El manuscrito Ochtagán. Julián Gutiérrez Conde
Читать онлайн книгу.mastín se tumbó entonces apacible y se acomodó preparándose para una de sus «duermevelas». La placidez de aquel soleado día invitaba especialmente a una siesta.
En sus sueños, el can se sintió importante y poderoso. Todos lo reconocían como fiero, aunque al tiempo protector, y eso le enorgullecía. Esa era precisamente su misión en la vida, la que sus padres le enseñaron. Sin ese respeto que se le profesaba, la paz estaría permanentemente asediada y alterada.
Sus órdenes eran cumplidas sin rechistar por sus protegidos y además tenía el poder de aterrorizar a los intrusos. Tan solo de cuando en cuando perdía su autonomía y el pastor le daba alguna indicación que él se apresuraba a cumplir. Porque otro rasgo indiscutible de su personalidad era la fidelidad y el cumplimiento del deber por encima de todo. Ambas cosas formaban parte de sus valores y nunca se permitiría traicionarlos o siquiera pensar en la menor desobediencia a quien le proporcionaba bienestar e incluso una dosis de reconocimiento y cariño. Sobre todo cuando el mastín asumía el papel de escolta del pastor y gozoso le ayudaba a realzar y adornar su figura y presencia.
El mastín es por tanto también devoto de su misión en la vida pues considera que ese es el designio que la naturaleza le ha encomendado. Y así educa a sus cachorros.
Entretanto, el pastor es la cabeza visible de todo el entramado. Él es quien decide y ve cómo su voluntad se va implantando en todos los extremos. Él es el líder porque consigue motivar y estimular a todos para que se esfuercen en cumplir sus designios y a la vez se sientan felices.
De ese modo es como logra la implicación de todos y a la vez satisface sus deseos, que son los de extraer la máxima productividad de la leche, la lana y la carne con la menor pérdida de tiempo y los menores costes.
Es por esa filosofía de vida por lo que los caoirigh se entregan uno tras otro y en fila india a ser esquilados sin rechistar. Se encomiendan felices a la fiesta del esquile a pesar de tener que sufrir el a veces doloroso rapado. Y también a pesar de que luego tengan que experimentar un frío atroz que les hace sentirse ateridos. ¿Pero, qué es un simple sacrificio comparado con todo el bienestar que se recibe?
Cuando, temblorosas, sus crías les preguntan por qué se dejan someter a semejante tortura, la respuesta es clara y contundente: «Es nuestra misión en la vida. Tenemos que cumplirla y estar agradecidos a quienes nos ofrecen tanta paz y confort. Un poco de frío durante unos días y la renuncia temporal a una imagen gallarda es una compensación mínima». En esos momentos, es el orgullo del ser quien se manifiesta.
De pronto, las sombras de la noche se iluminaron violentamente haciendo que las caras de los caoirigh brillaran como apariciones surgidas de entre fuegos fatuos. Y por si eso era poco, a continuación un restallido sonoro, seco y rotundo retumbó como un latigazo y atronó rebotando entre las rocosas montañas. La manada se apretó automáticamente buscando protección y el aterrorizado corderillo de repente comprendió los consejos que su madre le había dado. Entonces reconoció que la suya era una especie superior y sintió pánico solo con pensar en las cabras montesas que vivían en aquellas rocas atacadas con fiereza por la naturaleza. Así aprendió a valorar el hecho de ser miembro de aquella acogedora y pacífica comunidad.
Desde las sombras, el amo no se deja ver. Permanece en el anonimato promoviendo el sentido de la responsabilidad, la conciencia y el liderazgo en cadena. De ese modo consigue que todo siga en paz, mientras él se enriquece y mantiene su dominio. Ese es su propósito.
El auténticamente poderoso, desde su placentero lugar debe controlarlo todo, a ser posible sin la menor estridencia. Pero no dejará de recurrir a tomar las medidas que sean necesarias; o mejor dicho, hará que sean sus representantes quienes las adopten para él continuar en la posición más discreta posible asegurándose de que el orden siga estable.
Hay mucho que aprender de esta historia del caoirigh. Demuestra cómo uno consigue lo que desea haciendo que sus colaboradores realicen lo que, siendo preciso, él no hará. Él es el propietario de una moneda con sus dos caras y no dudará en usar uno u otro lado según le convenga.
La calma es estable en el sistema, salvo cuando surge una disputa entre dos amos y su ambición choca. Entonces la sosegada vida puede convertirse en una terrible pesadilla. Porque si los amos hacen acto de presencia y bajan al terreno, los mayores y más terribles dramas pueden acontecer.
Es entonces cuando «la cara oculta» de la moneda se deja ver mostrando su cruel rudeza.
Es el lenguaje universal de la fuerza que, expresa u oculta, todos entienden.
***
An dú shlán (el reto)
En que Waltcie cuenta cómo se vio involucrado en
la mayor y más sorprendente historia de su vida
Como tantas otras veces en mi vida, fueron un cúmulo de casualidades inesperadas y enlazadas las que dieron conmigo en aquel recóndito y aislado lugar del que nunca antes había oído hablar.
Había sentido ese dolor crudo que se precipita sobre uno cuando se choca de bruces con el infortunio que surge de improviso. Ese dolor que se agudiza cuando una nimiedad entra en espiral creciente y descontrolado rumbo hasta convertirse en un conflicto incomprensible para la razón y la sensatez y que, una vez que toma vida propia, ya no hay modo de reconducir y apaciguar.
Debería haber tenido aprendido que en la vida, cuando todo marcha de forma estable y por camino satisfactorio, lo más probable es que algo comience inexorablemente a ir mal. Sin embargo nunca estamos prevenidos para el infortunio, y mucho menos reconocemos merecerlo.
Cuando las cosas marchan correctamente tendemos a proyectarlas hacia el futuro de forma lógica y sin tener en cuenta que la estupidez es un imponderable que aparece por sorpresa y con extraordinario vigor quebrándolo todo.
Así pues, sin quererlo ni desearlo, mis previsiones se habían desmoronado de golpe y casi en el último momento.
Mi relación de pareja me había acostumbrado a tener planes compartidos para las vacaciones, pero los acontecimientos se habían precipitado de forma inesperada y por primera vez en muchos años me encontraba sin nada organizado y con una cierta sensación de orfandad. Francamente, aquella amarga situación me había dejado descolocado y sin ganas de ir a ningún lado ni de estar acompañado por nadie.
Caitlin se había ido dejando solo un breve e incomprensible mensaje: «Tengo que irme. Lo siento, mi amor. Adiós».
Estaba tan desganado y confuso que llegué a pensar que tal vez me encontraba al borde de ese grado de depresión que uno se niega a reconocer por parecerle una flaqueza inaceptable. Al mastín se le adiestra no para reconocer sus debilidades sino para superar las mayores adversidades. Y yo había sido mucho tiempo mastín en la vida.
Esa soledad inesperada fue una especie de zarpazo que en un primer momento me dejó algo atolondrado y desconcertado. Así estuve hasta que sentí que no me quedaba otro camino que el de convertir aquellos reveses en nuevas oportunidades. En medio de aquella turbulencia presentí que una gran transformación personal me haría salir de esa vida de comodidad a la que me había habituado.
La estabilidad prolongada siempre me había aburrido, así que en el fondo, y aunque estaba desconcertado, mi intuición se encontraba excitada ante la nueva etapa que se abría ante mí.
Quizá por eso algo me impulsó a desconectar con el pasado. Y no se me ocurrió nada mejor para superar aquel estado que acometer alguno de los retos que guardaba en el baúl de los deseos imposibles.
Llevaba años participando en carreras pedestres de larga distancia como aficionado. Dado que mi profesión me obligaba a llevar a cabo numerosos viajes y que era adicto a la práctica del deporte, me había dedicado a correr por ser una actividad sana, fácilmente realizable en cualquier parte y sencilla en cuanto a equipamiento. Además, no consume mucho tiempo; con una hora basta y puede llevarse a cabo en cualquier lugar y situación.
Había practicado también ciclismo, pero resultaba demasiado exigente en tiempo y recursos para un viajero frecuente. Había probado también con el gimnasio, pero me