Decadencia. Adrian Andrade

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Decadencia - Adrian Andrade


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      El Fin tiene un Inicio

      Decadencia

      Universo Adriático

      Adrián Andrade

      Primera edición: agosto 2017

      Segunda edición: Mayo 2018

      Tercera edición: Noviembre 2020

      ©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L

      © Del texto 2017, Adrián Andrade Madrigal

      © Diseño de portada, Orli Vallejo

      ©Edición, Ronald Vera.

      ©Maquetación, Gabriel Solorzano

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       Adrián Andrade: EntreCasual

       Adrian Andrade: EntreCasual

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      Luna Nueva Ediciones.

      Ecuador - Guayas, MZ G2 SL.13

      ISBN: 978-9942-8681-7-6

      Dedicada a mis padres, gracias por estar siempre conmigo

      y sobre todo, por leerme.

      Prologo

      Para haberse pronosticado un día soleado, la multitud estaba inquieta por la inesperada actividad eléctrica que había tomado lugar en el cielo sin previa advertencia. A pesar de un mundo tecnológicamente avanzado, todavía las tormentas causaban malos días. Inesperadamente, entre las nubes, un objeto diminuto captó la curiosidad de un joven que andaba paseando a su perro; y así poco a poco, la atención empezó a expandirse por todo el parque del Arroyo Verde.

      Ninguno de los presentes podía descifrar el objeto descendiente, conforme avanzaba se comenzaba a extender su tamaño hasta adoptar la figura de una especie de vehículo aeronáutico. Debido a la capa de fuego, no se podía definir la naturaleza de su modelo. Podía variar entre una simple avioneta hasta una nave compleja, probablemente se trataba de un prototipo moderno.

      El ruido comenzó a escucharse más allá del campo verde, ahora la mayoría de las colonias alrededor de la ciudad de Anaheim California estaban observando no sólo desde sus patios sino desde sus propias ventanas ya que en ninguno de los noticieros televisivos se mencionaba sobre el evento en curso.

      Tras la cercanía inminente del objeto desconocido, los residentes comenzaron a correr hacia los extremos al notar que venía hacia el corazón del parque ¡El caos se había desatado! En cuestión de segundos, se sintió el gran impacto acompañado de un ensordecedor sonido.

      El calor se había disparado hasta un nivel insoportable por las llamaradas que consumían lentamente aquel pedazo de chatarra que hace un minuto se podía haber jurado tratarse de una nave espacial. La procedencia seguía desconocida, lo único subsistente en su interior era un muchacho inconsciente.

      Las personas en torno a la zona de impacto permanecían asustadas; los gritos de las mujeres y niños continuaban mientras algunos de los hombres se apresuraban a descargar su cámara para tomar fotos o vídeo. No faltó el primer valiente que intentó meter la cabeza para observar el contenido letal.

      —¡Hay alguien adentro! —Exclamó velozmente ante la chispa de fuego que estuvo a punto de amenazar su vida.

      La multitud se colocó más inquieta ante la posibilidad de presenciar una muerte en manos del monstruoso fuego. Sin embargo, nadie se atrevía a repetir la maniobra del valiente o quizás tonto como lo discutían la mayoría de los presentes.

      —¡Llamen a los bomberos!

      —¡Ya vienen en camino!

      —¡También viene la ambulancia!

      —¡Podrían no llegar a tiempo! ¡Traigan agua!

      Aquél conflictivo tumulto despertó al muchacho herido quien de inmediato comenzó a sentir la furia del fuego el cual consumía cada pulgada del vehículo condenado. Enhoramala su cuerpo estaba quebrado… no podía moverse y para el colmo sentía un interminable dolor en sus piernas, manos y brazos.

      En cuanto sintió la proximidad de las llamaradas ardientes, comenzó a experimentar la sensación de desesperación acompañada de un sudor imparable. De manera precipitada abrió y cerró sus ojos ante el molesto humo negro.

      Intentó arrastrarse y fracasó al no poder siquiera impulsarse con la espalda.

      Sus piernas seguían inmóviles por lo que decidió mejor darse por vencido. No había nada que pudiera hacer para salvarse. Era demasiado tarde, así que permaneció acostado en la luminosidad del infierno esperando que la muerte se lo llevara con la asfixia del humo antes de que el fuego lo hiciera dolorosamente al consumirlo vivo.

      Estos segundos parecían una terrible eternidad. Lo preferible en esta situación era perder la razón para no sentirlo.

      Las llamas se extendían provocando que la vista del pobre iluso se nublara con los niveles saturados del fuego. Asimismo en su respiración detectaba el amargo sabor a las cenizas por lo que empezó a toser con intensidad lastimándose su garganta. Del mismo modo que sus pies, las manos también dejaron de responderle siéndole imposible cubrirse la boca.

      —¡Estás loco! —exclamó uno de los civiles— ¡No te acerques! ¡Va a explotar!

      El muchacho apenas podía escuchar aquellas insistentes advertencias del público puesto a que sus oídos se encontraban débiles inclusive para detectar los pasos del segundo valiente que había hecho más que sólo asomarse para grabar.

      El muchacho agonizante percibió una fuerza desconocida que lo sujetaba entre sus brazos y lo cargaba con una pronta precaución. ¡Espero me saque de este infierno!, pensó durante la agresiva maniobra.

      La intensidad del calor disminuyó ante la ráfaga de un viento refrescante en su rostro, pero inevitablemente el choque de temperaturas le recordó el dolor de su cuerpo quebrado. El incómodo movimiento se detuvo y sintió el descenso hasta tocar el pasto frondoso. Su cabeza fue recogida con suavidad mientras una voz persistente lo hacía reabrir sus ojos sensibles.

      —¡Estás a salvo Elder! ¿Me escuchas? ¡Vas a estar bien!

      Estas palabras de conforte provenían de un señor en sus cuarenta años, con un corte militar acompañado


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