Escritos desobedientes. Colectivo Historias desobedientes
Читать онлайн книгу.de 2017 por la brutal represión de Gendarmería Nacional.
Esta aparente dualidad entre las dos partes en las que se organiza el libro no es más que una situación cotidiana: lo personal es político, ya lo sabemos. Pero, además, lo político es el gesto que hace de cada una de las “historias de vida” un movimiento de resignificación personal, que contribuye, claro está, al entramado colectivo de este grupo. Son estos relatos las experiencias vitales de quienes vivieron –viven y vivirán– con las imágenes insistentes: son escenas de hijas, de
hijos, pero también de nietas y nietos (por fuera
de este volumen hay otras zonas, las de lxs hermanxs, lxs sobrinxs, las de “hijastrxs”, como en mi caso particular). Son historias cotidianas de la presencia del horror en el seno familiar y la dificultad de expresar, aun hablando y escribiendo, los sutiles y perversos vínculos entre lo que Pilar Calveiro ha analizado como el “poder concentracionario”1 y la trama de la “primera institución social”: la familia como núcleo de silenciamiento, sumisión y violencia patriarcal.
Estos escritos señalan la dimensión privada y humana de quienes perpetraron los crímenes más atroces en nuestra historia social. Aquella “banalidad del mal” a la que se refería Hannah Arendt en su análisis del nazismo2 queda expuesta en estos textos que desafían simultáneamente dos aristas perturbadoras: ni los genocidas fueron monstruos, ni lxs hijxs deben mantener los lazos filiatorios como vínculos incuestionables. Estas dos improntas son las que se exponen en este libro. Señalan, a la vez, que el genocidio llevado a cabo en la última dictadura cívico-eclesiástica-militar no fue una situación excepcional, sino parte de la misma conformación de la violencia del Estado Nacional que necesita de un otro al que culpar.
Los escritos desobedientes son imágenes desubicadas, que señalan desde diversos puntos geográficos las cartografías del poder: desde Chile escribe Pepe Rovano; desde un París que recuerda al Chile anterior al exilio, compone el preciso epílogo Verónica Estay Stange; desde Buenos Aires, el lugar de encuentro, Analía Kalinec, Bibiana Reibaldi, Christian Baigorria, Nicolás Ruarte, Bruno, Lorna Milena, Stella Duacastella, Lizy Raggio; entre Alemania y Buenos Aires, escribe Liliana Furió; desde La Plata, María Laura Delgadillo; de Mar del Plata, Lydia Lukaszewicz; desde Azul, Néstor Rojo;
de Tucumán, Topo Bejarano. Hay otros lugares, otrxs desobedientes y otras imágenes, por supuesto.
En este volumen no escribieron todos los que participan de Historias Desobedientes, que se extiende también hacia varias provincias de Argentina y diversos países donde se han radicado tiempo atrás. Asimismo, hay quienes decidieron usar seudónimos para sus textos. Creemos, y es una de las líneas sobre las que este libro pretende reflexionar, que no es necesaria la firma autoral para dar cuenta de las experiencias relatadas, porque no hay nada de excepcional en ellas, en los dos sentidos de la palabra. Los textos no pretenden ser relatos ejemplares (aunque, sí, marcan la posibilidad de la verdad para quienes puedan leerlos e identificarse en las imágenes evocadas); al contrario, apuntan a la cotidianidad: todxs pueden o podrían ser hijxs o familiarxs de genocidas en este país. Las acciones atroces de estos padres también fueron ejecutadas por muchos más, y otros tantos podrían llegar a estar en este infausto lugar. Sabemos que el testimonio se pliega en el tiempo de lo actual, pero que va hacia el futuro. En esta doble temporalidad se compone la alerta de estos escritos. Es en este momento en el que surge este colectivo y este libro, y es en este momento en el que creemos que es urgente esta intervención.
Quedan otras historias que no han sido puestas en papel aún. Otras historias que existen en diversos espacios, de trabajo, de militancias, del arte. Este volumen recupera algunas y convoca a que haya más en la esfera de lo público, que es el terreno donde la palabra le disputa el control al poder basado en la mentira y el ocultamiento. De aquella escena fundante de la democracia en la que el mensajero devela la verdad frente al proscenio de Edipo rey, la imagen persiste. En este sentido radica el gesto político de Historias Desobedientes, la necesidad de tejer redes colectivas que no sean la espera, sino la acción.
El matiz comunitario se lee en cada uno de los textos individuales, así como la peculiaridad de cada historia es convocada en el nombre: historias en plural que no hacen una historia, sino lo múltiple basado en la diversidad de trayectos y palabras de vida. Las decisiones editoriales fueron conversadas y discutidas en diversas reuniones de trabajo: el título, la ausencia de presentaciones filiatorias en los textos, la determinación del uso inclusivo de la lengua en los textos escritos especialmente para el libro, entre otras.
Como ha explorado Walter Benjamin en Infancia en Berlín, el trabajo de la voluntad de la memoria se plantea como una acción decidida que afecta no solo al sujeto que busca –inmerso en las ruinas que permanecen en el presente–, sino también el modo y el contexto en que se realiza la exploración.3 La memoria, dice Benjamin, no es “un instrumento para explorar el pasado, sino su escenario”. Pasado y presente se superponen en la rememoración y afloran en imágenes que hay que leer: “para realizar excavaciones con éxito se necesita, por cierto, un plan”. Esto es: la apuesta a lo común, lo comunitario y la acción (que es, también, la palabra). Si, como ha trabajado Hannah Arendt, “la política nace en el entre-los-hombres, por lo tanto, completamente fuera del hombre; la política surge en el entre y se establece como relación”,4 es en esta comunidad de afectos y multiplicidades donde el gesto político cobra sentidos a partir de lo que une y distingue. Es, nada más y nada menos, que constituirse en lo político como primer gesto de libertad.
En el arco de las geografías dispersas en las que surgieron estos escritos, se tejen, a la vez, las zonas de la
represión sistemática y las diversas formas en que funcionó el plan genocida. Las presentaciones que decidimos no incluir hubieran mostrado las distintas esferas de responsabilidades en el plan sistemático de represión y robo de niñxs e identidades. Padres, abuelos y familiares: personal de las fuerzas armadas –altos generales al mando, intermedios y rasos–, de gendarmería, de la policía, personal de inteligencia, funcionarios, médicos, jueces. Algunos condenados y encarcelados con sentencia firme, otros en prisión domiciliaria; algunos imputados, otros sin investigar, impunes. Algunos muertos, otros vivos. Algunos ancianos, otros no tanto. Todos guardan el silencio atroz. Ninguno se mostró arrepentido, como señalan lxs autorxs del libro.
En esta diversidad de situaciones, es posible observar no solo los procesos actuales de memoria, sino también las formas en que el aparato represor operó. Así también, este mapa de relaciones familiares indica los distintos modos en que lxs autorxs –y los integrantes de HD– transitan por sus desobediencias. Como señala Bibiana Reibaldi, los matices del afecto se hibridan con los territorios de la verdad. En estos escritos se pone al descubierto la importancia sustancial que tuvo la reapertura de los juicios por los crímenes de lesa humanidad en 2006 –luego de la anulación de
las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y del estatuto de inconstitucionalidad de los indultos– para la sociedad, pero también para las historias pequeñas e intrafamiliares. Analía Kalinec lo sintetiza: “Fue, también, a partir de ese momento que pude conocer, a nivel personal, aquella parte de la historia familiar que estaba cuidadosamente oculta”.
Las imágenes insisten por salir y convertirse en otras, nuevas, en formas afectivas, en gestos éticos y en acciones concretas. La edición de este volumen ha sido un desafío intenso por varios motivos. La rapidez con la que lo gestamos, organizamos, corregimos y materializamos (una velocidad que sentimos como urgente en estos tiempos) se encauzó con la impronta vitalista y afectiva de los escritos desobedientes. Esta calidez humana acompañó los días de trabajo en los que las imágenes coparon el recuerdo y lo volvieron más claro, más concreto y más real.
Me pregunté varias veces durante este tiempo de lectura acerca de la posibilidad de encontrar, en las imágenes de otrxs, la imagen propia; sobre la capacidad de las imágenes para superponerse e imaginarse como vividas. La transferencia, la empatía, el sentido afectivo que tiene el testimonio para afectar el cuerpo y la imaginación hablan de un futuro. Advertí que es en la comunidad de recuerdos donde radica esta sensación de repetición con variaciones.
Una mirada no es una imagen. Una imagen es un diseño de posicionamientos en el