El abandono de la experiencia. Josué Durán H.
Читать онлайн книгу.todo dicho, consigamos acercar esas antiguas palabras a nuevos oídos frescos. Y, sin embargo, queda la duda de si a los libros uno se acerca en busca de palabras o de experimentos. “No es mi lenguaje nada fácil ni pulido: es rudo y desdeñoso, por ser su fluir libre y desordenado; y así place, si no a mi juicio, sí a mi inclinación” y más aún “es el lector descuidado que pierde el tema, no yo.” Ante una literatura que quiere hablar firmemente con las palabras de otros, no puedo yo sino decir que “tengo la obligación particular de no decir más que a medias, confusamente, discordantemente”. “El poeta como antihéroe” han proclamado ellos heroicamente y, sin embargo, “los más valientes son a veces los más desafortunados”.
El fin de la literatura, su posible final, evoca a menudo preguntas acerca de sus motivos, de sus causas, de sus beneficios, de su fin. Podría desaparecer y, al tratar de defenderla, nos preguntamos, ¿y si no sirviera para nada? Y pensar en este vacío nos aterra, pues pensamos que “igual que su nacimiento supuso para nosotros el nacimiento de todas las cosas, su muerte conllevará la muerte de todas las cosas”. “Aprendamos –sin embargo– a oponerle resistencia a pie firme y a combatirlo. Y, para empezar a privarle de su mayor ventaja contra nosotros, sigamos un camino del todo contrario al común. Privémosle de la extrañeza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ello. No tengamos nada tan a menudo en la cabeza como el final de la literatura. Nos lo hemos de representar a cada instante en nuestra imaginación, y con todos los aspectos. Al tropezar un caballo, al caer una teja, a la menor punzada de alfiler, rumiemos en seguida ‘Y bien, ¿será que esto alguien querrá escucharlo?’ En medio de las fiestas y de la alegría, repitamos siempre el estribillo de recuerdo de nuestra condición, y no dejemos que el placer nos arrastre hasta el punto de que no nos venga a la memoria, de vez en cuando, de cuántas maneras nuestras historias están expuesta a la apatía”.
“Yo miro a la Literatura cuando entiendo que alguien le ha dedicado su vida entera a una pregunta que yo he considerado tan solo pasajeramente”. El problema que nos produce la velocidad es que, para seguirle el paso, tenemos que estar acelerando tenazmente. Infatigables, encontramos los medios: el plagio, la transformación, el contagio. Entonces, la aceleración nos proporciona su reverso: nuestros esfuerzos tan solo la amplifican; pensamos que acaso habríamos de rendirnos. No obstante, no hemos de tomar al mundo entero por su complemento virtual ahora que lo real nos parece tan pequeño.
“Vértigo. Vértigos retrospectivos. El vértigo produce angustia. La angustia paraliza... y nos evita el peligro que justificaría el vértigo; acercarse al borde, por ejemplo, a la falla profunda que separa un término de otro. La parálisis es el arte en el artista, que ve sucederse los acontecimientos.” El ensayo para Montaigne era una forma para conectar los instantes de su vértigo, como una puerta que se abre delante de nuestros ojos y nos lleva hacia otra parte del mundo, como una interrupción que nos libera de la incomprensión del presente, para presentarnos, tan solo, la constatación de otro absurdo, de otra incomprensible pieza. Y en estas piezas, acaso…
Montaigne divagaba como quien no quiere llegar a parte alguna.
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