Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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planteaba.

      Para formarnos una idea lo más precisa posible de las circunstancias etiológicas, realmente muy complicadas, de las neurosis, creo conveniente fijar los siguientes conceptos etiológicos:

      a) Condición. b) Causa específica. c) Causa concurrente y como término de valor inferior a los anteriores. d) Motivación inmediata o causa provocadora.

      Para hacer frente a todas las posibilidades, supondremos que se trata de factores etiológicos susceptibles de transformación cuantitativa, o sea de aumento y disminución.

      Aceptando la representación de una ecuación etiológica de varios términos, que habrá de cumplirse para que el efecto se produzca, la motivación o causa provocadora será aquella que se incorpore en último lugar a la ecuación, precediendo así inmediatamente a la emergencia del efecto. Este factor temporal es lo que constituye exclusivamente la esencia de la motivación. Cualquiera de las demás causas puede así desempeñar en su caso este papel.

      Llamamos condiciones a aquellos factores faltando los cuales no surgiría nunca el efecto, pero que son incapaces de producirlo por sí solos, cualquiera que sea su magnitud. Es necesario que se agregue a ellos la causa específica.

      Esta causa específica es aquella que no dejamos jamás de hallar en los casos de emergencia del efecto, bastándole para producirlo alcanzar una cierta intensidad o cantidad, siempre que las condiciones se encuentren cumplidas.

      Causas concurrentes son aquellos factores que no siendo indispensables ni pudiendo producir por sí solos el efecto, cualquiera que sea su intensidad, colaboran con las condiciones y la causa específica en el cumplimiento de la acuación etiológica.

      La peculiaridad de las causas concurrentes o auxiliares no presentan oscuridad alguna. Pero ¿cómo distinguir entre sí las condiciones y las causas específicas, indispensables ambas, pero insuficiente cada una para producir, por sí solas, el efecto?

      Las siguientes circunstancias parecen permitirnos su diferenciación. Entre las «causas necesarias» encontramos varias que retornan en las ecuaciones etiológicas de muchos otros efectos, revelando así no hallarse especialmente enlazadas a la producción de uno determinado. En cambio, una de tales causas se opone, desde este punto de vista, a todas las demás, por el hecho de no aparecer casi en ninguna otra fórmula etiológica, pudiendo así aspirar a la categoría de causa específica del efecto correspondiente. Además, las condiciones y las causas específicas se diferencian con especial precisión en aquellos casos en los que las condiciones tienen el carácter de estados duraderos, correspondiendo, en cambio, la causa específica a un factor de acción reciente.

      Intentaremos dar un ejemplo de este esquema etiológico completo:

      Efecto: Phtisis pulmonum.

      Condición: Disposición. Hereditaria casi siempre, por constitución orgánica.

      Causa específica: El bacilo de Koch.

      Causas auxiliares: Todo lo que trae consigo una despotenciación. Tanto una emoción como una infección o un enfriamiento.

      El esquema de la etiología de la neurosis de angustia es análogamente:

      Condición: Herencia.

      Causa específica: Un factor sexual que actúa en el sentido de desviar de lo psíquico la tensión sexual.

      Causas auxiliares: Todas las influencias nocivas vulgares: la emoción, el sobresalto o el agotamiento por enfermedad o por exceso de trabajo.

      Examinando detalladamente esta fórmula etiológica de la neurosis de angustia, podemos agregar aún a ella las siguientes observaciones. No es posible decidir aún con seguridad si para la emergencia de la neurosis es precisa una especial constitución personal (que no necesitaría hallarse confirmada hereditariamente), o si cualquier hombre normal puede contraer tal enfermedad a causa de un incremento eventual del factor específico. Sin embargo, me inclino mucho a suponer esto último. La disposición hereditaria es la condición más importante de la neurosis de angustia, pero no es indispensable, pues falta en toda una serie de casos límites. El factor específico sexual se nos evidencia en la inmensa mayoría de los casos. En otros (congénitos) no se distingue de la herencia, sino que queda cumplido con ella misma, o sea que los enfermos llevan en sí como un estigma aquella particularidad de la vida sexual (la insuficiencia psíquica para dominar la tensión sexual somática), que en las demás ocasiones conduce a la adquisición de la neurosis. Por último, en otra serie de casos límites, la causa específica se halla contenida en una concurrente. Así, sucede, por ejemplo, cuando la indicada insuficiencia psíquica es debida al agotamiento, etc. Todos estos casos forman series continuas y no categorías aisladas, siendo en todos ellos uno mismo el destino de la tensión sexual, y pudiéndose aplicar a su gran mayoría la distinción entre condición, causa específica y causa auxiliar, conforme a la estructura de la ecuación etiológica antes indicada.

      Mi experiencia clínica no integra aún caso alguno de neurosis de angustia en el que la disposición hereditaria y el factor específico sexual siguieran una conducta opuesta. Por el contrario, estos dos factores etiológicos se apoyan y complementan mutuamente. El factor sexual no actúa casi siempre, sino sobre personas con taras hereditarias. Por su parte, la herencia no puede, por sí sola, producir una neurosis de angustia, sino que espera la aparición de una magnitud suficiente de la influencia sexual específica nociva. De este modo, el descubrimiento de la tara hereditaria no evita la investigación de un factor específico, cuyo descubrimiento es, además, lo interesante desde el punto de vista terapéutico. ¿De qué puede, en efecto, servirnos terapéuticamente el descubrimiento de la herencia como etiología? La herencia viene pesando sobre el enfermo desde su nacimiento, y lo acompañará hasta su muerte. Por sí sola no puede explicarnos la emergencia episódica de una neurosis ni tampoco su desaparición bajo los efectos de un tratamiento. No es más que una condición de la neurosis, muy importante, desde luego, pero exageradamente valorada en perjuicio de la terapia y de la comprensión teórica. Recuérdese, para llegar por medio del contraste de los hechos a un mayor convencimiento, aquellos casos de enfermedades nerviosas familiares (corea crónico, enfermedad de Thomsen, etc.) en los cuales reúne en sí la herencia todas las condiciones etiológicas.

      Para concluir repetiré aquellas frases sintéticas en las que he integrado las relaciones mutuas de los diversos factores etiológicos:

      1) La génesis de una enfermedad neurótica depende de un factor cuantitativo, de la carga total del sistema nervioso en proporción a su capacidad de resistencia. Todo lo susceptible de mantener a este factor por debajo de un determinado nivel o reducirlo a él tiene eficacia terapéutica, evitando el cumplimiento de la ecuación etiológica. Sobre la base de ciertas hipótesis referentes a la función nerviosa resultaría fácil explicar más detalladamente lo que hemos de entender por «carga total» y «capacidad de resistencia» del sistema nervioso.

      2) La extensión de la neurosis depende, en primer lugar, de la medida de la tara hereditaria. La herencia actúa como un multiplicador interpolado en un circuito eléctrico, que hace aumentar en cierto número de veces la desviación de la aguja.

      3) La forma de la neurosis depende exclusivamente del factor etiológico específico procedente de la vida sexual.

      Espero que, en conjunto, y no obstante las muchas dificultades aún no solucionadas que la cuestión plantea, ha de ser mi estudio de la neurosis de angustia mucho más fructífero para la comprensión de las neurosis que la tentativa de Löwenfeld de solucionar el mismo problema con el descubrimiento de una reunión de síntomas neurasténicos e histéricos en forma de ataque.

      R

      Zur kritik der «Angstneurose», en alemán el original, publicado en [Wien. Klin. Rdsch., 9 (27), 417-9 (28), 435-7 y (29), 451-2].

      Véase «La neurastenia y la neurosis de angustia», en estas Obras Completas.

      Caso citado por Freud en «La neurastenia y la neurosis de angustia» (en estas Obras Completas) [Nota del E.].

      Caso citado en «La neurastenia y la neurosis de angustia» (en estas Obras Completas) [Nota del E.].


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