Sabato. Pablo Morosi

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Sabato - Pablo Morosi


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niño recibió el padrinazgo del presidente de aquel momento, José Figueroa Alcorta. Según la creencia, el séptimo entre los hermanos varones sufría la maldición del hombre lobo. En la segunda mitad del siglo xviii, la emperatriz rusa Catalina la Grande había instituido el padrinazgo como una “protección mágica” que evitaba que esas criaturas fueran abandonadas o, incluso, sacrificadas; en nuestro país, el caudillo bonaerense Juan Manuel de Rosas adoptó esa costumbre, apadrinando a los séptimos hijos de los peones rurales para ahuyentar el maleficio; Figueroa Alcorta tomó la posta y a partir de 1907 apadrinó a los séptimos hijos varones que la leyenda condenaba a convertirse en “lobizones”. El padrinazgo consistía en una beca para la educación y sostén del niño y solía incluir, también, la imposición del nombre presidencial que, en este caso, fue incorporado como segundo: Ernesto José. Generalmente se hacía una ceremonia oficial con la entrega de una medalla. El mandatario era representado por un vecino destacado de la localidad. En la ocasión asumió ese rol el médico de la familia Sabato, Ernesto Helguera.

      Lamentablemente, Ernestito –a pesar del paso del tiempo siempre lo siguieron llamando así– no llegó a vivir mucho. En la familia los recuerdos de esa tragedia se volvieron borrosos. Según el acta de defunción firmada por Helguera, el pequeño murió el 22 de noviembre de 1910. El motivo consignado fue “eclampsia”, una extraña dolencia que afecta a las mujeres embarazadas produciendo cuadros de hipertensión, convulsiones y hasta estados de coma, y que puede producirle al bebé limitaciones del desarrollo y otros efectos adversos derivados de los medicamentos administrados a la madre. Pocos días después del entierro, Juana supo que estaba otra vez embarazada. Los Sabato decidieron llamar al nuevo hijo con el mismo nombre del que acababa de morir. La reiteración en el nombre de los hijos, especialmente en el caso de los muertos, era una costumbre muy extendida, tanto que los gobiernos tuvieron que legislar para combatir las confusiones e inconvenientes que eso generaba. En la familia Sabato, así como hubo dos Ernestos, hubo también dos Umbertos y dos Lorenzos.

      Según la historia familiar, Ernesto Roque Sabato nació en la casa de la calle Muñoz entre el ocaso del viernes 23 –increíblemente, era la misma fecha en que había sido inscripto el nacimiento del malogrado Ernestito– y la madrugada del sábado 24 de junio de 1911 en un alumbramiento rodeado de misteriosos entresijos. En su novela Abaddón el Exterminador deambuló sobre los contornos difusos e intrigantes de sus orígenes:

      “Mi madre estaba enferma cuando nací, y recién me inscribieron un 3 de julio, como si no se decidieran. Nunca supe después si mi nacimiento se había producido el 23 o el 24 de junio. Pero cuando un día en que yo la acosaba, me confesó que era el atardecer y que estaban encendidas las fogatas de San Juan.

      —Pero entonces no hay duda: fue el 24, el día de San Juan —le decía.

      Mamá meneaba la cabeza:

      —En algunas partes también se encienden fogatas en la víspera.

      Por si faltaran rarezas, en el acta que lleva el número 332, el Jefe del Registro Civil de Rojas, Julio Olivencia Fernández, indica que Ernesto nació el lunes 3 de julio de 1911 a las siete de la mañana en su domicilio del que solo se consigna como ubicado en el “Cuartel Primero”. Según el certificado, su papá Francisco fue a anotarlo acompañado por sus vecinos Bautista Santoro y Juan Lanzillotta, que estamparon sus firmas al pie del documento como testigos de la inscripción. La fecha, convalidada en el registro oficial, fue la que figuró siempre en su documento de identidad y es la misma que suscribió el sacerdote párroco Silván cuando, el 6 de abril de 1912, bautizó al niño ante sus padrinos, Rosa María Acerbo y su esposo Pedro José Ramello, famoso en Rojas por ser el propietario del primer automóvil que circuló en el pueblo. Tampoco está claro el motivo de haber impuesto como segundo nombre Roque al recién nacido, aunque en algunas semblanzas se sostiene que se debió a la admiración de Francisco por la figura del entonces presidente: Roque Sáenz Peña, aquel que durante su gestión instauró el voto universal, secreto y obligatorio. En tanto, en la familia hay quienes porfían que el nuevo Ernesto también fue ahijado presidencial, aunque no se conozca hasta el momento constancia que lo certifique.

      Lo cierto es que, pese a las opacidades y el dramático contexto en que se produjo su llegada al mundo, Sabato siempre reivindicó el 24 de junio como la fecha de su cumpleaños. Azares del destino: el mismo día del mismo año, pero en la localidad de Balcarce, en el otro extremo de la provincia de Buenos Aires, nacía Juan Manuel Fangio, que sería multicampeón internacional de automovilismo. El tiempo traería en la misma fecha a otros ídolos del deporte e íconos de la argentinidad: los futbolistas Juan Román Riquelme (1978) y Lionel Messi (1987).

      Los Sabato forjaron en Rojas una familia de trabajo con fuerte sentido del sacrificio y la responsabilidad y alejada por completo de la política y la religión.

      A causa de ese vínculo opresivo, Ernesto pasaba mucho tiempo encerrado en el dormitorio, algo que se prolongó con la llegada del último de sus hermanos, Arturo, nacido el 10 de septiembre de 1913. A Juana le pareció una buena idea que ambos compartieran la habitación. Pero la presencia de su pequeño hermano y los cuidados que su madre le dispensaba se le volvieron intolerables. Lo celó hasta el punto de haber intentado, en un rapto de furia inconsciente, ahogarlo con sus propias manos cuando apenas tenía dos o tres años, según contó en varias ocasiones.

      El remedio propuesto por el doctor Helguera fue aislarlo durante un tiempo, lo cual profundizó su introspección y las alucinaciones nocturnas.


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