El diccionario del diablo. Ambrose Bierce

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El diccionario del diablo - Ambrose Bierce


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      carcaj, s. Funda portátil en la que el hombre de Estado de la Antigüedad y el abogado aborigen transportaban sus argumentos más ligeros y penetrantes.

      caridad, s. Gentil cualidad del corazón que nos impulsa a justificar en los demás los pecados y vicios a los que nosotros somos adictos.

      carne, s. Segunda persona de la Trinidad laica, la primera y la tercera son, respectivamente, el Mundo y el Diablo.

      cartesiano, adj. Relativo a Descartes, famoso filósofo, autor de la célebre máxima Cogito ergo sum, con la cual se dio el gusto de suponer que demostraba la realidad de la existencia humana. La máxima, sin embargo, puede mejorarse en estos términos: Cogito cogito ergo cogito sum, es decir: «Pienso que pienso, luego pienso que existo», que viene a ser lo más cerca de la certeza que ha llegado a estar cualquier filósofo hasta hoy en día.

      casa, s. Edificio hueco erigido para que lo habiten el hombre, la rata, el ratón, el escarabajo, la cucaracha, la mosca, el mosquito, la pulga, los bacilos y los microbios.

      castigo, s. Arma que la Justicia casi ha olvidado cómo se utiliza.

      catecismo, s. Serie de adivinanzas teológicas en las que las dudas eternas y universales se resuelven con respuestas locales y pasajeras.

      categórico, adj. Equivocado a voz en grito.

      cebo, s. Preparado que hace que el anzuelo resulte más apetecible. El mejor es la belleza.

      celos, s. Lado sórdido del amor.

      cementerio, s. Aislado paraje suburbano donde los asistentes al entierro compiten en mentiras, los poetas dedican sus versos y los picapedreros hacen apuestas sobre ortografía.

      censor, s. Funcionario de algunos Gobiernos, cuyo cometido consiste en suprimir las obras de genio.

      centeno, s. Whisky en cáscara.

      cerdo, s. Animal (Porcus omnivorus) estrechamente relacionado con la raza humana por el esplendor y viveza de su apetito que, sin embargo, es menos variado que el nuestro, ya que no acostumbra a comer cerdo.

      cerebro, s. Aparato con el que pensamos que pensamos. Lo que distingue al hombre que está satisfecho con ser algo del que desea hacer algo.

      chino, s. Trabajador cuyos defectos son la docilidad, la habilidad, la laboriosidad, la frugalidad, la templanza, y al que clamamos que se le prohíba trabajar por ley. Su arduo trabajo da incontables oportunidades de empleo a los blancos y abarata los productos básicos para la vida de los pobres. Se le atribuye como vicio congénito la mísera vida de la pobreza, lo que no mueve a la compasión sino al resentimiento.

      cielo, s. Lugar donde los perversos dejan de incordiarte con su conversación sobre sus problemas personales, y los bondadosos escuchan con atención mientras tú expones los tuyos propios.

      ciervo, s. Ruido de pasos de un conejo en el chaparral, según el oído de un cazador de ciudad.

      cínico, s. Sinvergüenza cuya visión defectuosa le hace ver las cosas tal como son y no como deberían ser. De ahí la costumbre de los escitas de arrancarle los ojos al cínico para mejorarle la vista.

      circo, s. Lugar en el que se permite a caballos, ponis y elefantes contemplar a hombres, mujeres y niños comportándose como idiotas.

      circunloquio, s. Truco literario por el que un escritor que no tiene nada que decir se lo cuenta lentamente al lector.

      cita, s. Acto de repetir equivocadamente las palabras de otro. Palabras que se han repetido erróneamente.

      cliente, s. Persona que ha realizado la elección habitual entre los dos métodos que existen para que le roben legalmente.

      clínico, adj. Relativo a una cama. Una conferencia clínica es un discurso sobre cierta enfermedad que se ilustra exhibiendo a un paciente que se ha puesto enfermo para ese propósito.

      club, s. Asociación masculina que tiene por fin la práctica de la glotonería, la bebida, las risas impías, el asesinato, el sacrilegio y la difamación de madres, esposas y hermanas.

      coacción, s. Elocuencia del poder.

      cobarde, s. El que en una situación peligrosa piensa con las piernas.

      cobrar (de más), v. tr. Pedir un precio más alto del que se puede conseguir.

      coche (fúnebre), s. Cochecito de bebé de la muerte.

      codiciar, v. tr. Desear algo cuyo propietario perversamente retiene.

      comedia, s. Obra de teatro en la que ninguno de nuestros actores es asesinado a la vista.

      comercio, s. Tipo de transacción en la que A birla a B los bienes de C y, como compensación, B roba del bolsillo de D dinero que pertenece a E.

      comestible, adj. Que se puede comer y es fácil de digerir, como un gusano para un sapo, un sapo para una serpiente, una serpiente para un cerdo, un cerdo para un hombre y un hombre para un gusano.

      cometa, s. Excusa para salir hasta tarde por la noche y volver borracho a casa de madrugada.

      Commonwealth, s. Entidad administrativa que maneja una incalculable multitud de parásitos políticos, con lo cual tiene cierta actividad y accidentalmente, a veces, hasta es eficiente.

      comodidad, s. Estado anímico producido por la contemplación del desasosiego de un vecino.

      competidor, s. Sinvergüenza que desea lo mismo que nosotros.

      complacer, v. tr. Sentar las bases de una superestructura de imposición.

      cómplice, s. Que se asocia con otro para la comisión de un delito conociendo de antemano su culpabilidad, como un abogado que defiende a un delincuente al que sabe culpable. Esta manera de interpretar la posición de un abogado no ha obtenido hasta ahora la aprobación de sus colegas de profesión, pues nadie les ha pagado ninguna minuta para que la aprueben.

      comportamiento, s. Conducta determinada no por los principios sino por la educación.

      comunión (reservada), s. Práctica sectaria de excluir a los pecadores y a varias confesiones menores del pan eucarístico.

      concejal, s. Ingenioso delincuente que encubre sus hurtos secretos presentándose tras una fachada de ladrón público.

      concesión, s. Acto de bajar la guardia para provocar la reacción irreflexiva de un adversario.

      conciencia, s. Estado mórbido del estómago que afecta a la materia gris del cerebro y produce confusión mental.

      concluyente, adj. Que decide una cuestión en disputa siempre que el que da el argumento se retire inmediatamente del debate.

      conferenciante, s. Que tiene la mano en tu bolsillo, la lengua en tu oreja y su fe en tu paciencia.

      confesonario, s. Lugar en el que se sienta el sacerdote para perdonar los grandes pecados por el placer de escuchar los pequeños.

      confidente, s. Aquel a quien A confía los secretos de B, quien, por su parte, sólo se los había confiado a C.

      congreso, s. Grupo de hombres que se reúne para derogar leyes.

      conocido, s. Persona a la que conocemos lo bastante como para pedirle prestado pero no tanto como para prestarle.

      conocimiento, s. Tipo de ignorancia que distingue al estudioso.

      consejo, s. Moneda de valor menor en circulación.

      conservador, s. Hombre de Estado enamorado de los males existentes, a diferencia del liberal, que desea sustituirlos por otros.

      consuelo, s. Saber que un hombre mejor es más desgraciado que uno mismo.

      cónsul, s. En política estadounidense, persona que tras no conseguir un cargo por voluntad popular lo recibe de la Administración, con la condición de que abandone el país.

      consultar, v. tr. Buscar la aprobación ajena de una decisión ya tomada.

      contador


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