra artillería naval y ataque aéreo no logran causar impacto alguno. Por ende, hemos experimentado severas pérdidas de soldados, equipo y tanques.
—Además la moral entre los soldados está por los suelos —añadió Walker—. Esto por causa de la lluvia incesante, el lodo, falta de suministros y el factor reciente sobre la imposibilidad de transportar a los heridos de esa zona.
Me quedé sorprendido al escuchar que no se estaban enviando suministros y que los heridos estaban muriendo por la imposibilidad de ser trasladados. Esto ha de ser sólo un resumen de lo tratado en la reunión militar.
—Ya no contamos con el lujo de seguir enviando refuerzos por tanto se puso en marcha una operación —reveló el Teniente mostrando un mapa de la isla—. Las tropas de la Noventaiseisava División de Infantería y el Setecientos Sesenta Tres Batallón de Tanques se encargaran de tomar Conical Hill, una colina aproximadamente de ciento cuarenta y cinco metros por encima de la llanura costera