GB84. David Peace

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GB84 - David  Peace


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Colby yergue los hombros. Don Colby hincha el pecho. Don Colby asiente con la cabeza.

      —Se acerca el día —dice el Judío—. Se acerca nuestro día, Don.

      Don Colby sonríe. Don Colby abre la puerta.

      —Recuerda, Don —grita el Judío—. La primera ministra sabe tu nombre.

      Guerra de trincheras. El nec había aceptado que las elecciones se retrasasen mientras durase la huelga. Combate cuerpo a cuerpo. El nec también había debatido las nuevas medidas disciplinarias. Guerra de aniquilación mutua…

      En la mina de carbón de Manton en Yorkshire del Sur, se había celebrado una reunión de sección para debatir la posible vuelta al trabajo. Los hombres habían votado a favor de seguir en huelga. Pero lo importante no era el resultado. Lo importante era que en Yorkshire del Sur habían tenido que votar…

      El corazón del país.

      El presidente estaba en los piquetes. El presidente estaba en el parlamento. El presidente estaba aquí. El presidente estaba allá…

      Iba a por todas. No mostraba compasión…

      El presidente estaba en todas partes…

      Terry cogió la tarjeta de agradecimiento de su mesa…

      Terry pensó que tal vez el presidente lo había perdonado. Que realmente volvía a confiar en Terry. Pero circulaban rumores por el edificio…

      Se hablaba de conversaciones. Se hablaba de reuniones. Conversaciones sobre conversaciones. Reuniones sobre reuniones.

      El presidente no le había dicho nada a Terry Winters. Terry todavía no había sido perdonado. Todavía no había recuperado su confianza…

      Todavía estaba al margen.

      Terry suspiró. Se acercó a los ventanales. El teléfono sonó de inmediato.

      Terry lo cogió. Clic, clic.

      —Al habla el director.

      —¿Terry? Soy Joan. ¿Puedes subir?

      —¿Ahora? ¿En este momento?

      —¿Hay algún problema? —preguntó ella—. ¿Es un mal momento?

      Terry negó con la cabeza.

      —No, no —dijo por el teléfono—. Pero ¿pasa algo?

      —¿Por qué siempre piensas eso? —comentó Joan riendo.

      Terry colgó. Se acercó otra vez a la ventana. Se mordió la uña del pulgar hasta que le sangró. Terry se lo envolvió con el pañuelo. Lo apretó…

      Fuerte.

      Terry se puso la chaqueta. Cerró la puerta del despacho con llave. Recorrió el pasillo. Subió. Llamó a la puerta del presidente…

      Terry esperó.

      Len Glover abrió la puerta. El leal Len lo saludó con la cabeza.

      Terry entró.

      El presidente estaba hablando por teléfono. De espaldas a la habitación…

      Joan señaló el asiento situado al lado de Paul. Paul apartó la vista. Terry se sentó.

      —… sabemos lo que ellos opinan. Ellos saben lo que nosotros opinamos —estaba diciendo el presidente—. Nuestra postura no ha cambiado. Si hay un cambio por su parte, estupendo. Reunámonos. Escucharemos lo que tengan que decirnos. Pero ellos saben perfectamente lo que nosotros tenemos que decir. Saben lo que queremos. Lo que nuestros afiliados quieren…

      El otro teléfono sonó. Joan contestó. Se lo pasó a Paul.

      Terry sacó la mano derecha del bolsillo de su chaqueta. Abrió el pañuelo. Miró su pulgar ensangrentado. Se lo metió en la boca. Lo chupó. Alzó la vista.

      El presidente había terminado de hablar por teléfono. Paul también…

      Todo el mundo miraba fijamente a Terry.

      —¿Te has cortado con un papel, camarada?

      Terry se sacó el pulgar de la boca. Volvió a meterse la mano en el bolsillo.

      Paul suspiró. Le tendió cuatro carpetas.

      —Vas a necesitar esto —dijo.

      Terry cogió las carpetas con la mano izquierda.

      —¿Por qué? —preguntó—. ¿Qué…?

      —Camarada —dijo el presidente—, te necesito en París conmigo la semana que viene.

      Terry miró al presidente. El retrato detrás de él. Terry asintió con la cabeza.

      —Te hemos avisado con poca antelación —se disculpó Joan—. ¿Habrá algún problema con tu familia?

      Terry Winters negó con la cabeza.

      —Mi familia no es problema —dijo Terry.

      15. Se conoce como batalla de Saltley Gate el piquete masivo que tuvo lugar en un depósito de carbón de Birmingham en febrero de 1972 durante la huelga de los mineros de dicho año. La batalla entre los mineros y los policías destacados en Saltley Gate concluyó con la victoria de los mineros, el cierre del depósito y la satisfacción de las exigencias del colectivo minero.

      Martin

      Día 70. Nos metisteis bajo tierra… Me despierto. Me quedo tumbado… Me quedo tumbado sonriendo. Parece que todo haya sido un sueño. Uno bueno, para variar… Qué día. Cath abre la puerta del dormitorio. Baja, dice. Rápido, cariño. Me incorporo. Estiro la mano para coger los cigarrillos. Rápido, insiste ella. Está saliendo por la tele. La sigo escalera abajo. Me siento en el sofá a su lado. Me llevo un cigarrillo a los labios. En la televisión aparecen imágenes de lo de Mansfield. Imágenes del Rey Arturo en las que parece el puto Adolf Hitler. La mano derecha levantada en el saludo nazi. Imágenes de ventanas rotas. Coches destrozados. Chicos que tiran ladrillos y botellas. Chicos que se pelean con la policía. Policías que sangran. Policías en camillas… Tiro el cigarrillo sin encender a la alfombra. Me levanto del sofá. Apago la tele. Mentirosos. Cath está llorando. Malditos mentirosos. Día 75. Esta noche es Cath la que tiene pesadillas… Ahogarse. Asfixiarse… Los dos nos desvelamos. Por culpa de eso y de la lluvia. Día 78. Orgreave… Primer día. Todo va mal desde el principio. Muchos golpes por las dos partes. Nosotros treinta de Thurcroft. Sesenta y tantos de Maltby y Silverwood. Por una vez somos más que esos cerdos… Un convoy de camiones. Motos de escolta… Vehículos Range Rover. Ciento diez kilómetros por hora. No hay forma de pararlos… Alguien coge una piedra. Alguien la lanza a través de un parabrisas… Y ya se ha armado. Ya ha empezado. Día 80. Orgreave… Añaden un convoy más. Vienen Jack y Sammy. No hay forma de hablar con los conductores. Como siempre, no están sindicados. Ciento treinta kilómetros por hora. Motos de escolta. Vehículos Range Rover. La mitad del cuerpo de policía de Yorkshire del Sur ha venido a ayudarles a entrar. Puestos de mando. Cámaras en los tejados. Sonrían. De todo. Nadie más indicado que la policía metropolitana para repartir estopa. Peor, porque son de la zona. Te conocen. Si te acercas demasiado a la parte de delante, recibes una tunda… Ojos morados. Estrellas. Narices rotas. Costillas. Sangre de los oídos. Los dientes… Empiezan los empujones. Avanzo. Levanto los pies del suelo. Hacia la delantera. Contra un puño. Me dan un puñetazo… Allá vamos. Allá vamos. Allá vamos… Caigo. De golpe. Alguien me recoge. Retrocedo. Levanto los pies del suelo. Caigo hacia atrás. Tíos encima de mí por todas partes. Escapo arrastrándome… Ojos morados. Estrellas. Nariz rota. Costillas. Sangre de los oídos. Dientes… Joder. Han vuelto a llevarnos al campo. Cercados como jodidos animales… Vienen camiones por la carretera. Los camiones entran. Ciento cincuenta kilómetros por hora… No hay forma de pararlos. Cowboys. No hay forma de hablar con ellos… Los camiones salen.


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