Anorexia y psiquiatría: que muera el monstruo, no tú. Betina Plomovic
Читать онлайн книгу.interesante información sobre diferentes enfoques que explicarían el origen y el tratamiento de la llamada anorexia, sin duda con ingente margen para seguir profundizando. Accedí a trabajos que focalizan la causa en un desorden cerebral de base biológica —biologically based brain disorder30— o estudian la posible alteración a nivel del hipotálamo o características neurológicas. Más tarde encontré referencias a la investigación que incluso ha promovido la intervención quirúrgica con implantación de electrodos como parte del tratamiento de la anorexia (Hospital del Mar31, Barcelona, 2016). Otros estudios proponen el origen de la anorexia en ciertas disfunciones del sistema digestivo, como los estudios que mencionan una proteína bacteriana que podría ser el origen de la enfermedad, centrados en el sistema digestivo presumiblemente afectado en las personas con anorexia —proteína bacteriana de choque térmico ClpB, un antígeno mimético del péptido anorexigénico α—MSH, en el origen de los trastornos alimentarios32—. Asimismo, accedía a otras investigaciones que aseguran que la anorexia y la obesidad comparten características comunes: los grupos con condiciones de peso extremo pueden compartir factores de riesgo biológico y características neurocognitivas33.
Siguiendo con un enfoque desde la biología, se describe la conexión del cerebro y el intestino34, y cito textualmente un artículo de la compañía VIOME35, traduciendo el texto original del inglés: «Debido a que los trastornos alimentarios han sido reconocidos desde hace tiempo como enfermedades mentales, la mayoría de las intervenciones terapéuticas han tratado de resolver problemas mentales. Los tratamientos tradicionales generalmente incluyen intervenciones cognitivas que involucran medicamentos o psicoterapia. Sin embargo, estos tratamientos tradicionales no tienen una alta tasa de éxito (…). El desmoronamiento del eje intestino-cerebro ofrece nuevas posibilidades para el tratamiento de los trastornos alimentarios. Más investigación está demostrando que el microbioma intestinal está estrechamente relacionado con la patogénesis de estos trastornos, lo cual no es muy sorprendente. Los patrones alimentarios extremos, el estrés psicológico y los cambios en el metabolismo son características de los trastornos alimentarios que se sabe afectan al microbioma intestinal y viceversa. El eje intestino-cerebro nos brinda la oportunidad de desarrollar enfoques novedosos para el tratamiento del trastorno alimentario utilizando el microbioma de intestino: un “órgano” que ha sido subestimado».
Así, también hay investigaciones que cuestionan que la llamada anorexia sea una enfermedad mental y plantean que la microbiota del intestino pudiera estar estrechamente vinculada al origen de esta patología: la conducta alimentaria, el estrés y los cambios metabólicos impactarían el intestino y viceversa, reenfocando un paradigma terapéutico totalmente contrario a la intervención cognitiva, la psicoterapia y la medicación, tan común en los tratamientos a los que sometían a mi hija.
Llegaban noticias esperanzadoras de tantos estudios en marcha que seguían investigando los verdaderos orígenes de la llamada anorexia, y que hablaban de la inmunología36, de posible causas genéticas37 o, por otro lado, de la similitud con las enfermedades vinculadas con la adicción38. Efectivamente, otros enfoques ambientalistas realizan un acercamiento a explicaciones inspiradas en tratamientos de la adicción —adicción a la autodestrucción sería un buen punto de partida para este análisis— y que se traducen en intervenciones parecidas a las que se dirigen a personas que han adquirido patologías adictivas, con o sin consumo de substancias. Es cierto que la propia «adicción a la delgadez» —propuesta por Bockemühl, citado en el primer apartado— supone un símil muy paralelo a estos pacientes, aunque sin duda el estudio de cada enfermedad y persona es de imperiosa necesidad.
Otros trabajos se inspiran en paradigmas distintos y formulan tratamientos diferentes basados en otras convicciones. Desde la óptica de teorías en línea más cercana al psicoanálisis resultan muy interesantes los trabajos de Otto F. Kernberg39 en torno a la personalidad narcisista y los trastornos límite de personalidad, que también afloraron como nuevos diagnósticos. Una de las referencias indiscutibles que consulté es Hilde Bruch40, que destaca la importancia de los trastornos de la imagen corporal. Sin duda existen numerosísimos referentes que injustamente no aparecen en mi resumen, pues me refiero a mi propio proceso de búsqueda y no pretendo ningún tipo de trabajo académico.
El psicoanálisis propone contundentes visiones. Mis lecturas en diagonal de cierta bibliografía me han aportado multitud de datos relevantes, que en ocasiones he podido validar personalmente. Por ejemplo, la referencia a «el muro impermeable de la anorexia, que separa el sujeto anoréxico inmerso en el goce de su síntoma, del lazo con el otro»: su síntoma, pues, supondría ese «rechazo del otro»41, del que doy fe: en ocasiones mi chirriante y dolorosa vivencia fue experimentar un profundo rechazo de mi hija, que se inició con su mutismo cuando su enfermedad empezaba a visibilizarse y continuó cuando en ocasiones fue ella quién me privó de visitarla o de negarse a salir del hospital, una vez conseguimos permiso para hacerlo. Me cuestiono si en la llamada anorexia se esboza una especie de chivo expiatorio o una necesidad visceral de proyectar las propias frustraciones contra quien puede haber prodigado tantos cuidados y, por tanto, ha dado ya evidencias de ese amor incondicional que todo lo aguanta. En todo caso, el rechazo de ayuda, el más rabioso egocentrismo y la exhibición del propio deterioro es un ingrediente macabro de esta enfermedad, que tragué con gran desconsuelo y al filo de la propia locura: «Ya sé que puedo curarme, pero no quiero».
Seguía con mi búsqueda. El trabajo de otra importante psicoanalista, Mara Selvini Palazzoli42, apostará por la ineficacia del psicoanálisis en cuanto a la reducción del alcance evocativo de la palabra en estas personas enfermas y propondrá el paso a la terapia sistémico-familiar. Otros psicoanalistas de línea lacaniana, como el mismo Cosenza, siguen interviniendo en el tratamiento de la enfermedad en cuanto a la gestión del «goce» en el que la persona enferma está navegando y su desconexión con el otro. Es terrible la intuición de que pueda haber cierto éxtasis en lo monstruoso de esta enfermedad, cómo puede invadir la vida y engullir la persona, su voluntad, su risa, y todo lo que había sido vital hasta ese momento. Me repetía que mi hija no era así, evocando su antigua personalidad con su dulce mirada, su fino e inteligente sentido del humor, su estilo tan decidido, su ser resolutivo y creativo, sus amigas, su cariño o sus abrazos. Todo se había esfumado. El hundimiento de todo lo conocido suponía momentos de gran tensión que efectivamente retaban la estabilidad personal, también la mía.
Y de nuevo se desencadenaba un nuevo episodio circular. Tras momentos de graves angustias y cuando aparecía algún indicio de estabilización e incipiente mejora, en algún momento crítico se desataban las resistencias al cambio y mi hija parecía retroceder al punto de inicio, en un estado aún un poco peor y con mucho más cansancio. En esas ocasiones, me parecía escuchar la risa socarrona de la enfermedad como si realmente existiera la cruel exhibición del poder que habitaba en ese monstruo. Me estremecía verle sacudirse como un animal herido resistiéndose a morir mientras aún monitorizaba la debilitada voluntad de mi hija enferma. Entonces, una y otra vez, nos caíamos de nuevo en el precipicio. Y la esperanza que me alentaba era poder volver a empezar, aunque en ocasiones la nueva batalla se iniciara desde mucho más al fondo del pozo oscuro. El duelo era cada vez más sórdido y solitario.
Me debatía también en el deseo de que mi hija promoviera lo saludable, y tenía la sensación de que habíamos perdido demasiado tiempo esperando que la solución se brindara desde afuera. Me daba cuenta de que era necesario que mi hija se abriese paso hasta que consiguiera liberar su voluntad cautiva antes de poder responsabilizarse de su propia vida. Y a veces parecía que ningún esfuerzo era suficiente ni efectivo. La enfermedad se encarnizaba y es como si clavara sus dientes en la carne de quién deseaba ayudar a mi hija, como si no fuera suficiente su propio sufrimiento y necesitara destrozar más.
Diario
Tras una intensa reunión con el director médico de la clínica, escuché las impactantes palabras «Tu hija actúa contigo como si te clavara un arpón en tu carne», en referencia a la exhibición de su autodestrucción.
THE HOOK IN THE FLESH
Ante todo, amo la vida. Lo que acontece en ella me reta a dialogar, a descubrir sus ángulos, sus matices, sus posibilidades. Observar, actuar y tomar mi responsabilidad en lo que me acontece me sirve para tomar consciencia de dónde estoy